A veces, cuando miro a mi alrededor y me quedo quieto, observando, escuchando y sintiendo todo lo que ocurre a mi alrededor, ya sea en el trabajo, en la calle, en mi casa, o en la oscuridad de la noche, distintos pensamientos y emociones fluyen desde dentro de mí hacia mi mente y mi corazón.
Existen cierto tipo de emociones que me embargan en distintos momentos, sentimientos a veces no muy saludables, como lo son la nostalgia, la tristeza y la carencia de sentido que a veces encuentro a esta existencia y a esta vida.
Son en estos momentos cuando siento lo que denomino “La Devastación Interior”, una especie de destrucción espiritual en la que distintas emociones se encuentran, se mezclan y se amplifican hasta cruzar en cierto modo la barrera del raciocinio y de la contención de los sentimientos y provocan un sentimiento único de desazón y de falta de sentido que me hace casi rozar el borde del pozo de la depresión.
Cuando veo la falta de humanidad en la gente, la ilógica de la política, la desesperación de los pobres, de la cantidad de sufrimiento que vemos a diario en los medios de comunicación, la enfermedad, la miseria y la desidia con que la sociedad trata todos estos temas, aparte de todas las dificultades a las que nos enfrentamos todos los trabajadores, entre los que me incluyo; los problemas económicos y sociales, tanto personales como generales, es entonces cuando entro en el estado más oscuro de mi espíritu del que me cuesta salir.
Cuando entro en el estado de “Devastación Interior”, todo mi mundo parece desmoronarse, mi espíritu llora y se lamenta y la vida parece un agujero de cloaca, hediondo y podrido, y todo porque mi frustración por no poder hace mucho por cambiar las cosas, por ver que soy insignificante y que no puedo hacer casi nada, me hace creer que ya no tenemos salvación y mi negatividad y mi pesimismo se elevan al máximo y caigo, caigo en la oscuridad y dejo de “vivir” y paso a una pequeña “muerte” espiritual en la que ya todo me da igual y tiro la toalla…
Pero entonces, vuelvo a mirar a mi alrededor, veo el cielo azul, la luz brillante del sol, una pequeña ave picotear tranquila delante de mí, el ruido de un claxon, la sonrisa de mis hijos, la mirada cariñosa de mi esposa, la fragancia de una flor y empiezo a respirar, inhalo el aire y expiró ese mismo aire, y me doy cuenta de que aunque soy una hormiga en el vasto universo, me puedo cambiar a mí mismo, que aunque todo parezca estar mal, no todo está tan mal como lo pintan, que aunque la desidia y el Mal campen por el mundo, siempre existirán oasis de bien y gente que realizará ese bien, porque no todo tiene que estar perdido mientras exista el bien más preciado que es la vida.
Cuando reflexiono y me doy cuenta de lo maravilloso que es el Mundo si lo miramos con nuestra mirada infantil, asombrándonos de que a pesar de todo, el Mundo sigue girando y el Sol sigue saliendo todos los días, siempre tendremos la esperanza de que mañana será un día mejor, y a lo mejor pueden pasar cientos de años antes de que la humanidad cambie y trascienda hacia un mundo mejor, pero debemos poner nuestro granito de arena y no dejarnos arrastrar por el pesimismo y la “Devastación Interior” pues al Mal le interesa que estemos con el espíritu devastado, pues así nos puede controlar y no nos deja obrar para cambiar nuestra realidad.
Esta es una reflexión que llevo tiempo dándole vueltas en mi cabeza, el concepto de “Devastación Interior” me ha parecido muy gráfico para describir este sentimiento de “desazón y sin sentido” de la realidad a la que nos enfrentamos, quizás parezca un poco exagerado, pero de verdad, creo que no estoy muy desencaminado al describirlo de esta forma, o por lo menos es la forma en la que yo lo siento. Gracias por vuestra atención.
Juanma.
http://juanma-enbuscadelsentido.blogspot.com.es/
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