16 de octubre de 2014

7 formas de pensar que intoxican tu vida


El pensamiento es una de las herramientas más poderosas que tenemos a nuestra disposición, aunque la mayor parte de las veces le damos curso libre y no nos esforzamos demasiado por guiarlo. Como resultado, terminamos llenando nuestra mente de ideas negativas que vuelven una y otra vez, o de creencias completamente erróneas que determinan nuestro comportamiento y decisiones.

Y es que el pensamiento es un arma de doble filo: puede ayudarnos a lograr nuestras metas o, al contrario, puede hundirnos por completo. Las formas de pensar erróneas se convierten en una de las principales causas de malestar y nos pueden cerrar muchas puertas.

¿Cuáles son las formas de pensar erróneas más comunes?

1. La exageración

No siempre somos conscientes de ello pero hay ocasiones en las cuales no vemos los matices sino que apreciamos la situación en blanco y negro. Ante una situación negativa, exageramos sus repercusiones y la catalogamos como una “catástrofe”. Esto no solo significa que nos estamos centrando únicamente en los aspectos negativos sino que, además, los amplificamos. Sin duda, el sensacionalismo de la prensa y sus titulares han contribuido a

crear una sociedad donde se etiqueta como “desastre” cualquier pequeño problema pero en el plano personal, es importante mantenerse atentos a este mecanismo tóxico porque solo nos reporta desazón, desesperanza y tristeza.

¿Cómo combatirlo? Aprendiendo a descubrir los aspectos positivos que encierra cada problema y realizando comparaciones con sucesos similares, de manera que logremos adoptar una perspectiva mucho más objetiva sobre lo sucedido.

2. Los debería

Una de las principales funciones del pensamiento es la planificación, gracias a esta podemos organizar nuestro comportamiento y prever sus consecuencias. Sin embargo, hay veces en que comenzamos a planificar demasiado y a poner en práctica muy poco, nos convertimos en víctimas de los “debería”. Normalmente se trata de cosas que nos gustaría hacer pero que jamás realizamos, ya sea por falta de tiempo, porque no creemos que seamos capaces o simplemente porque las aplazamos para cuando las condiciones sean idóneas. En otras ocasiones se trata de recriminaciones, de cosas que nos hubiera gustado hacer de manera diferente. Obviamente, este tipo de pensamiento genera una gran frustración porque es como si viviéramos mirando continuamente en otra dirección, una dirección que no nos atrevemos a tomar.

¿Cómo combatirlo? No se trata de cambiar radicalmente de vida o de lanzarse al vacío sin paracaídas pero para eliminar esta forma de pensar, debemos analizar cuáles de estos deseos se pueden realmente concretizar y debemos empezar a dar pasos, aunque sean muy pequeños, para que ese sueño se haga realidad.

3. La generalización

Se trata de una operación del pensamiento particularmente útil que nos permite llegar a conclusiones a partir de casos específicos, pero hay ocasiones en las cuales la generalización se vuelve en nuestra contra. Cuando comenzamos a ver patrones donde no existen y asumimos que un caso puede ser válido para todos, llegamos a conclusiones erróneas que dan lugar a creencias como: “todas las mujeres/hombres son…” o “todas las personas de tal país son…”. La generalización da lugar a una serie de estereotipos que, a la larga, determinarán nuestras actitudes, comportamientos y decisiones, cerrándonos las puertas a las oportunidades y creando problemas en las relaciones interpersonales.

¿Cómo combatirlo? Estando atentos a las palabras que anteceden a la generalización, como por ejemplo: “todos”, “nunca” o “siempre”. Una vez que hemos detectado que estamos a punto de realizar una generalización, el próximo paso consiste en intentar abrirse a la experiencia, dejando la mente libre de estereotipos.

4. La adivinación

Atar cabos sueltos y sacar conclusiones es una de las tareas principales del pensamiento. Sin embargo, a menudo caemos en el error de sacar conclusiones sin tener los datos necesarios, es lo que se conoce como pensamiento adivinatorio. En práctica, ante un hecho y sin tener evidencias suficientes, sacamos una conclusión, casi siempre negativa. El ejemplo clásico es cuando nuestra pareja tarda en llegar a casa y pensamos que está teniendo una aventura, cuando en realidad no tenemos ninguna prueba de ello. Lo peor de todo, es que asumimos esta conclusión como real y, en base a ella, regulamos nuestro comportamiento. Así surgen los celos, las inseguridades y los problemas en las relaciones interpersonales.

¿Cómo combatirlo? Antes de sacar una conclusión, debemos preguntarnos si tenemos las evidencias suficientes o si se trata tan solo de una elucubración de nuestra mente, de una proyección de nuestras inseguridades. Además, ante la duda, lo mejor es preguntar.

5. La etiquetación

Vivimos en un mundo etiquetado, porque las etiquetas son cómodas y nos ayudan a orientarnos. Sin embargo, cuando colocamos etiquetas a diestra y siniestra, terminamos adoptando una forma de pensar rígida que nos impide desarrollarnos como personas. Cuando creemos que somos de tal o cual manera y nos etiquetamos así, estamos negando nuestras potencialidades. Si creemos que solo servimos para hacer determinadas cosas, no nos atreveremos a emprender otros caminos y nos estaremos condenando al inmovilismo y a una vida donde lo nuevo no tiene cabida.

¿Cómo combatirlo? Debemos preguntarnos, ante todo, de dónde proviene esa etiqueta. A menudo se trata de una etiqueta que nos han colocado nuestros padres o amigos, quizás porque fuimos así en determinada etapa de nuestra vida pero eso no significa que no podamos cambiar.

6. La culpabilización

Tenemos una tendencia a pensar en términos de causa-efecto, lo cual se debe a que nuestro pensamiento (normalmente) sigue derroteros lógicos. Por eso, cuando sucede algo negativo, queremos saber cuáles fueron las causas. Sin embargo, hay ocasiones en que la búsqueda de las causas se convierte en una cacería de brujas y aparece el pensamiento culpabilizante. En ese caso, lo que nos importa no es aprender del error sino simplemente culpar y juzgar, ya sea a los otros o a nosotros mismos. No obstante, pensar en términos de víctimas y verdugos implica ver tan solo una parte de la realidad y asumir una actitud pasiva.

¿Cómo combatirlo? Lo mejor es desechar de nuestro vocabulario la palabra culpa y comenzar a pensar en términos de responsabilidad. Cuando algo ha salido mal, debemos adoptar diferentes puntos de vista e intentar ver la situación bajo la mayor cantidad de aristas posibles, solo así podremos formarnos un cuadro lo más completo posible de lo sucedido.

7. El optimismo ingenuo

Cuando se hace referencia a las formas de pensar erróneas, hay un enemigo que normalmente pasa desapercibido pero que se ha puesto de moda en los últimos años de mano de la Psicología Positiva: el optimismo ingenuo. Se trata de un pensamiento positivo exagerado que apenas tiene puntos de contacto con la realidad y que, obviamente, tarde o temprano conduce a la frustración. En estos casos, pensamos que podremos lograr lo que nos propongamos, tan solo si nos esforzamos. Sin embargo, para lograr las metas en la vida, la perseverancia y la motivación no son suficientes, existen otros factores que debemos tener en cuenta o correremos el riesgo de sufrir un profundo revés.

¿Cómo combatirlo? Asumiendo la postura de un administrador. Si queremos lograr algo o estamos frente a una situación particularmente difícil, debemos hacer inventario de nuestros recursos psicológicos y de la ayuda que podemos recibir del medio.



Escrito por: Jennifer Delgado


http://www.rinconpsicologia.com/2014/10/7-formas-de-pensar-que-intoxican-tu-vida.html

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