14 de diciembre de 2014

La Inmensidad en el Corazón de la Ansiedad


Charlaba con un hombre joven que estaba sufriendo de una ansiedad bastante severa. Ninguna de las "curas para la ansiedad" que le habían ofrecido le había funcionado. Le pedí que, aunque fuera por un momento, no intentara más arreglar su ansiedad. Lo invité a que dejara de imaginar un futuro lleno de ansiedad o incluso uno libre de ansiedad y a que se enfrentara con lo que realmente se estaba presentando en ese momento. Lo animé a que botara la etiqueta "ansiedad", que dejara de lado la palabra, que saliera de su historia del pasado y del futuro y que mirara su experiencia presente con nuevos ojos. Que se diera cuenta qué pensamientos y sensaciones eran los que se estaban presentando.

"Son un montón de pensamientos que zumban a mi alrededor" dijo. Demasiada actividad mental. Entonces le sugerí que se pusiera en contacto con su cuerpo directamente para descubrir qué sentía. Dijo que sentía ciertas sensaciones revoloteando en su estómago y en su pecho. Le pregunté si estaba dispuesto, aunque fuera por sólo unos momentos a permitir que se siguiera dando esa actividad - pensamientos y sensaciones - que los dejara estar ahí, algo que jamás había intentado por estar demasiado ocupado luchando contra su "ansiedad", una lucha que, por supuesto, sólo había

incrementado su ansiedad. Le pregunté si en lugar de luchar en contra de las sensaciones en su estómago podría ser capaz de botar todas las etiquetas, todos los juicios, todas las descripciones y reconocerse a sí mismo como el espacio abierto en donde esas sensaciones tienen permiso para llegar e irse. ¿Podría ser amistoso con esas sensaciones, tan sólo por un momento?

De esta forma él empezó a sentir cierto espacio en torno a aquello que previamente había llamado "ansiedad". Estaba consciente de la ansiedad, estaba consciente de ella y por eso, la ansiedad realmente no tenía la capacidad de definirlo a él. Ya no se sentía atrapado por los sentimientos. Él era mucho más grande que la ansiedad. Identificó la capacidad que tenía para sentirla, para estar alrededor de ella, para abrazarla. Y lo mismo pasó con los pensamientos, él era mucho más grande que ellos. Ya no se encontraba atrapado en medio de ellos, sino que más bien era el espacio para ellos.

Él fue capaz de poner atención a su ansiedad y la utilizó como un gurú para ayudarse a recordar su verdadera inmensidad. Descubrió que en verdad no existe ninguna "persona ansiosa", sino simplemente pensamientos y sensaciones surgiendo ante la presencia; pensamientos y sensaciones que habían sido etiquetados como "ansiedad" y que habían sido rechazados. Él no era una víctima de la ansiedad - él era su amado padre, capaz de acogerla mientras nacía y moría. Su ansiedad jamás necesitó ser "curada", tan sólo necesitaba ser tomada en cuenta.

Inmensidad en medio de la ansiedad... ¡el último lugar en donde se nos ocurre buscar!

Jeff Foster
(Traducido por Tarsila Murguía)



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