Una foto de archivo de un bailarín tribal aborigen. (Shutterstock*) |
Hace sólo una generación, a los niños australianos en la escuela les enseñaban que los aborígenes sólo podían contar hasta cinco, vagaban por el desierto buscando comida, no tenían civilización, ni podían navegar, entonces pacíficamente aceptaron el rescate de la civilización occidental en 1788. ¿Cómo se llegó a esto?
Bill Gammage historiador australiano, y otros, han demostrado que los aborígenes durante muchos años manejaron cuidadosamente la tierra para maximizar la productividad. Esto dio lugar a suelos fantásticamente fértiles, ahora explotados y casi destruidos por la intensa agricultura.
En algunos casos, los aborígenes australianos tenían sofisticados sistemas numéricos, conocían la medicina vegetal, y navegaban guiados por las estrellas y mapas orales para apoyar florecientes rutas comerciales en todo el país.
Montaron una feroz resistencia a los invasores británicos, y a veces ganaron victorias militares importantes, como las incursiones del guerrero aborigen Pemulwuy.
Sólo ahora estamos empezando a comprender logros intelectuales y
científicos de los aborígenes.
El pueblo Yolngu, al noreste de Arnhem Land, en el Territorio del Norte, reconocieron hace mucho tiempo la forma en que las mareas se vinculan con las fases de la luna.
Ya en el siglo XVII, el científico italiano Galileo Galilei seguía proclamando, incorrectamente, que la Luna nada tenía que ver con las mareas.
Algunos aborígenes habían descubierto cómo ocurrían los eclipses, y sabían cómo los planetas se movían de manera diferente que las estrellas. Utilizaron este conocimiento para regular los ciclos de viaje de un lugar a otro, maximizando la disponibilidad de alimentos de temporada.
¿Por qué sólo ahora encontramos esto?
Mucho de nuestro conocimiento se lo debemos a la cultura aborigen por el contacto pre-europeo de los grandes antropólogos del siglo XX. Sus enormes libros nos dicen mucho sobre el arte aborigen, las canciones y la espiritualidad, pero extrañamente, no sobre logros intelectuales.
Ellos hablan muy poco acerca de la comprensión hacia los aborígenes y cómo funciona el mundo, o cómo navegaron. En el libro ‘Aborígenes Australianos: cómo entenderlos’ del antropólogo Adolphus Elkin de 1938, parece que él escuchó al menos un mapa oral sin señalar su importancia.
“[...] El ciclo de experiencias del héroe que iba en camino de la costa norte a sur y luego de vuelta al norte [...] ahora en ese país, luego en otro lugar, y así sucesivamente, siempre acercándose más hasta que al final llegamos a donde estamos haciendo la grabación”.
¿Cómo estos gigantes de la antropología no podrían reconocer la importancia de lo que se les había dicho?
Me di cuenta de la respuesta en una charla sobre navegación de los aborígenes en la Biblioteca Nacional de Australia, y se planteó a la audiencia esta misma pregunta.
Posteriormente, uno de los estudiantes de doctorado me dijo que Elkin trabajó con ideas fijas sobre lo que constituye la cultura aborigen. Me di cuenta que estaba describiendo lo que el filósofo estadounidense Thomas Kuhn demostró cuando lo acuñó con el término “paradigma”.
Problema de paradigma
Según Kuhn, todos nosotros (incluso los científicos y antropólogos) somos falibles. Crecemos con un paradigma (como es “la primitiva cultura aborigen”) que nosotros la aceptamos como verdad. Cualquier cosa que no se ajuste a ese paradigma es rechazada como irrelevante o aberrante.
Hace sólo 200 años, la gente discutía si los aborígenes eran “subhumanos”. Las ideas cambian lentamente, y el profundo mensaje persiste mucho después de que ha sido falsificado.
Todavía en 1923 los aborígenes australianos eran descritos como “una raza de gente muy primitiva”.
No tan primitiva
El paradigma predominante en la época de Elkin fue que la cultura aborigen era primitiva, y los aborígenes no podían decir nada útil acerca de cómo administrar la tierra, o la forma de navegar.
Así que un antropólogo podría estudiar a los aborígenes como objetos, al igual que un biólogo estudia los insectos bajo el microscopio, pero no aprendería nada de los propios aborígenes.
Incluso ahora, el paradigma sigue vivo. En mi experiencia, los australianos blancos bien educados, tratan de ser políticamente correctos, a menudo todavía parecen tener dificultades para olvidar la imagen de su infancia acerca de los pueblos aborígenes “primitivos”.
Tenemos que superar la inercia intelectual que nos mantiene en ese viejo paradigma, el que nos impide reconocer la enorme contribución que la cultura aborigen nos da para comprender al mundo, y a nuestros intentos por controlarlo.
Como dijo Thomas Kuhn: “Cuando se cambian los paradigmas, el mundo mismo cambia con ellos”.
Mucho por aprender
En los últimos años, ha quedado claro que los aborígenes tradicionales sabían mucho del firmamento, de los ciclos y movimientos de las estrellas como los complejos movimientos del Sol, la Luna y los planetas.
Se encontró incluso algo del “aborigen Stonehenge”, que apunta a la puesta del Sol en la mitad del verano y en la mitad del invierno. Y sospecho que esto es sólo la punta del iceberg de la astronomía aborigen.
En el debate sobre si las escuelas deben incluir perspectivas de los aborígenes en sus lecciones, se argumentó que los niños que estudian la ciencia actual también pueden aprender mucho de cómo los aborígenes pre-contacto con occidente utilizaron la observación para construir una imagen del mundo que les rodeaba.
Esta “etno-ciencia” es similar a la ciencia moderna en muchos aspectos, pero se expresa en términos culturales apropiados, sin telescopios caros, ni aceleradores de partículas.
Así que, si deseas aprender cómo funciona la ciencia, cómo las personas aprenden a resolver problemas prácticos, la respuesta puede ser más clara en una comunidad aborigen que en un laboratorio de alta tecnología.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
Foto de archivo de un bailarín tribal aborigen. (Shutterstock*)
http://www.lagranepoca.com/31648-como-no-comprender-ciencia-aborigen
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