Nuestra manera de pensar puede estar basada en pensamientos y creencias que no fomentan la armonía interior ni la empatía hacia los demás.
Con el fin de aprender a ser más conscientes de nuestro contenido mental, es necesario que observemos nuestra forma de pensar y cultivemos creencias que nos eleven.
Con la práctica de este ejercicio, obtendremos muchos beneficios: El ego reactivo se apacigua, al observar nuestros pensamientos estamos en pleno poder de decidir qué decir y que callar, porque
estaremos pensando antes de hablar. Las emociones se equilibran, ya que las emociones surgen a partir de pensamientos previos.
Estaremos más en control de lo que pensamos, decimos y hacemos. Esta coherencia, trae paz.
Al observarnos, la mente se calma, y ya no “salta” entre recuerdos pasados y expectativas futuras, sino que se ancla más en el presente.
Frenar el ego reactivo
Nuestro ego quiere controlarlo todo y tener siempre la razón. Así, generamos discusiones interminables y todo tipo de relaciones conflictivas.
Preguntate: ¿Prefiero estar en paz y ser feliz o tener la razón?
Para volver al eje, tenemos que aceptar que nuestro punto de vista es sólo una parte de la ecuación.
Aprendamos a controlar nuestros impulsos.
¿Cuántas veces nos enojamos demasiado fácil? Habituémonos a tener en cuenta los sentimientos de los demás
y a no actuar caprichosamente imponiendo nuestras emociones negativas sobre los otros.
Seamos humildes cuando hayamos cometido errores, pidamos perdón y aceptemos que no somos perfectos.
Eso nos hace humanos y nos acerca a los demás.
Prestá atención a las situaciones que desafían tu paciencia
Tomá nota de tus emociones físicas que surgen ante determinadas situaciones.
Cuando sos consciente de cómo te sentís ante algunas circunstancias que te sacan del eje, podés hacer cambios.
No tengas tantas expectativas ni con vos ni con cómo deberías actuar los demás
El desequilibrio interior muchas veces se genera por expectativas no cumplidas.
En la vida hay muchas circunstancias que están fuera de nuestro control.
Las personas actúan de determinadas maneras que prueban nuestra paciencia,
veámos a estas personas como maestros que nos ayudan a poner en práctica nuestra paciencia.
Sin ellos o sin circunstancias fortuitas, no podríamos desarrollar mayor tolerancia.
Enfocate en las cosas importantes de la vida
Es fundamental centrarnos en las cosas realmente valiosas de la vida diaria.
No perdamos energía en discusiones que no conducen a nuestro bienestar ni el del otro.
Desarrollemos el diálogo tolerante y receptivo, incluso cuando no estemos de acuerdo con las ideas del otro.
Llegar a acuerdos es lo más sano que uno puede decidir.
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