Pero - siempre he pensado - que en realidad no tiene ningún sentido tratar de eliminar una brecha que jamás existió, sanar una herida que nunca se abrió.
La vida ordinaria es el milagro, tal y como es, el flujo y reflujo de las cosas. Dios brilla a través de lo mundano y lo cotidiano. Cada alegría, cada dolor, cada momento de profunda duda no es otra cosa que Eso que siempre hemos buscado.
No se requiere ninguna revelación especial aquí. Nunca tenemos que esperar la gracia. Esta bendición no puede ser transmitida a través de seres especiales, enseñada por gurús iluminados, comprada o vendida. Se trata de algo mucho más simple, cercano, libre y disponible, algo mucho más íntimo.
Es la mirada en los ojos de tu pequeño hijo. Es el reflejo de la luz del sol en
el escaparate de una tienda. Es el dolor en tu corazón cuando tu ser querido muere, la oleada de emoción que sientes al contemplar un posible futuro, el mundo que podría o no llegar a pasar. Es inhalar y exhalar, la expansión y la contracción del pecho. Es las palabras y el espacio entre cada una de ellas, las canciones que entonamos y el silencio entre ellas. Es nunca saber, y allí, saber. Es el simple sentimiento de estar vivo, presente para este nuevo día.
Es lavar los platos, quizás por última vez, en tu último día, en este último planeta antes de un nuevo amanecer.
Vienes de la madre, y a la madre regresas.
La brecha fue disuelta mucho tiempo atrás.
Somos herederos de un Reino glorioso.
- Jeff Foster
(Imagen: Ron Adair)
https://www.facebook.com/pages/Jeff-Foster-en-espa%C3%B1ol/132951520106392?fref=ts
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