Negar la realidad de las cosas
es no ver su realidad;
afirmar el vacío de las cosas
es no ver su realidad.
Cuanto más hablas y piensas acerca de ello,
más te alejas de la verdad.
Deja de hablar y de pensar,
y no habrá nada
que no puedas saber.
La realidad está justo ahí
La realidad está justo. Puedes tocarla, sentirla, vivirla, pero no puedes “pensarla”.
Intenta entender la naturaleza del pensamiento. El pensamiento siempre es acerca de, nunca es directo. Puedes ver la realidad, pero si piensas en ella tendrá que ser acerca de y ese “acerca de” es la trampa, porque cuando
piensas acerca de algo ya te has alejado de ello. “Acerca de” quiere decir que no verás la flor aquí y ahora, que pensarás acerca de ella. Y ese “acerca de” se convertirá en una barrera. Ver es algo directo, tocar es algo directo; pero pensar es algo indirecto. Es por eso que el pensar no toca la realidad.
Si vas pensando “acerca de”, te pierdes la vida entera. Todo se vuelve humo. La acción se vuelve imposible porque es algo directo, mientras que el pensar es algo indirecto.
¿Cómo parar el círculo vicioso del pensar y aun así ser consciente? La energía que va al pensar tiene que volverse consciencia. La consciencia que se mueve en un círculo vicioso al pensar tiene que purificarse. El pensar tiene que parar, el girar de la consciencia tiene que parar, pero la consciencia no. La consciencia tiene que cristalizarse y la acción no debe parar.
Al unir la consciencia y la acción inmediatamente alcanzas la realidad. Te convertirás en el ambiente, en el clima alrededor del cual las cosas empezarán a ocurrir.
Ver es una acción, moverse es una acción, danzar es una acción, pintar es una acción. Cuando haces cualquier cosa, sea lo que sea, te pones en contacto con la realidad.
Tienes que volverte cada vez más sensible en tu hacer. No hay que renunciar a la acción; la acción tiene que estar totalmente presente, porque ese es el puente a través del cual tú te mueves en la realidad y la realidad se mueve en ti.
Nunca renuncies a la acción, renuncia solamente al pensar. Pero si renuncias al pensar cabe la posibilidad de que te vuelvas inconsciente. Uno tiene que renunciar a pensar, pero no tiene que hacerse más inconsciente. Al contrario, tienes que hacerte más consciente.
En esto consiste todo el arte de la meditación: en cómo estar totalmente en la acción, cómo renunciar al pensar, cómo convertir en consciencia la energía que se empleaba en pensar.
Si el consciente cae en el inconsciente, tú caes en un coma, y si el inconsciente penetra en el consciente y se convierte en el propio consciente, te iluminas.
Y es muy fácil que la consciencia caiga en la inconsciencia, porque la consciencia es una parte muy pequeña de tu ser. Sólo una pequeña parte se ha vuelto consciente y hasta esa parte está siempre oscilando. Puede caer en cualquier momento, es muy fácil.
Así es como ocurre cuando te intoxicas: tomas alcohol, y la consciencia cae en la inconsciencia. Las drogas, el alcohol, o cualquier otra clase de sustancia embriagadora, han sido usados siempre por la gente religiosa. Pero a través de ellos nunca se alcanza la realidad. A través de ellos caes en un estupor, en un coma. Y en este coma puedes soñar.
Los sueños se pueden guiar, dirigir. Si has estado pensando mucho en Cristo, entonces bajo la influencia de la droga se te aparecerá Cristo. Es tu propia mente jugando contigo: un hindú verá a Krishna; un cristiano, a Jesús; y un budista, a Buda. Pero eso tan sólo son proyecciones de la mente.
Una pequeña parte ha salido de la inconsciencia, y esa es la belleza del ser humano. La agonía y el éxtasis de haberse convertido en una isla en medio de la inmensidad de la inconsciencia. Esta isla tiene que crecer más y más hasta convertirse en un continente. A través de las drogas se sumergirá de nuevo bajo el agua, vivirás de nuevo como los animales, o como los árboles, que son hermosos en sí mismos. Y esto no ocurre solamente con las drogas, pues existen también otros medios sutiles para hacer que el consciente se vuelva inconsciente, como, por ejemplo, la música, los cánticos o la repetición de mantras.
Hay que parar el pensar haciéndose más consciente, más alerta, más atento, dándose uno más cuenta, para que la energía que se pone en el pensar se mueva hacia ser consciente y surja en ti un testigo. Así que recuerda, no hay que parar el pensar a través de cánticos, sino convirtiéndose en un testigo del proceso del pensar; mirándolo, observándolo, siendo un observador en la distancia, siendo alguien que observa desde lo alto, desde la colina, mirando, viendo…
Si miras y penetras profundamente en las palabras, empezarán a desaparecer. Se formará un lapso, un intervalo. Las nubes desaparecerán y se verá el cielo azul. Entonces estarás alerta, sensible; no en coma. Se disolverá más inconsciencia en la consciencia; tu llama crecerá, más alta, más viva, y podrás ver más, tocar más, oler más. Y tus acciones desarrollarán una nueva cualidad, la cualidad de la divinidad.
Cuando un buda te toca, su forma de tocar es diferente: está presente, toca con amor, cálidamente, de modo vivo,… confía en ti… La cualidad ha cambiado. Porque siempre que la consciencia es total, absoluta, todas las acciones se vuelven totales. Cuando toca, todo su ser se convierte en tacto. No es ninguna otra cosa. Todo su ser está en el tacto, todo su ser fluye en él. No está en ningún otro lugar más que en el tacto. Y te sentirás iluminado a través de su tacto; una energía se ha movido en ti.
Cuando un buda te mira, todo su ser se convierte en ojos. No puede ser de otra manera, porque no está dividido en su interior. Cuando miras, miras y a la vez haces muchas otras cosas. El pensar prosigue, y por eso estás dividido. Tus ojos no son totales. Cuando un buda te mira, sus ojos son totales. Si le dejas, nunca serás el mismo otra vez. O por el contrario, puedes permanecer cerrado y él no podrá penetrarte. Aunque te toque, tocará un cadáver; puedes quedarte cerrado.
Cuando la consciencia está presente, y hay acción, la consciencia y la acción se vuelven una totalidad.
Negar la realidad de las cosas…
Ha habido filósofos que han negado la realidad de las cosas. Fíjate bien, esto se puede hacer de dos maneras.
Una es hacer tu ser más grande; entonces el mundo se va volviendo cada vez más pequeño…, y llega un momento en el que tu ser se convierte en la totalidad, en Brahma, y el mundo desaparece, deja de existir.
Y la otra manera es simplemente una artimaña y consiste en empezar a decir que el mundo es una ilusión, maya, que no existe, que no está ahí, que es irreal, que es sueño. Así que te convences de que el mundo es un sueño; y entonces sientes que eres real, pero ese sentimiento no es verdadero. Es tan sólo una ilusión.
Si te vuelves infinito, el mundo desaparece, lo absorbes, porque dos infinitos juntos no son posibles, sólo puede haber un infinito. Entonces puedes decir que el mundo es ilusorio y estarás en lo cierto. Pero esto no es un argumento filosófico. A través de la filosofía puedes convencerte de que no existe, puedes tratar de encontrar pruebas y argumentos que demuestren que es ilusorio. Y puedes convencer a tu mente de ello, y tendrás un sentimiento, un falso sentimiento, de que te has convertido en Brahma. Tienes que convertirte en Brahma, entonces el mundo se vuelve ilusorio, no viceversa. ¿Cómo te vas a volver Brahma si el mundo se vuelve ilusorio? Y no puede volverse ilusorio porque es tan sólo un concepto; piensa en ello.
“Negar la realidad de las cosas es no ver su realidad; afirmar el vacío de las cosas es no ver su realidad”. Y su realidad es Dios, su realidad es la verdad. Ahí está el árbol. Si niegas su realidad niegas lo Divino en él. El árbol es un hecho; un hecho es sólo lo que recubre la verdad. El pájaro es otro hecho, pero la verdad es la misma. Algunas veces la verdad se presenta en forma de pájaro, otras en forma de árbol, otras en forma de roca, y otras en forma de hombre. Todas ellas son formas.
Los hechos son formas, pero en cada hecho, si profundizas, está la verdad. Si niegas todas las formas, niegas el interior sin forma. Si dices que nada es real, entonces ¿cómo puede lo Divino ser real? Es imposible, porque la realidad viene de la realidad.
Y si dices que las cosas existen pero que están vacías, también esa es una postura filosófica porque el árbol existe como un ser, no como un compuesto. Hasta una roca tiene su propio ser. Cuando te vuelvas más sensible y observador verás que hasta una roca tiene sus estados de ánimo. Entonces cuando la roca esté feliz podrás sentir su felicidad, cuando esté infeliz podrás sentir su desdicha, y hasta cuando cante podrás sentir su canción. Pero tú necesitas muchísima sensibilidad.
No eres consciente; tu consciencia es un fragmento tan pequeño que se agota en los hechos diarios, en la rutina diaria. Eres sólo lo suficientemente consciente para llegar a la oficina y regresar a casa sin tener ningún accidente en el camino; sólo esa cantidad de consciencia tienes. Pero no puedes sentir la roca, no puedes sentir el árbol.
Todo está vivo, nada está vacío. Todo está lleno de consciencia, diferentes tipos de consciencia; es por eso que no puedes penetrar en ellas. Es difícil debido a los diferentes lenguajes de la consciencia. Un árbol tiene un tipo de consciencia y una roca otro totalmente diferente. Es difícil comunicarse con ellos porque nuestros lenguajes son diferentes, pero si te vuelves más atento, más consciente, si no tienes la mente llena de pensamientos, entonces te podrás acercar incluso a una roca. Nada está vacío; todo tiene un ser propio, todo tiene un Dios en su interior.
¡Llénate! Cuando te llenes de amor, de consciencia, de meditación, entonces no verás que el mundo está vacío. Si no tienes amor, entonces verás que no hay amor en el mundo. Si tienes un corazón que late con amor, sentirás el latido en todos los sitios. “Cuanto más hablas y piensas acerca de ello, más te alejas de la verdad”.
Pensar es divagar
En cuanto empiezas a pensar acerca de algo, inmediatamente has empezado a alejarte. Yo estoy aquí, tú puedes estar conmigo; pero si empiezas a pensar acerca de mí, te embarcas en un viaje sin fin, y cuanto más piensas más te alejas. Pensar es una forma de huir de la realidad.
Un pensador nunca está aquí y ahora, en el presente, está siempre en algún otro lugar. Un meditador está siempre aquí y ahora, y en ningún otro lugar. Por eso es que el pensar es el único obstáculo en la meditación. Tienes que hacerte consciente, y poco a poco, cuanto más consciente te vayas volviendo, más dejarás de cooperar con el pensar.
Yo te traigo una rosa y tú empiezas a pensar: “¿Qué hermosa es?”… Y así sigue y sigue… Y la rosa no podrá llegar hasta ti. Y era algo real; podría haberte penetrado. La rosa estaba lista para llamar a tu corazón, pero empezaste a pensar acerca de ella. A través de la rosa, algo de lo desconocido, de lo Divino, algo de más allá del tiempo, penetra en el tiempo. Pero si piensas, te lo pierdes, porque al pensar te alejas.
El filósofo piensa acerca de la rosa. El poeta siente acerca de la rosa. Y un místico, ni piensa ni siente; simplemente está en presencia de la rosa. Porque sentir también es alejarse. Un místico simplemente está en presencia de la rosa. Sin actividad, sin pensar, sin sentir; sin corazón ni cabeza. Simplemente está ahí con la rosa. Los hindúes lo llaman satsang: estar en presencia de la verdad.
Pensar es una actividad más burda y sentir es una actividad más sutil. Pero sabes que el sentir puede desembocar en el pensar y el pensar puede convertirse en el sentir.
Solamente estando con…, y entonces todo se revela, entonces se abren todas las puertas. No hay preguntas ni respuestas. Simplemente te has hecho uno con la realidad. Ni pensando ni sintiendo, sólo siendo, y de pronto tú ya no estás ahí y el mundo ya no está ahí. El Uno, Brahma, se revela. Tú y el mundo, ambos os habéis hecho uno. Lo infinito está ahí, lo que no tiene forma está ahí; y esa es la verdad.
La verdad no es una conclusión filosófica, es una experiencia existencial. No es ni pensamiento ni sentimiento, es existencial; estás con ella con todo tu ser.
El que no es ni esto ni aquello, el que no elige, el que no proclama que “soy esto o soy aquello”, el que simplemente está en la presencia, sólo ese puede conocer lo Divino.
¡No necesitas ir a ningún templo! Te puedes quedar junto a un árbol y ocurrirá. Ni siquiera necesitas acercarte al árbol: te puedes quedar simplemente contigo mismo y ocurrirá; porque lo Divino está en todos los sitios. Cada átomo vibra con ello, cada átomo lo celebra. Está en todas las cosas.
No pensar es la puerta
“Deja de hablar y de pensar, y no habrá nada que no puedas saber”. No-pensar es la puerta. Sin-palabras es la entrada.
¿Cómo lograrlo? La mente es muy astuta. La mente dirá: “Sí, es verdad”. Y te habrás alejado. La mente dirá: “No, eso es muy difícil, es imposible. ¿Cómo puedes dejar de pensar?”, y te habrás alejado. Si escuchas a la mente nunca estarás cerca de la verdad. Si escuchas a la mente estarás siempre de viaje.
Y nunca estás en contacto con lo real. Comes pero no te das cuenta porque la mente sigue pensando en mil cosas. Cuando estés comiendo; simplemente come, estate en ello. Cuando camines; simplemente camina, estate ahí. No te adelantes, no te vayas aquí y allí. La mente siempre se adelanta o se atrasa. Estate en el momento. Al principio te será muy difícil permanecer en el momento. Y a veces el momento puede que no sea muy feliz.
Toma una determinación: cualquier cosa que venga… tristeza, ira, depresión o infelicidad; sea lo que sea, estate con ella. Y de repente te sorprenderás de que si permaneces con la tristeza, la tristeza se transforma en algo hermoso, la tristeza se vuelve algo profundo.
Si empiezas a vivir en el momento verás que tu ser es un milagro, que tiene magia en sí mismo. La felicidad se volverá más profunda. Todo se transformará porque aportarás una nueva cualidad de ser, de consciencia, de presencia. No luches contra la tristeza ni persigas la felicidad, porque eso es alejarte, perderte.
La mente no está nunca donde estás tú: la consciencia está siempre donde estás tú. Ve abandonando más y más la mente y el darle vueltas a la mente y hazte más y más consciente y atento. Tráete a ti mismo al momento.
Al principio será difícil. Porque debido al hábito, la mente se irá una y otra vez. Tráela de vuelta. ¡No hay necesidad de luchar! Simplemente dile que vuelva, dile: “Ven”. De nuevo se irá…, en unos segundos ya no estará ahí. Dile de nuevo que vuelva.
Y poco a poco, cuando empieces a disfrutar de este momento (el eterno presente, el único tiempo que existe, la única vida que hay), cuanto más empieces a disfrutarlo, más presente estará la mente en ello. Y menos se irá.
Entonces se produce una sintonización. De repente estás aquí, en casa, y la realidad se desvela. La realidad siempre ha estado ahí, tú eres el que no estaba ahí. No es la verdad lo que hay que buscar, sino que eres tú el que tiene que volver a casa.
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Fuente: Extracto del capítulo 3 de “El Libro de la Nada”, de Osho, realizado por Emilio Carrillo.
http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/2014/06/la-verdad-no-se-puede-buscar.html
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