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Según algunos estudios, tomar fotos en vez de conservar las cosas en la memoria hace que estas se desvanezcan. En vez de memorizar los eventos, se almacenan fotos que ni siquiera se vuelven a mirar.
Lo que pasa después es que miles de fotos se quedan almacenadas y luego uno ni siquiera vuelve a verlas porque "es demasiado complicado etiquetarlas y organizarlas", dice la investigadora, citada por la red de radio pública NPR. Pero el proceso es ambiguo: cuando los padres ceden a dispositivos electrónicos su papel como "archiveros de la memoria de sus hijos", también ceden sus funciones de "personas claves que ayudan a sus hijos a aprender cómo hablar de su experiencia", dice la investigadora. Y es por lo que los niños olvidan en un instante lo que les ha pasado.
El problema ha llamado la atención de otros investigadores también. La
psicóloga Linda Henkel de la Universidad de Fairfield, cuyo padre era fotógrafo, se dedica al estudio del problema de cómo afectan las fotos a la memoria. Lo que ha descubierto es lo que llama "el efecto desvalorizante de tomar fotos" (photo-taking impairment effect).
Ha llevado a cabo unos experimentos enviando grupos de estudiantes de la Universidad al museo de arte universitario, pidiéndoles tomar fotos de algunos objetos. Al día siguiente, los estudiantes tenían que pasar por una prueba de memoria, describiendo las piezas de arte que habían visto en el museo. Y resulta que los estudiantes memorizaron mejor los objetos de los cuales no tomaban fotos. En cambio, recordaron menos los objetos que fotografiaron y con menos detalles.
El efecto desvalorizante de tomar fotos se debe a que uno inconscientemente empieza a fiarse de la memoria externa de los dispositivos, esperando que estos memoricen los detalles por uno, cree la psicóloga. Sin embargo, la idea no es dejar de tomar fotos, sino dejar de lado la cámara de vez en cuando.
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