Una vez alguien me hizo esta pregunta: ¿Si es verdad que en el universo existe un sistema de causa y efecto, cual es la paga para la envidia y la codicia?
Esta es una gran pregunta porque, seguramente, cada uno de nosotros atraviesa etapas en las que quedamos atascados en estados negativos. De manera muy simple, la paga para estos sentimientos son los mismos sentimientos.
Por ejemplo, digamos que sentimos envidia. El “castigo”, por así decirlo, es la envidia en sí ya que por nuestra envida, nunca estamos satisfechos en la vida. Cuando sentimos envidia, sin importar lo que tengamos (incluso si es demasiado) siempre habrá alguien más que tenga algo que queramos, y por ende no podemos apreciar aquello que está a nuestro alrededor.
Ahora ¿qué pasa cuando estamos en un estado de codicia? En este estado nos volvemos prisioneros de nuestra búsqueda de riqueza y no podemos
apreciar más nuestra vida tal como es. Nuestra codicia se convierte en nuestra prisión. Y nuestra prisión es nuestro castigo. Cuando sentimos codicia, no vivimos felices porque no podemos hacerlo. Estamos constantemente preocupados por “quién va a hablar de mí” o “quién va a decir esto de mí” o “quien va a estar cerca de mí”.
Sin embargo, una vez que entendamos que existe una estructura que sustenta el universo y que todo lo que ocurre en nuestra vida está allí para enseñarnos o llevarnos a un lugar para completar nuestra corrección, entonces no caeremos en estos estados de envidia y codicia porque entenderemos que Dios nos colocó en este marco, en este cuerpo y en este ambiente para ser los mejores y terminar nuestra corrección.
Sabes, se dice que la felicidad es como una mariposa. Si la perseguimos, vuela lejos. Pero si nos volteamos y nos ocupamos en compartir y en otras acciones positivas, entonces la felicidad viene y se posa suavemente en nuestro hombro. Nuestras circunstancias actuales no son un castigo, sino simplemente una herramienta para ayudarnos a levantar y elevarnos a otro nivel de conciencia espiritual. Una vez que realmente entendamos esto, entonces no caeremos presa de la codicia o de la envidia. Estamos donde estamos porque es allí donde debemos estar para ir a algo mejor.
Con amor
Karen Berg
http://senderoespiritual.com/el-precio-de-la-codicia/
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