Carl Gustav Jung
Es increíble darse cuenta la cantidad de cosas que una persona puede hacer al mismo tiempo: fumar, masticar un chicle, rascarse y escuchar la radio mientras conduce. Esta capacidad de dispersar la atención tiene sin duda un gran valor adaptativo y nos ayuda a desenvolvernos en nuestra frenética vida diaria. Sin embargo, el funcionar en piloto automático también tiene algunos inconvenientes como por ejemplo el cultivar una manera de interactuar con nuestra mente que nos impide disfrutar de todo lo que tenemos aquí y ahora, de modo que oscilamos entre pasado y futuro sin apenas prestar atención al presente.
Si nos perdemos las maravillosas sensaciones de una refrescante ducha matinal mientras pensamos en la última discusión con nuestro jefe no pasa nada, tampoco pasa nada si mientras hablamos con alguien estamos pensando en la lista de la compra o en lo próximo que vamos a decir en vez de escuchar lo que dice. Estos ejemplos más o menos inocentes pueden sin embargo darnos una idea de las graves consecuencias de funcionar continuamente en piloto automático.
¿Qué pasaría si lo que nos perdiésemos fuese la infancia de nuestros hijos? ¿O la relación con nuestra pareja?
Simplemente por no estar presentes en ellas, quizás estemos
de cuerpo presentes, pero nuestra mente está en otro lado.
Corremos persiguiendo algo que creemos nos hará más felices (generalmente situado en el futuro) y en ese momento experimentamos una especie de euforia y anhelo que pasa a convertirse en conformismo e insatisfacción en cuanto lo hemos conseguido. También se experimentan sentimientos negativos por el miedo a perder lo que hemos conseguido o recordar experiencias pasadas así que lo mejor es proyectar nuestra atención de nuevo hacia el futuro.
Este ciclo se perpetúa en el tiempo, corremos y corremos persiguiendo una zanahoria que nunca alcanzamos …
En otros lugares, como por ejemplo en Oriente, en lugar de concentrarse en la ciencia y todo lo que ella puede ofrecer al ser humano decidieron adentrarse en las cavernas de la mente para estudiar de manera introspectiva los entresijos, peligros y virtudes de esta.
Todo el conocimiento acumulado durante siglos puede resumirse en una sola palabra:
¡ATENCIÓN!
Hacia una higiene mental
El gran psicólogo William James ya alertó en los albores del siglo XX sobre la importancia de este proceso mental relegado a un tercer plano en la mayoría de los manuales de psicología. James fue muy criticado en su época por utilizar precisamente la introspección como principal método de estudio por considerarse no científico y por tanto despreciable para la ciencia y sin utilidad aparente.
Ese gran error parece ser reconocido hoy en día y esto se ha traducido en un creciente interés por el estudio de los procesos de la atención y en particular por la actividad contemplativa como la meditación.
Los últimos años se han desarrollado diferentes terapias para numerosos trastornos como la depresión, la ansiedad o el estrés basadas en terapias psicológicas existentes complementadas con elementos orientales como la meditación, el yoga o el qigong. A estas nuevas terapias se las ha denominado como de ‘tercera generación, y a las que utilizan la meditación como herramienta fundamental como ‘basadas en mindfulness’.
Mindfulness, se ha traducido al castellano como atención o conciencia plena. El término procede de la palabra sati en la lengua pali, que es la lengua que hablaba el Buda.
La cosecha investigadora al respecto se incrementa día a día, destacando las investigaciones que prueban la eficacia de estos tratamientos en multitud de trastornos además de mejorar la calidad de vida y bienestar en personas sanas.
Cabe destacar las investigaciones entorno a la depresión, la cual amenaza con convertirse en una verdadera plaga en el seno de sociedades industrializadas como la nuestra. Los nuevos tratamientos con mindfulness ponen énfasis en la prevención del trastorno y de sus recaídas más que en su curación, para la cual ya se dispone de herramientas suficientes tanto a nivel de terapia psicológica como farmacológica. Recordemos que quién la ha padecido alguna vez en su vida tiene un riesgo aproximado del 50% de recaer, y que para los que han recaído el riesgo de una nueva recaída se dispara hasta mas del 80%, con el tiempo se acaba en un círculo vicioso que ni la terapia ni los fármacos son capaces ya de romper.
El mindfulness propone vivir la vida momento a momento. El presente es lo que importa y la actitud mental que pretende cultivar incluye la aceptación de las experiencias independientemente de que sean positivas o negativas, el no juzgar y el velar por una actitud imparcial y ecuánime. Por eso enfatiza focalizar la atención en el momento presente para no perdernos nada de nuestras vidas, ni lo bueno ni lo malo, porque todo es digno y susceptible de ser vivido, y todo nos enriquece y nos ayuda a crecer. De esta manera, se desarrolla una higiene mental menos focalizada en el pasado (recuerdos) y en el futuro (preocupaciones y anhelos) y más acorde con la naturaleza humana. Queramos o no estamos hechos para vivir en el presente y ese es el camino que podemos seguir si lo deseamos porque siempre, en cualquier momento, somos nosotros mismos los que decidimos a qué queremos prestar atención aquí y ahora.
Arriesgarnos a cambiar nuestra manera de interactuar con nuestra mente puede resultar en algo de ansiedad al principio, pero esta acaba disipándose ante la inevitable revelación profunda de ser capaces de considerar nuestros propios pensamientos como eventos mentales que vienen y van y que no son verdades absolutas que debamos seguir o creer ciegamente.
Esta capacidad de discernimiento repercute en una mejor capacidad de percibir lo que nos rodea y por tanto nos permite elegir y tomar decisiones mas acertadas, además de disparar nuestra creatividad y despertar ese gusanillo a veces tan olvidado que es el capacidad de sorprendernos a nosotros mismos.
Por Francisco Gazquez Rodriguez
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