Aristóteles
El enfado o enojo, es una emoción que todos experimentamos en muchos momentos de nuestras vidas. Ya sea por asuntos que tienen menos importancia, como encontrarse en un atasco de tráfico, o asuntos más relevantes: que nos hayan despedido del trabajo, por ejemplo.
La emoción del enfado, al igual que las demás emociones, es necesaria y tiene diferentes grados de intensidad. Lo que caracteriza al enfado es que nace de una frustración, de una esperanza o deseo que no se ha logrado resolver.
¿Por qué nos enfadamos?
Las causas y motivos que producen un enfado pueden ser muy variados, y también dependen de cada persona; ya que lo que a una le enfada, no necesariamente le ha de enfadar a otra. Tampoco nos enfadan las mismas cosas en el mismo grado de intensidad.
El enfado se produce cuando deseamos algo que para nosotros es importante,
y existe un obstáculo que obstruye la realización de nuestro deseo.
Como por ejemplo: Tenemos muchas ganas de ir al cine, habíamos quedado ya con nuestra pareja para esa noche, e incluso habíamos elegido la película; nuestra pareja llega a casa y nos dice que está muy cansada que ya no le apetece ir al cine. En ese momento nuestro deseo de ir al cine se frustra y nos puede causar enfado.
Esta es una situación que puede darse de muchas formas posibles en nuestra vida cotidiana. El enfado ante estas situaciones sirve para darnos energía para enfrentar el obstáculo. Sin embargo muchos de esos obstáculos, no son intencionados, y resulta importante canalizar esa energía para que no resulte destructiva y nos atormente.
Esta sobrecarga de energía la llamamos enfado y tiene como función esencial enfrentarse a la frustración para asegurarnos la realización del deseo y de nuestra necesidad que se ha visto amenazada.
¿De qué depende que nuestro enfado sea destructivo?
Que el enfado que experimentamos se vuelva destructivo, es decir que haya un exceso de energía que lejos de permitir solucionar las cosas las empeoré más aún; dependerá de nuestras creencias y de cómo lo interpretemos. De las conclusiones que saquemos acerca del obstáculo que nos está frustrando.
Si hacemos una evaluación del obstáculo como algo que nos está frustrando a propósito, entonces es cuando se desencadena la energía suficiente como para enfrentar una batalla.
Nuestro organismo segrega una mayor cantidad de neurotransmisores de adrenalina y noradrenalina para impulsar nuestra alerta y actividad, con el fin de permitirnos entrar en confrontación y en lucha.
Dependiendo de la creencia que tengamos acerca del obstáculo, que nos esté frustrando nuestro deseo de forma voluntaria o involuntariamente. Entonces nuestra respuesta será más o menos acorde a lo que nos enfrentamos.
Cuando el obstáculo se considera voluntario nuestro enfado es destructivo, y haremos con el obstáculo lo mismo que creemos que él está haciendo con nosotros. Como algo propio de una batalla.
En cambio, si tenemos la creencia de que tal obstáculo no tiene intención y voluntad propia de impedir nuestro deseo; la respuesta será más acorde a la de resolver. Y aunque siga existiendo el enfado, no se volverá destructivo.
Ejemplo: Si nuestra pareja nos indica que no le apetece hacer algo, aunque frustre nuestro deseo, si entendemos que es porque simplemente no le apetece, nuestro enfado ya no será hacia nuestra pareja. Y esa energía no será utilizada para emprender una batalla hacia él o ella.
En cambio, si ante esa misma escena tenemos la creencia de que nuestra pareja tiene como objetivo que no consigamos lo que deseamos, entonces ese enfado se volverá hacia él o ella. Y se entrará en un conflicto que puede generar mucho malestar.
Cada frustración que experimentamos nos lleva de forma consciente o inconsciente a evaluar la causa que la ha generado. Y de forma inmediata, procuramos dar respuesta tanto si se trata de una intención adversa o no.
Por lo que dependiendo de la experiencia y del carácter forjado, puede haber personas que vivan constantemente en el enfado destructivo, porque interpreten todas sus frustraciones como una voluntad adversa, ya sea por el propio destino o por las personas que están a su alrededor.
“Si nuestra mente se ve dominada por el enojo, desperdiciaremos la mejor parte del cerebro humano: la sabiduría, la capacidad de discernir y decidir lo que está bien o mal”.
(Dalai Lama)
Bibliografía utilizada:
- Levy, N. (2000). La sabiduría de las emociones. Plaza & Janés.
Por: Rafa Aragón
http://lamenteesmaravillosa.com/destruyes-o-resuelves-con-tu-enfado/
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