28 de noviembre de 2014

¿Siempre habrá una élite? “La clase política” de Gaetano Mosca

En los últimos tiempos se repiten los mensajes contra los políticos. La crítica les denuncia como un grupo cerrado de privilegiados que actúa al margen de la voluntad y de los intereses de la mayoría. ¿Es eso cierto? Y si es así, ¿es inevitable? Hace más de un siglo el politólogo, sociólogo y jurista italiano Gaetano Mosca afirmó que “existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados”. Para definir al tipo de persona gobernante forjó el concepto de “clase política” y ya advirtió a sus críticos que, “aun admitiendo que el descontento de las masas llegara a destronar a la clase dirigente, aparecería necesariamente en el seno de la masa misma otra minoría organizada que pasaría a desempeñar el oficio de dicha clase”.
                                               



Hace más de un siglo el politólogo, sociólogo y jurista italiano Gaetano Mosca formuló la ‘doctrina de la clase política’ (en español, edit. Fondo de Cultura Económica). Decía: “En todas las sociedades humanas llegadas a cierto grado de desarrollo y de cultura, la dirección política en el sentido más amplio de la expresión, que comprende por lo tanto la administrativa, la militar, la religiosa, la económica y la moral, es ejercida constantemente por una clase especial, o sea por una minoría organizada”. Según Mosca, en todo tipo de sociedad civilizada “existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados”. Siempre ha habido, hay y habrá, por lo tanto, un grupo de personas que dirigen al conjunto. Ese grupo es lo que se conoce como “clase política”.

Esta clase no es homogénea ni uniforme, ya que en su seno también existen diferencias de rango. Como recordó Mosca, “en todo organismo político hay siempre una persona que está por encima de la jerarquía de toda la clase política y que dirige lo que se llama el timón del Estado”. Por otro lado, este grupo tampoco es impermeable a las influencias del resto de la población, ya que “la presión proveniente del descontento de la masa de gobernados, las pasiones que agitan a ésta, pueden ejercer cierta influencia sobre la dirección de la clase política”. Pero no sustituirla.

Es decir, Mosca señaló que siempre hay una élite dentro de la élite y que la influencia de la mayoría gobernada es un factor ineludible para el grupo dirigente a la hora de tomar decisiones políticas, es decir las que afectan al conjunto de la sociedad, pero éstas siempre se tomarán en el seno de esa élite y por parte de sus miembros, que según el académico italiano, serán en todo caso una minoría selecta de dominadores frente a una mayoría de dominados que nunca podrá hacer valer su peso numérico para revertir esta situación: “Se deduce fácilmente la consecuencia de que, cuanto más vasta es una comunidad política, tanto menor puede ser la proporción de la minoría gobernante con respecto a la mayoría gobernada, y tanto más difícil le resultará a ésta organizarse para actuar contra aquella”, escribió Mosca.

Fases de evolución de la clase política

¿Cómo se ha ido forjando esa minoría gobernante? La clase política ha ido evolucionando a lo largo de la historia y se ha ido adaptando a las diferentes fases económicas y políticas de la humanidad.
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Mosca señaló que en un primer estadio, en el que la civilización era todavía reciente y la agricultura suponía la principal fuente de riqueza “la clase militar por excelencia correspondía a la clase política y dominante. En cualquier parte, el uso de las armas quedaba reservado exclusivamente a esta clase” que “acaparaba la propiedad casi exclusiva de las tierras” gracias a su poder. Es decir, usó el poder coactivo de las armas para hacerse con las tierras y por lo tanto con las riquezas.

Una vez asegurado el control de las tierras por parte de esta clase militar, “puede ocurrir una transformación muy importante”, aseguró Mosca: “la calidad más característica de la clase dominante, más que el valor militar, pasa a ser la riqueza; los gobernante son los ricos más que los fuertes”. Es decir, el poder se traslada de las armas a la riqueza: el poderoso ya no lo es porque lleve armas, sino porque es rico. La clase dominante se va transformando y deja de ser una élite guerrera para convertirse en la clase que controla la riqueza.

La protección de la propiedad privada se convierte entonces en la principal prioridad de la clase dominante, lo que acarrea nuevas transformaciones, según Mosca: “Es preciso que la organización social se perfeccione de manera que el respaldo de la fuerza pública resulte más eficaz que el de la fuerza privada. En otras palabras, se necesita que la propiedad privada sea tutelada suficientemente por la fuerza práctica y real de las leyes, de modo de hacer inútil la tutela del propietario mismo”. Se pasa de una etapa feudal del poder, en la que cada señor pugna por su cuenta, a una etapa burocrática en la que el poder es ejercido por el Estado y el señor es asimilado a una clase dominadora que ejerce el poder dentro del Estado.

Es decir, en esta etapa la clase dominante ve en el Estado la mejor y principal herramienta para defender su riqueza que es también la clave de su poder. Según Mosca, “una vez consumada dicha transformación ocurrirá que, así como el poder político produjo riqueza, ahora la riqueza producirá el poder”. Es decir, “en todos los países del mundo, otros medios de influencia social como serían la notoriedad, la gran cultura, los conocimientos especializados, los grados elevados en la jerarquía eclesiástica y militar, los adquirirán siempre más fácilmente los ricos que los pobres”.

¿Cómo se legitima la élite?

El poder económico pasa a convertirse en poder político. Pero, basando su poder principalmente en el control de la riqueza, ¿cómo consigue la élite ser obedecida por la mayoría de la población? Mosca lo explica: “Toda clase gobernante tiende a justificar su poder de hecho, apoyándose en un principio moral de orden general”. Es decir, “la clase política no justifica exclusivamente su poder con sólo poseerlo de hecho, sino que procura darle una base moral y hasta legal, haciéndolo surgir como consecuencia necesaria de doctrinas y creencias generalmente reconocidas y aceptadas en la sociedad regida por esa clase”.

Para explicar “la base jurídica y moral sobre la que se apoya el poder de la clase política en todas las sociedades” Mosca utilizó la expresión “fórmula política”. “Las diferentes fórmulas políticas, según el diferente grado de civilización de las gentes entre las que están en vigencia, pueden fundarse, o bien en creencias sobrenaturales, o bien en conceptos que, si no son positivos, es decir fundados sobre la realidad de los hechos, se aparecen cuando menos como racionales”, aseguró.

Es decir, Mosca reconoció “esta necesidad, tan universalmente experimentada, de gobernar y sentirse gobernado, no en base a la fuerza material e intelectual, sino a un principio moral”, pero a la vez advirtió que la legitimidad que los gobernados están dispuestos a otorgar a los gobernantes tiene sus condiciones y sus límites. Los gobernantes no deberían olvidar nunca que su legitimidad, su “fórmula política debe fundarse sobre las creencias y sentimientos más fuertes, específicos del grupo social en el cual está en vigencia, o al menos de la fracción de este grupo que tiene la preeminencia política”.

Por lo tanto, Mosca sugiere a los gobernantes que no deberían despreciar esas creencias arraigadas entre la mayoría si no quieren ver peligrar su posición dominante. Y una de esas creencias arraigadas es la aspiración de, al menos una parte de los dominados, poder algún día formar parte de la clase de los dominadores.

¿Una condición hereditaria?

Para la élite política no es suficiente con legitimar su poder frente a la mayoría. Se trata también de perpetuarse en él e impedir el paso a los aspirantes a ingresar para no poner en peligro su posición. “Los que forman parte de la clase política van adquiriendo el espíritu de cuerpo y de exclusivismo, y aprenden el arte de monopolizar en su beneficio las calidades y las actitudes para llegar al poder y conservarlo”, escribió el autor.

Según Mosca la voluntad de cerrarse en sí misma es muy fuerte entre la élite porque “todas las clases políticas tienen la tendencia a volverse hereditarias, si no de derecho, al menos de hecho”. “Las aristocracias hereditarias no se fundan casi nunca en la superioridad intelectual, sino en la del carácter y la riqueza”, la misma riqueza que es la base de su poder, como se ha mencionado antes en este artículo, y que es la causa última por la que la élite política apueste por el Estado para proteger su posición y sus bienes.

Por ello, y en este sentido, la élite no duda incluso en utilizar las leyes para blindarse de los intentos de una parte de la mayoría dominada para formar parte de los dominadores, ya que “cuando vemos establecida en un país una casta hereditaria que monopoliza el poder político, se puede estar seguro de que tal estado de derecho ha sido precedido de un estado de hecho”, aseguró Mosca.

Precisamente la renovación de las élites es una cuestión fundamental para Mosca, ya que es en este proceso donde cada civilización o Estado se juega su continuidad e incluso su existencia.

Cambios en la clase dirigente

Como observó Mosca, la clase política se va adaptando a los cambios históricos que van transformando a la sociedad. Es decir, “si en una sociedad aparece una nueva fuente de riqueza, si aumenta la importancia práctica del saber, si la antigua religión declina o nace una nueva, si se difunde una nueva corriente de ideas, tienen lugar al mismo tiempo fuertes cambios en la clase dirigente”.

La clase política va de la mano de los cambios que se van produciendo, y si no es capaz de adaptarse, Mosca es tajante: “Las clases políticas declinan inexorablemente cuando ya no pueden ejercer las cualidades mediante las que llegaron al poder”. En ese caso, los individuos que conforman la clase dominante rápidamente serían sustituidos por otros que muestran “nuevas ambiciones, nuevas codicias, nuevas energías” en un proceso que Mosca llama “la renovación molecular de la clase política”.

Se trata de un proceso inevitable, según Mosca, ya que “la historia de la humanidad civilizada se resume en la lucha entre la tendencia que tienen los elementos dominantes a monopolizar en forma estable las fuerzas políticas y a transmitirle su posesión a sus hijos en forma hereditaria; y la tendencia no menos fuerte hacia el relevo y el cambio de estas fuerzas y la afirmación de fuerzas nuevas, lo que produce un continuo trabajo de endósmosis y exósmosis entre la clase alta y algunas fracciones de las bajas”.

En el caso de que la clase política sea incapaz de adaptarse a los cambios y se cierre en sí misma utilizando los recursos del poder para blindarse e impedir la entrada de nuevos individuos que sí entienden los tiempos nuevos e incluso avanzan empujados por ellos, surgen conflictos más o menos graves que a lo largo de la historia han dado lugar a revoluciones violentas y cambios de régimen mediante el uso de la fuerza: “Es natural que sobrevenga un periodo de renovación, o, si se prefiere definirlo así, de revolución durante el cual las energías individuales tienen importante participación y algunos de entre los individuos más apasionados, más activos, más audaces e intrépidos, pueden abrirse camino desde los grados inferiores de la escala social”.

Para evitar los cambios traumáticos y violentos, Mosca es partidario de una renovación pausada pero constante de la clase política mediante el ascenso de esos individuos más activos de la mayoría dominada a la minoría dominante. Porque, según el autor, siempre habrá una clase dominante, incluso si ésta es eliminada completamente por parte de los dominados. Pronto surgiría una nueva minoría organizada de gobernantes: “Aun admitiendo que el descontento de las masas llegara a destronar a la clase dirigente, aparecería necesariamente en el seno de la masa misma otra minoría organizada que pasaría a desempeñar el oficio de dicha clase”.

Es decir, según Mosca siempre habrá diferencias entre las personas. Siempre habrá quienes manden y quienes obedezcan. Pero aunque siempre habría dominadores, no siempre el tipo de dominación tendría por qué ser el mismo. Como escribió años más tarde el también jurista y politólogo italiano Norberto Bobbio: “Todo régimen tiene su clase política. En la transición de una época a la otra no cambia el hecho de que exista una clase política, pero sí cambia su calidad, su modo de composición y de formación, su organización”.


Publicado por: Michael Neudecker



http://ssociologos.com/2014/11/24/siempre-habra-una-elite-la-clase-politica-de-gaetano-mosca/

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