UN BREVE REPASO DE LA ELUSIVA NATURALEZA MELANCÓLICA, POR CIERTO UN ESTADO PROTAGÓNICO EN LA HISTORIA EMOCIONAL DE LA HUMANIDAD.
Then glut thy sorrow on a morning rose,
Or on the rainbow of the salt sand-wave…
– John Keats
Además de presumir de una de las más hermosas fonéticas disponibles a la palabra humana, la melancolía es un estado que refleja la estética complejidad del mundo de los sentimientos. Entre la posesión oscura, la auto-destructividad sensible y la etérea elegancia, esta configuración anímica, que desborda las fronteras de una mente para arropar su respectiva realidad, juega un papel fundamental en la historia emocional de la humanidad.
Originalmente asociada con uno de los cuatro temperamentos, aquel que florecía entre caudales de bilis negra, se le asignaba una naturaleza otoñal, saturnal, seca y fría. Posteriormente sería objeto de culto, durante el siglo XVII, por artistas como Sir Thomas Browne, estafeta que retomarían gustosamente los románticos, Byron, Keats, Goethe y otros, quienes terminarían de bordar el exquisito vestido que, contrario a la desnudez de la
tristeza, porta su contraparte fantasmagórica.
The melancholy river bears us on.
When the moon comes through the trailing willow boughs,
I see your face, I hear your voice and the bird singing as we pass the osier bed.
What are you whispering? Sorrow, sorrow. Joy, joy.
Woven together, like reeds in moonlight.
― Virginia Woolf
Uno de los aspectos más intrigantes del ejercicio melancólico es que en el existe una cierta naturaleza auto-inductiva –algo así como tomar un poco de MDMA solo para escuchar, durante el bajón, a Arvo Part. De hecho, Victor Hugo definía a la melancolía como “el placer de estar triste”. Sin embargo, tampoco se puede negar que, con frecuencia, se sale de las manos y entonces la bruma se emancipa –apelando a la incontrolable trayectoria del eco para la voz original.
Otro de las regiones más sensuales de la melancolía es su cualidad de “sensibilización fronteriza”, una coqueta propensión a permitir un vínculo con seres y situaciones que difícilmente admiten ser percibidos –y entonces el fantasma es tan cotidiano como una maceta, el anaquel de la Enciclopedia Británica puede ser, sin mucho esfuerzo, un montón de nieve, y el nagual pasa tiempo eligiendo su modelo favorito de dildos de viento. Pero también, cabe recalcar, actúa como un filtro protector, y su despreocupada agilidad parece suficiente para evitar la demencia durante encuentros críticos.
La melancolía es la tristeza que ha adquirido ligereza.
Italo Calvino
La melancolía es un sentimiento espectral, intraducible y elusivo. Una sensación imantada que pareciera concebida para derramar metáforas: una suerte de punto ciego entre la inspiración y el hastío, la derrota flemática, el desequilibrio poético, el ánima empantanada en sembradíos de datura y loto. Un auto-embrujo.
Pero independientemente de la poesía soluble que, con comodidad, puede generarse alrededor de este estado, a modo de síntesis anatómica podríamos enfatizar en que se trata de una especie de espontáneo linaje anímico, y un facilitador entre este y mundos más sutiles. Es un acto de dignidad metafísica, suave pero implacable, suntuosa pero discreta, atemporal pero tangible, triste pero ilusionante. La melancolía es paradójica, es el memento mori a modo de complemento alimenticio. Como una brisa de otoño.
Twitter del autor: @ParadoxeParadis
http://pijamasurf.com/2014/06/sobre-la-naturaleza-de-la-melancolia/
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