3 de mayo de 2014

LA FLOR


Nace la flor a la mañana, despierta a un nuevo día.  Y en el aroma que arrastra el viento encuentra su propio alimento, el que viste su mente de aire fresco, el que hace que la roca mute en líquido cristal que encierra luces y arcoiris, y amaneceres como destellos. El agua que discurre por torrenteras, más tardes calmas como miradas hacia dentro.
Nace la flor a la mañana y cada mañana, al empezar su andadura, mira al horizonte, por donde el sol nace y se pierde, brilla y se opaca. Pero no teme al tiempo ni al dolor, no teme a la fatiga, pues dulce es la mirada. Ella sabe que vivir es sentir, y sentir es rozar lo divino.
Nace la flor y vive su vida como una gesta en la que vivir es vivir despierta y morir, morir con los ojos abiertos y el alma complacida. Vive su vida y al vivirla no compite, no lucha, no hiere. Y ve las nubes, y el cielo que cubren, y hasta el suelo que pisa, con la luz de la bondad más bendita. Y las estrellas, sus estrellas, son suspiros de dragones y hadas, caminos que conducen a la ciudad de Luz más soñada. Sus amaneceres se visten de fulgores de la primera luz, fulgores que despiertan al despierto más dormido y al durmiente más soñado, y recuerdan el ígneo fulgor que en todo late.
En su vida los hombres son seres, y los seres luces, y las luces energías, y las energías viven por el espíritu, y por el espíritu nacen y se hacen a este
mundo. Y, al final del camino, por el espíritu retornan al hogar verdadero. 
Nace la flor y en su nacimiento, y en su vida, no ve sombras, sino sueños que interpretar. Y en los sueños misterios que resolver. Y en la vida el mayor misterio.
Nace la flor y sus pétalos están hechos de luceros que adornan cabellos, de sonrisas que visten labios con trasparencias que dejan ver la sutil expresión del alma, y miradas hechas de profundidades que descubrir.
No hay sombra, ni temblor, ni llanto, ni batalla…, solo esperanza, alegría, certidumbre, hermandad…, luces y sombras que buscan ser siempre luces.
Cuando gesta su vida y vive su gesta la mujer enamorada y que me enamora, la flor, la que viste mis días con los suyos, la que sueña mi sueño de despierto dormido que vive soñando y soñando despierta… extiende las manos y abre el corazón. Y sonríe por doquier prestando destellos rosas y esmeraldas. Bebe el agua que calma la sed y ofrece flores como amores, como días con diez soles, como soledades llenas de compañía, como hilos de luz que tejen sentimientos y colores.
Su vida no es lucha porque no es lucha la vida, sino un río de aguas cristalinas, un vivir con sentido. Y un sentido que es bondad y claridad, una aventura cotidiana donde la inercia no existe, ni el gris pensamiento de un solo pensamiento, ni un campo verde solo verde…
Para la flor vivir es florecer…, porque florecer es amanecer, y amanecer es nacer, y nacer es vivir. Y así, cada minuto de cada instante presente y contenido en cada suspiro. Porque es el alma quien suspira y la luz que todo lo cubre quien la inspira.
La flor gesta su vida y vive su gesta. Y se adorna de piernas y camina. Y se adorna de manos y acaricia. Y se adorna de ojos y contempla. Y se adorna de alma y suspira por la vida, por vivirla, por compartirla, por ser la misma vida. 
Nace la flor a la mañana y cada mañana es una gesta. Y cada mañana toda una vida por vivir.

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