1 de mayo de 2014

Ayahuasca en las noticias: la liana de la muerte invade la cultura pop

¿QUÉ TIENEN QUE VER LA MISTERIOSA MUERTE DE UN JOVEN BRITÁNICO EN LA SELVA COLOMBIANA DESPUÉS DE INGERIR AYAHUASCA Y EL AUSPICIOSO VIAJE DE LINDSAY LOHAN CON ESTE BREBAJE PSICODÉLICO?


La ayahuasca está por todas partes, en las conversaciones, en las películas y en las noticias. En los últimos días cientos de medios de diferentes países del mundo cubrieron dos noticias que en un principio no tienen ninguna relación, salvo que tienen que ver con este brebaje tradicional amazónico. Por una parte las declaraciones de Lindsay Lohan sobre cómo la ayahuasca le ayudó a lidiar con el aborto espontáneo que sufrió durante la grabación de su reality show. Por otra parte, la muerte de un adolescente británico en Colombia después de ingerir ayahuasca, cuya causa de muerte aún no se ha podido determinar.
Lohan dijo que durante la filmación de la primera temporada de su docuserie “Lindsay” sufrió un efecto traumático al perder su bebé. La polémica actriz, asociada con el consumo de drogas, la promiscuidad y un cierto glamour decadente, dijo que su experiencia con la ayahuasca fue “realmente intensa”  y que experimentó su propia muerte para renacer después, lo cual le permitió  dejar ir “el desastre de mi pasado”.  Una experiencia prototípica con este compuesto botánico que suele rápidamente convertir a sus usuarios.
Las declaraciones de Lindsay hicieron que numerosos sitios se preguntaran “¿qué es la ayahuasca?” (como si el interés de una celebridad inmediatamente le diera relevancia). Las versiones digitales de NBC, Today, The Guardian, News.au y varios más corrieron notas con este encabezado. Today incluso aseveró que la “limpieza” de Lindsay es ilegal y además te hace vomitar (qué asco, vomitar, debe de tener algo que ver con la anorexia o algo así, suena enfermo). 
Este fin de semana se dio a conocer la muerte de Henry Miller, un joven de Bristol de 19 años que había viajado a la región del Putumayo, en Colombia, donde le ofrecieron participar en una “experiencia chamánica” e ingerir ayahuasca, parte del creciente turismo psicodélico. Según The Guardian, Miller pudo haber muerto por una reacción alérgica al brebaje amazónico. Al parecer Miller tuvo una reacción adversa y luego murió cuando se le
intentaba llevar a un hospital. Sin embargo, existe la posibilidad de que su muerte haya sido ocasionada por un golpe en la cabeza. Según testigos, su cuerpo fue hallado en un camino de terracería con un golpe en la cabeza que podría haber ocurrido al ser arrojado de una motocicleta. Presumiblemente, ayudantes del chamán que llevaba la ceremonia lo abandonaron en la selva luego de que muriera de camino al hospital.
miller-lohan
Otra hipótesis, ya que la información no es del todo clara, podría apuntar a que Miller murió de un golpe en la cabeza y no de la ingesta de la ayahuasca (y de cualquier forma el chamán y su clan decidieron ocultar el fallecimiento porque es malo para el turismo). Esta hipótesis apoyada en que la ayahuasca en la gran mayoría de los casos no presenta ningún tipo de efecto negativo para la salud, salvo mareo y vómito (que son conocidos como la purga) y un estado de psicosis pasajero; comúnmente sus peligros son más asociados con la pérdida del control y de la noción del espacio provocada por alucinaciones o algún acto detonado por la psicosis temporal (por eso es tan importante la labor del círculo protector chamánico). Una caída durante los efectos de la ayahuasca es una causa de muerte más probable. Sin embargo, el consumo de ayahuasca en combinación con sustancias antidepresivas sí puede presentar serios problemas para la salud. Existen otros casos de muerte después de ingerir ayahuasca aunque no se ha podido determinar exactamente si fue la ayahuasca −el compuesto de una planta que contiene DMT y otra planta que contiene un inhibidor MAOI− el componente farmacológico letal.  En este sentido existe un problema, ya que la ayahuasca suele mezclarse con otras plantas, incluyendo la datura, el tabaco, la ayahuma y muchas otras, según el chamán o la región, por lo que alguno de estos aditamentos podría también ser responsable de los pocos casos de muerte documentados.
El otro caso de muerte famoso ocurrió hace dos años cuando se encontró el cuerpo muerto de Kyle Nolan, en Perú. Al igual que Miller, Nolan había ingerido ayahuasca antes de morir. El chamán José Pineda admitió a la policía haber enterrado el cuerpo de Nolan, después de que este muriera en la ceremonia. Sin embargo, el padre de Nolan mantuvo que Pineda debió de haberlo asesinado, ya que “la gente no muere de ingerir ayahuasca”.
Al principio decíamos que los dos sucesos, la ingesta de Lohan y la muerte del joven Miller, parecen no estar relacionados, sin embargo, existe una relación importante de mencionar. La popularización de la ayahuasca, en parte debido a las celebridades que cada vez más recurren a esta medicina y la glamuorizan, genera un boom de turismo psicodélico en el Amazonas o la contratación de chamanes itinerantes e incluso la preparación casera amateur de este brebaje, cuyos ingredientes pueden adquirirse en Internet de manera legal −y que por otra parte existen en numerosas plantas y animales en todo el mundo (incluyendo en el cerebro humano). Dos extrañas apariciones recientes de la ayahuasca en Hollywood nos dicen mucho de cómo esta fiebre del “té de la selva” empieza a catalizarse.  En la película Wanderlust, el personaje de Jennifer Aniston toma ayahuasca  y en la película Noé, el héroe bíblico versión Hollywood también toma una bebida psicoactiva, que por su presentación, consistencia y cauda visionaria nos hace pensar que está basada, al menos en la mente  del director Darren Aronofsky, en la ayahuasca. Ahora vemos que Lindsay Lohan toma ayahuasca para lidiar con sus problemas existenciales, los cuales están expuestos en una vitrina magnificante. Pronto tal vez veremos spas de ayahuasca en Hollwood (es más seguramente ya los haya, pero hay que tener los contactos para pedir el yague con la intercesión del gurú de moda).
La liana de la muerte
Ayahuasca, en quechua significa “viña de la muerte” o “viña del alma”. La relación con la muerte de este brebaje, de esta tecnología visionaria y medicinal de la selva, es íntima y de alguna manera ineludible. Se trata principalmente de una muerte simbólica o una muerte chamánica –como la que cita Lohan, en lo que es casi ya un cliché. Comprender el pasado y dejarlo ir es una forma de morir; sanar también lo es. Lo viejo muere para que podamos existir en plenitud, liberando el pasado. La ayahuasca nos hace enfrentarnos con nuestra naturaleza oculta, con lo que se conoce como la sombra y atravesar nuestro propio inframundo (donde cuelgan las aves y serpientes del inframundo colectivo). Lo que la hace tan efectiva y tan estimada −por celebridades, artistas y chamanes− es a fin de cuentas que nos permite ver aquello que hemos sido y hemos olvidado o reprimido (los indígenas lo llaman los ancestros; los psicólogos, el inconsciente).
El potencial de sanación y de transformación existe fundamentalmente debido a que la ayahuasca, en su tamiz psicodélico, deshebra los nudos y hace diáfanas las causas —y generalmente  la mayoría de nosotros (incluyendo a la medicina moderna) sólo nos movemos en la superficie, en el mundo de los síntomas. Hace visibles, entre hermosos y aterradores paisajes simbólicos, las causas de nuestro sufrimiento emocional y las causas también de nuestras enfermedades físicas (ambas en muchas ocasiones relacionadas). Causas que suelen ser difíciles de determinar, ya que pueden remontarse a traumas de la infancia, a material reprimido o incluso a sistemas familiares trasgeneracionales. En este sentido, existen dos frases ilustrativas: En la medicina alquímica greco-árabe (Unani) se dice que el médico no cura, solamente sirve como aliado da la naturaleza; es la naturaleza −el tabiyat o la inteligencia viva de la naturaleza− de cada uno la que cura. La ayahuasca sirve como aliada o conducto de esa inteligencia viva de la naturaleza. La otra, del poeta Virgilio: “Feliz quien conoce las causas”. Quien conoce las causas ha visto lo que es invisible en la superficie, lo que pocos pueden ver, ha visto con el ojo del corazón o con el ojo del espíritu y debe alegrarse. Ya no tiene que luchar con fantasmas y batir su espada en todas direcciones.
Ayahuasca foundationEl elogio de las propiedades curativas o transformativas de la ayahuasca debe ir acompañado de la cautela de una posible fuerza desintegradora, propia de todo lo que verdaderamente tiene un potencial de cambiar la vida −de algo que es en muchos aspectos una terapia de shock. Todo verdadero tesoro contiene un riesgo y requiere un esfuerzo que exige que dejemos de ser quien éramos antes de obtenerlo. La ayahuasca, como ocurre con los procesos inciáticos, no se puede separar de la muerte y, si bien suele culminar reencantándonos con la vida, en un impulso positivo al borde del eros y del kundalini, también puede destapar una pulsión de muerte. En raras ocasiones, esa analogía de la muerte se puede hacer literal. Puede que este sea el caso de lo ocurrido con estos jóvenes que han muerto en el Amazonas. Con esto, el énfasis está en que la ayahuasca no debe de tomarse a la ligera. Aunque también es posible que nada trascendente ocurra durante una experiencia de ayahuasca, una gran mayoría de las veces logran sacudir al ser profundo y esos estruendos numinosos pueden dejar mal parado a una persona que abusa o que no la ingiere en un contexto adecuado. A esto hay que sumarle que, como ocurre en la lógica del capitalismo que invade la selva con el turismo psicodélico, la creciente demanda de “experiencias chamánicas” hace que proliferen también “productos” o experiencias de baja calidad (lo chamánico es por naturaleza lo más alejado del materialismo y por lo tanto al entrar en contacto con la usura del capitalismo entra en un estado de choque).
Cualquiera dice ser chamán y tener la tradición y el conocimiento para maniobrar una ceremonia de docenas de personas, cada una de ellas con numerosas particularidades que las hacen vulnerables a muchos “malviajes” que pueden convertirse en algo más si no se provee la candidez y la impecabilidad propia de un “facilitador”, que a fin de cuentas trabaja como un “proletariado del espíritu”. La labor del chamán es en ciertos aspectos la de inocular el ambiente −soplando y cantando− para que los usuarios de la planta trabajen en un ambiente protegido sin la influencia de agentes externos (esas voces enajenantes que hackean la psique). Para lograr esto existen numerosos protocolos que a la mente racional podrían parecerle supersticiones pero que engloban un misterioso arte de equilibrio con las fuerzas primigenias: un equilibrio, que bien ejecutado, debe de reflejarse al final en la operación grupal y en la posibilidad, al menos, de que cada quien se enfrente con sus propios demonios y pueda exorcizarlos –ya dependiendo de si su intención es pura y su voluntad es fuerte.
Además de los peligros de la proliferación de este turismo psicodélico que en algunos aspectos atenta contra la integridad de las pequeñas comunidades, que para poder mantener ciertas tradiciones deben mantener cierta distancia con los frutos de la civilización industrial moderna, existe también el juego de poder propio de las sectas religiosas. Como ya hemos visto en un artículo pasado, la ayahuasca y las personas que controlan las ceremonias fácilmente pueden atraer a personas dispuestas a formar una especie de secta o grey que deposita su fe en los poderes de esta planta y sus facilitadores. Esto ocurre en gran medida por la profunda transformación y la radical diferencia que el estado ayahuasquero marca con la realidad convencional: al abrir mundos nuevos donde todo parece iluminado −aunque esto también es impermanente−, las personas pueden endiosar a la planta y al facilitador, que bajo cierta percepción parcial parecen ser los responsables de haber traído el bienestar y hasta la beatitud que se paladea por momentos. La magia colorida de la selva con sus seres iridiscentes se torna pantanosa: nos acercamos a la misma zona de fanatismo y explotación de la conciencia que ocurre en las religiones, entre los fieles que ignoran los secretos y la casta sacerdotal que manipula la información para satisfacer sus propios deseos de poder. Existen casos de chamanes que ofrecen ayahuasca con otras plantas psicoactivas, en combinaciones que puedes desbalancear al organismo por falta de conocimiento o que, aún más preocupante, pueden estar utilizando estas plantas y otras técnicas esotéricas para obtener poder personal, en términos populares, como brujería (que en otro aspecto de la conciencia sería sólo influir en la psique a través de una serie de técnicas de manipulación para obtener algo a cambio). La vulnerabilidad y excitabilidad de estos estados alterados no debe ser tampoco subestimada; si bien abren puertas para ver mundos luminosos y transformar la realidad de manera positiva, también son puertas para abismos infranqueables y eventos psíquicos negativos, especialmente cuando no se tiene conciencia de lo que está pasando o de lo que alguien puede estar haciendo a nuestro alrededor. La máquina de Maia, la máquina de ilusiones y espejismos también puede estar operando con su seductora belleza y es posible que nos aferremos a visiones falsas, si no tenemos la claridad para discernir. Aquello que tiene la fuerza para desbloquear un trauma, puede también generar otro.
Algunas personas se preocupan de que la ayhuasca esté apareciendo tan frecuentemente en los medios de comunicación, propalando su secreto. Por una parte esto resulta casi inevitable: no hay duda de que la ayahuasca es un brebaje poderoso, con serias posibilidades de aplicación medicinal, además de suministrar un caudal de visiones psicodélicas incomprables. Esto lo hace atractivo para todo tipo de personas y aunque algunas puedan ser más responsables, tener mayor preparación y respetar el contexto tradicional que enriquece la experiencia con toda su baraja de arquetipos entonados, discriminar sobre quienes sí deben de poder acceder a la planta y quienes no va en contra del espíritu de toda medicina.
Quizás en algún momento resultaba más prudente ocultar la tradición medicinal de la ayahuasca, para protegerla y proteger a sus verdaderos guardianes. Hoy en día lo mejor que podemos hacer es combatir la desinformación sobre sus efectos −reconocer que tiene valiosas propiedades medicinales y que en un contexto adecuado, con supervisión calificada, no presenta serios riesgos a la salud, pero que si se hace sin tomar ciertas precauciones básicas sí puede tener graves consecuencias− y tratar de integrar a la sociedad de forma que se valore y respete a este brebaje y se elimine la ignorancia que impera en torno a las sustancias psicodélicas o enteógenas entre el grueso de la población, como resultado de la política de la gran mayoría de los gobiernos y los medios de comunicación. Es importante responder en este momento de manera equilibrada −tiempo en el que muchos medios de manera sensacionalista hablan de la ayahuasca como si fuera un gran peligro consumirla e inicia la estrategia del pánico y que, por otro lado, celebridades y trendsetters en numerosas ciudades del mundo se desviven en elogios sobre esta pócima como si fuera el alkahest o por sí sola pudiera curar o salvar a cualquier persona. Transitar por el camino del medio parece ser, como casi siempre, lo más indicado.
Sobre la popularidad de la ayahuasca y más recientemente del sapito y sus matices, ya hemos escrito antes aquí.
Twitter del autor: @alepholo

http://pijamasurf.com/2014/04/ayahuasca-en-las-noticias-la-liana-de-la-muerte-invade-la-cultura-pop/

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