21 de julio de 2014

Un día conocí a Buda en la tienda de la esquina.

                                                             


Después de pasar todo el día en el centro de la ciudad, de camino a casa entré en la tienda de la esquina y, después de pagar el pan y la leche, le pregunté al tendero si podía darme cambio para la lavadora. Le di dos monedas de una libra y él me dio unas cuantas de veinte peniques con una sonrisa de oreja a oreja. Yo le dije: "Gracias", y él me contestó: "De nada".

La iluminación no es algo que vaya a pasarte en el futuro y que te mantendrá en un estado de perfección. No, la iluminación tiene lugar en todos y cada uno de los momentos. La iluminación es la sencilla alegría de las interacciones de cada día, es comprar el pan y la leche, es cambiar

monedas aquí y allá, es ese "¡Gracias! ¡Hasta luego!" cuando sales de la tienda. Es simplemente eso y nada más que eso.

La iluminación no se puede alcanzar. Es imposible que uno se ilumine en un momento. La iluminación sencillamente existe y, cuando se busca, se pierde... aunque lo cierto es que nunca se puede perder de verdad.

La iluminación en la tienda de la esquina: ¿a alguien se le había pasado por la cabeza?

Jeff Foster




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