Un profesor universitario quiso que los alumnos de su clase de sociología se adentrasen en los suburbios de Boston para conseguir las historias de doscientos jóvenes.
A los alumnos se les pidió que ofrecieran una evaluación del futuro de cada entrevistado. En todos los casos los estudiantes escribieron: “Sin la menor probabilidad de éxito”-.
Veinticinco años después, otro profesor de sociología dio casualmente con el estudio anterior y encargó a sus alumnos un seguimiento del proyecto, para ver qué había sucedido con aquellos chicos.
Con la excepción de veinte individuos, que se había mudado o habían muerto, los estudiantes descubrieron que 176 de los 180 restantes habían alcanzado éxitos superiores a la media como abogados, médicos y hombres de negocios.
El profesor se quedó atónito y decidió continuar el estudio. Afortunadamente, todas aquellas personas vivían en la zona y fue posible preguntarle a cada uno cómo explicaban su éxito.
En todos los casos, la respuesta, muy sentida, fue: “Tuve una gran maestra”. Y todos nombraban a la misma maestra que había transformado su vida de una manera extraordinaria.
La maestra aún vivía, y el profesor buscó a la todavía despierta anciana, para preguntarle de qué fórmula mágica se había
valido para salvar a aquellos chicos de la sordidez del suburbio y guiarlos hacia el éxito.
En realidad es muy simple –fue su respuesta- Yo los amaba.
Historia de Eric Butterworth
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En este mundo donde nos fijan innumerables modelos de éxito, de moda, de belleza, nos condicionan a tener ideas y prejuicios que limitan y separan.
Por eso tenemos que conocernos a fondo, saber de nuestras virtudes y talentos, y desarrollar lo que para nosotros es importante y da placer.
Nadie puede indicarnos qué podemos o debemos hacer, más que nuestra propia alma, y así seguro lograremos esa paz, felicidad y tranquilidad que tanto buscamos.
Logremos recorrer el camino que nosotros mismos anhelamos con el corazón y dejemos de caminar a los demás en total libertad.
Una vez escuché a un maestro decir una frase que me shokeó: “El día de tu muerte la única pregunta que tu conciencia te va a hacer es: ¿Cuánto amor fuiste capaz de dar?” Amigos divinos, logremos desarrollar tanto amor como seamos capaces.
“Por donde quiera que vayas, difunde amor: ante todo en tu propia casa. Brinda amor a tus hijos, a tu mujer o tu marido, al vecino de al lado…No dejes que nadie llegue jamás a ti sin que al irse se sienta mejor y más feliz. Sé la expresión viviente de la bondad de Dios; bondad en tu rostro, bondad en tus ojos, bondad en tu sonrisa, bondad en tu cálido saludo”.
Madre Teresa de Calcuta
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¿Qué pasa cuando el amor está ausente dentro nuestro?
La ausencia de amor da como resultado el odio, el miedo, las emociones más negativas. El amor se debe atesorar como la energía vital misma. Hagamos del amor la base de todas nuestras acciones. Llenemos nuestra vida de amor, para crecer en el amor y terminar la vida en el amor.
Los grandes seres, era tras era, afirman que todos somos encarnaciones de lo Divino. Todos somos personificaciones del amor y la paz. Somos lo divino en forma humana.
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