En su libro En defensa de la felicidad, Matthieu Ricard la define como “un estado adquirido de plenitud subyacente en cada instante de existencia que perdura a lo largo de las inevitables vicisitudes que la jalonan”. Es lo que expresa el budismo mediante el término “sukha”: un estado de bienestar que nace de una mente excepcionalmente sana y serena.
Quien experimenta el sukha no se siente destrozado por el fracaso ni embriagado por el éxito. Sabe vivir las experiencias en el contexto de una serenidad profunda y vasta, consciente de que son efímeras y de que no hay ningún motivo para aferrarse a ellas. Esto significa invulnerabilidad ante las circunstancias.
Frente a esta interpretación de la felicidad como un estado exclusivamente interior, en Occidente se la concibe como la satisfacción de todas nuestras inclinaciones, el estado de aquél a quien, en el transcurso de su existencia, todo le sucede según su deseo y su voluntad. Según Matthieu Ricard:
Aunque, idealmente, la satisfacción de todas nuestras inclinaciones fuera realizable, no conduciría a la felicidad, sino a la producción de nuevos deseos o, lo que viene a ser lo mismo, a la indiferencia, al hastío, incluso a la depresión. ¿Por qué a la depresión? […] Si lo tengo todo para ser feliz y no lo soy, entonces la felicidad es imposible.
Si llevamos una vida en la que se alterna la esperanza y la duda, la excitación y el tedio, el deseo y la lasitud, es fácil dilapidarla poco a poco sin siquiera