La vida nos invita muy amorosamente a acercarnos y acercarnos y acercarnos aún más.
Cada aliento, cada pensamiento, cada sensación vibrantemente viva, cada sonido, cada sentimiento que surge con intensidad a través del espacio es un pequeño mensajero de la gracia, susurrando: ''no tengas miedo, yo también soy vida, recuerda que sólo soy tú mismo.''
La enseñanza final no se encuentra en los libros, ni en los sitios de Internet, ni tampoco sale de boca de las así llamadas figuras de autoridad. Nuestras ingeniosas formulaciones mentales como 'no hay ningún yo' o 'el libre albedrío es sólo una ilusión'; nuestras convicciones, abstracciones mentales y juegos de palabras no son nada en comparación con el asombro continuo de atestiguar esta eterna y misteriosa danza de ser y su eco a través de la
eternidad.
El maestro final no lo encontrarás en un salón de clase o en un satsang o predicando en un púlpito o en alguna conferencia. El maestro final es la vida misma, y esta enseñanza viva sólo comienza cuando nos permitimos entrar en comunión real con lo que hay aquí, completamente abiertos.
¿Qué tan profundo podemos hacerlo?
Párate frente a mí completamente desnudo, sin la protección de tu filosofía favorita, sin tus viejos y polvorientos libros, sin citar aquello que has leído o has escuchado, sin incluso la tan trillada idea se 'esto es sólo una historia' que tanto te conforta y nos separa.
Si crees haber encontrado las respuestas, si te sientes emocionado porque crees haber 'llegado', incluso si crees que eres 'el iluminado', está bien, no hay nada de que avergonzarse, todos hemos pasado por eso. Y si crees que no has encontrado aún las respuestas, si te sientes perdido y lejos de casa, también está muy bien. Tan sólo mantente cerca.
Trae tu frustración, tu confusión, tu alegría y tu dolor, tus convicciones y tus dudas y sentémonos juntos por un rato.
- Jeff Foster
(Imagen: Ruud Albers)
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