Pesticidas y químicos en campos sobre alimentos y cereales. (Flickr.com)
Un 68 por ciento del costo de los alimentos agrícolas producidos en Australia corresponde a productos químicos y pesticidas. Esto equivale a $ 26 mil millones de dólares, indicó un reciente estudio preparado por Deloitte para la CropLife. Algo similar podría estar ocurriendo en otros países.
Esta actividad que produce los alimentos ocupa en dicho país tan sólo 9.250 personas en tiempo fijo, y da alimentos a más de 21 millones de habitantes.
“¿Entonces tras ello deberíamos felicitarnos todos y comérnoslos?”, se preguntó The Conservation, el 5 de diciembre.
Opositores a esta práctica advierten que se está destruyendo el ambiente y produciendo alimentos contaminados.
“Los pesticidas (insecticidas, herbicidas y fungicidas) se aplican
en grandes áreas de la agricultura y el medio urbano, Su usos representa una fuente importante de contaminación química que es difícil de controlar”, según The Conservation.
En cambio el CEO de CropLife de Australia, Matteo Cossey, destacó tras el estudio de Deloitte, que “sin el uso de agroquímicos aprobados, modernos, Australia estaría incapaz de producir cerveza, vino y una serie de productos locales”, según informa Foodmag.
El representante de Deloitte Access Economics, Steve Brown, destacó que el estudio evidencia como incide el sector 'fitosanitario' en la economía, ocupación, exportación, producción y comercio.
Los insecticidas eliminan del sector no solo los posibles parásitos, sino todo tipo de buenos insectos, y justamente a aquellos que se comen a los insectos que dañan a la agricultura. “Aquellos (parásitos) que logran escapar del spray, se multiplican en manera descontrolada”, destaca The Conservation.
El uso excesivo y la dependencia de los pesticidas causó que las malas hiervas y los insectos desarrollen resistencia a estos, lo que se tradujo en aún mayor uso de pesticidas, en un intento de resolver el problema, agrega el reporte australiano.
Un ejemplo citado es el del excesivo usos de insecticidas por la industria algodonera, que en los años 90 propició la plaga de la polilla, la cual destruyó las cosechas. Como medida, los algodoneros adoptaron el algodón genéticamente modificado que incluye una toxina bacteriana.
Una reciente investigación francesa publicada en la Revista Naturte Biopthecnoogy indicó tras examinar 77 estudios en ocho países, que 13 especies de parásitos aumentaron la resistencia en el cultivo de algodón transgénico. Para los científicos, este hecho indicó un aumento, en comparación con el año 2005, en que se encontró un solo caso.
Según un estudio de la CSIRO, también citado por Conservation, en Australia, lo que se detectó en sus investigaciones, es que se produjo aumento de parásitos con genes de resistencia a un solo tipo de insecticidas usado.
Transnacionales que venden semillas genéticamente modificadas están promoviendo su solución a los productos alimenticios, que requieren grandes cantidades de pesticidas, y sus productos son cuestionados en el ámbito de la salud humana.
En Australia como en otros países en el mundo se está discutiendo el uso de agroquímicos y si se debe aplicar o no a moratoria de productos genéticamente modificados. El sur de Australia promueve mantener una prohibición de su cultivo.
A su vez en Tasmania, existe una moratoria al uso de transgénicos y el Vicepresidente Bryan Green, comentó que “la moratoria en Tasmania sirvió mucho, y creía que debería continuar”, informa Foodmag.
“Estar sin OGM es una gran medida en la marca de Tasmania y es vital para nuestro éxito en el mercado nacional e internacional más exigente”, dijo en sus declaraciones.
“La actual política busca posicionar Tasmania en el mercado global como productores de alimentos verdaderamente libre de productos genéticamente modificados”, agregó Bryan Green.
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