En ese sentido, tal como diría Harvey (2014) “Lo que el dinero representa es el valor social de toda esa actividad, de todo ese trabajo. El «valor» es una relación social establecida entre las actividades de millones de personas de todo el mundo…. El dinero, podemos decir de entrada, es inseparable pero también distinto del trabajo social que constituye el valor. El dinero oculta la inmaterialidad del trabajo social (valor) bajo su forma material” (pp. 42-43)
El procedimiento del consumariado no se relaciona con el trabajo social representado en los objetos simbólicos. Los objetos simbólicos tienen un valor puesto en el mercado que funciona representando un valor abstracto en dinero, de una fuerza de trabajo que no es tal. Pensemos en las fábricas textiles de Bangladesh, la relación fuerza de trabajo- producto y valor, mantiene la lógica de plusvalor relativo en base al tiempo de trabajo, fuerzas y medios. Aún cuando eso genera riqueza, no es el mismoplusvalor del cual Marx nos señalara como proceso acumulativo del capital basado en la producción. El objeto-simbólico dispuesto en el mercado ya tiene un valor ficcionado – oculto- sin embargo elplusvalor, desplazado desde la producción al consumo, está en la medida que la clase consumista o el consumariado, pueda acceder a través del dinero de la manera más eficiente aunque este no exista en papel moneda. La relación que produce este plusvalor, se encontraría entonces en el imaginario, expectativas y formas de atracción que superan la relación objeto-sujeto entre consumariado y bien o servicio, haciéndose de esto una relación sumamente abstracta, atractiva y absoluta. Las tres a (abstracta, atractiva y absoluta) vincula un hecho ya reflexionado mucho tiempo atrás por Thorstein Veblen, cuando hacía mención al consumo ostensible.
La primera a: abstracción, no se desenvuelve en relación al valor abstracto del dinero. La comunicación entre dinero y consumo, remite a una segunda abstracción que tiene que ver con la disposición subjetiva de las personas, que hace inmediata una compra por la satisfacción de la misma, aunque la necesidad actúe de modo hipertrofiado. La atracción va en correspondencia a la satisfacción, aún cuando el trabajo desempeñado por las personas agote la energía vital y no tenga relación alguna con el acto de consumo. Tal como estableciera Luis Enrique Alonso (2005) en la era del consumo, la atracción se encontraría al centro en la medida que anula las circunstancias o los obstáculos para no consumir, emula y falsea el capitalismo destructivo y lo hace todo más agradable, potenciando los sentidos y cuestiones más elementales para potenciar la práctica de consumo. La metrópolis moderna hizo a través del consumo agradable la rutina espacial de vivir desplazándose diariamente en esta forma de ciudades. La atracción hace que la abstracción sea otra y supere con creces el acto de consumo como tal. Finalmente Absoluta, porque remite a una conexión superficial no obstante profunda a nivel religioso por parte de las personas. Algo muy similar al intercambio de la secularización de la vida que Max Weber realzó como trasfondo de la ética protestante.
El plusvalor se va gestando a este nivel, y el circulante destaca por ser eficiente, efectivo y en términos luhmannianos: contignentes. Aunque podamos remitir a estas A para poder abordar el modo en que se va articulando en el presente, es necesario poder observar en profundidad aquel punto de fuga, excepcionalidad o agujeros negros que Marx halló en una fase de la acumulación del capital, basado en la producción y no en el consumo.
Harvey, D. (2014) Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, capitalismo /— 1.ª ed. — Quito: Editorial IAEN.
Publicado por: Gino Bailey Bergamin
Foto Fuente
http://ssociologos.com/2014/12/01/del-consumariado-y-el-plusvalor-el-valor-de-las-tres/
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