23 de febrero de 2014

La razón patológica (Sobre psicopatología y salud)


El famoso caso de Phineas Gage, impecablemente narrado e investigado por el neurocientífico Antonio Damasio, desprende importantes respuestas y enigmas sobre el funcionamiento de la mente humana y el cerebro, sacadas a la luz a partir de un accidente de trabajo en el que una barra de hierro pasó por su mejilla atravesándole todo el cerebro a través del lóbulo frontal. No fue un caso para los seguidores de Broca, tan centrados en la funcionalidad de las áreas del lenguaje, en la comprensión y productividad lingüística, sino que abrió puertas para el estudio de la razón práctica, de la disociación cognitivo-emocional, de los sistemas individuales de valores, etc. Gage no volvió a ser el mismo tras el accidente, “ya no mostraba respeto por las convenciones sociales”, cuenta Damasio, “no había evidencia de preocupación por su futuro, ni síntoma de previsión”, se volvió fantasioso, blasfemo, irresponsable, imprevisible, rebelde, asocial… Todo ello le llevó a perder sus diversos empleos tras el accidente, a ser incómodo y molesto para los demás y a que finalmente terminara en un circo mostrando las huellas de su “tragedia”. Sin entrar en detallados análisis fisiológicos podemos afirmar que un impacto cerebral trastocó su mundo y sus valores morales y “racionales” se fracturaron dando lugar a una desinhibición emocional severa. La actitud de Gage se consideró patológica, fuera de la normalidad.

El debate puede tener aquí su primer punto de análisis, estableciendo la

marcada separación –todavía por clarificar de forma convincente- entre lo saludable y lo patológico. Clasificar una patología mental desde un criterio sociológico es la mayor trampa que una sociedad puede tenderse a sí misma. Si hoy en día todos admiramos a Don Quijote porque vio gigantes donde el racional Sancho sólo veía molinos de viento, cabe preguntarse hasta qué punto la razón es para la sociedad un lastre más que una cualidad, un impuesto filtro a través del que ver el mundo más que un saludable mirar. Puede que la sociedad se haya clavado una barra de hierro fantasma sobre su cabeza, obstruyendo necesarios canales de respiración vital como son la creatividad, la imaginación, la espontaneidad, la libertad… impidiendo que –resumiendo- el ser humano se muestre y sea –simplemente- tal como es. Teniendo en cuenta que existen alrededor de 10.000 mil millones de neuronas en el cerebro humano y más de 10 billones de sinapsis, tal vez nos enfrentamos a un número pequeño si consideramos las posibilidades cerebrales inhibidas desde la infancia, a través de la educación, las normas sociales y morales, la religión y los escasos cauces que dejamos para que se exprese la libertad en nuestras formas de vida actuales, regidas por un sistema trazado limitante.

La línea divisoria entre el artista y el loco ha sido corta (muchos serían los ejemplos de creadores que han visitado ambos mundos) en un terreno humano en el que la razón simboliza lo saludable, el artista lo aceptable (quizá ayuda un poco a entretener y a evadir la razón de una manera “institucionalizada”) y el loco lo patológico (pues no pone límites a su sinrazón, lo cual asusta e incomoda a los que se esfuerzan por mantener su cordura). La patología mental supone sufrimiento, sobre todo en un mundo en que ésta es exiliada, medicada, reprimida y silenciada. En los manuales de psicología aumentan las descripciones de patologías y síntomas y es posible que hoy en día no exista un individuo que pueda excluirse de coincidir con alguna de ellas. Así la definición es clara y contundente, y se llama psicopatología a aquello que se sale de lo “normal”, aquello que no cumple las convenciones sociales que llamamos “saludables” y “funcionales”. Pero, no nos engañemos, en un mundo loco el llamado “loco” es el más cuerdo, es una advertencia de salud, una llamada de alarma que nos exhorta de un peligro. Y quizá sea el mejor camino para regresar a la salud verdadera, pues como toda crisis, y como sucede con la enfermedad, no es más que una signo adaptativo de salud, una señal necesaria del organismo que todavía está vivo. 

Es la salud la que lanza su grito de auxilio y no sólo al que la padece, sino a toda una sociedad que parece haber enmudecido, cediendo al chantaje anestesiante de la razón, que paraliza al cuerpo y al alma hasta que finalmente muere. Como dijo Mahler al escuchar su propia obra musical: “un dolor ardiente cristaliza”. Un nuevo mundo se abre más allá de los límites de la razón, del tiempo y del espacio, y sólo de esta manera es posible “llegar al fondo de las cosas y traspasar las apariencias externas”. Dejemos que la razón silencie por unos segundos su parloteo mental acostumbrado y escuchemos así otras sinfonías y sueños interiores –guardados en luminosas y profundas regiones de nosotros mismos- que nos recuerden que todavía –y afortunadamente- seguimos vivos.


Diario La Verdad


http://lashorasylossiglos.blogspot.com.ar/2012/12/la-razon-patologica-sobre.html

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