9 de febrero de 2014

Donde reside la paz - Prem Rawat


Cuando se trata de aprender, hasta un loro puede hacerlo. Un loro puede aprender a decir “Polly quiere una galleta”, pero no comprende quién es Polly ni qué es una galleta. Sólo entiende que cada vez que lo dice, le dan algo de comer.

Nosotros necesitamos ir un poco más allá de eso y comprender qué es realmente necesario. Pensamos que si conseguimos prosperidad y riqueza todo se resolverá, pero hay algo más que todos esos elementos. Para los seres humanos, lo más importante es la aspiración y el anhelo de paz. No importa adónde vamos, la religión a la que pertenecemos, dónde vivimos o lo que hacemos; a fin de cuentas, todos necesitamos sentir paz. ¿Por qué? Porque ésa es la naturaleza del ser humano, su composición.



Cuando tienes algo en abundancia, no te das cuenta de su valor, pero cuando se te quita, de repente descubres lo increíble que era. Estamos en este mundo, vemos cosas, hacemos cosas, pero no nos damos cuenta de lo importante que es estar vivo, existir cada día sintiendo plenitud, estar agradecidos por lo que se nos ha dado, cada día, y comprender y reconocer nuestra necesidad fundamental de paz.

Cuando se trata de comida, nuestra hambre debe satisfacerse. Cuando se trata de la paz ocurre lo mismo. Tenemos que sentirla; no simplemente decir: “Paz, paz, paz”, como un loro, sino que cada persona debe sentirla. Es

fundamental. Así es el corazón que se nos ha dado. Con nuestra mente tratamos de comprender el universo; con nuestro corazón podemos comprender nuestro propio universo. Usando la mente intentamos medir las profundidades del océano; usando el corazón podemos medir nuestra propia profundidad.



Cada ser humano sobre la faz de la Tierra es un universo para sí mismo. ¿Te das cuenta de lo único que eres? No hay y no habrá nadie como tú. Tu forma de sonreír, de reír, de llorar, tu forma de hacer daño, de cantar, de ser feliz… cada una de tus peculiaridades es un regalo del Creador que se te ha dado.

Sin embargo, ¿cómo vemos este regalo? Nos fijamos en lo que le falta. Decimos: “Tal cosa es lo que no tengo”. Nuestras escalas miden lo negativo, cuando necesitamos comprender que cada aliento es un regalo. Un regalo que se nos da y se nos da, y por el que nada se pide a cambio.

Nadie puede sustituir a otra persona. No hay nadie que pueda decir: “Siente paz por mí”. Eso sería como decir: “Bebe agua por mí. Come por mí. Duerme por mí”. Hay ciertas cosas que no se pueden sustituir. ¿Te imaginas estar tan ocupado para ir a tu propia boda que le dices a tu mejor amigo: “Ve y cásate de mi parte”? No funcionaría.

Así que lo que digo a la gente es que llegar a ese lugar interior en el que reside la paz depende de ti, sólo de ti.

Maharaji 



http://sabervscreer.wordpress.com/

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