Algunos coinciden en afirmar que la crisis global por la que está pasando nuestra sociedad capitalista es en su base una “crisis de valores”. Los valores que motivan al hombre a emprender ciertas acciones de acuerdo consigo mismo y sus creencias han estado fuertemente en dependencia de lo que la sociedad ha exigido del hombre, esto es, una especie de convención de modos de actuar que atan y esclavizan ciertas libertades con el miedo de perder otras que se suponen más importantes.
La competencia en todos los ámbitos de la vida crea un sentimiento de lucha individualista que forzosamente nos separa de intereses comunes y nos vincula hacia una ética egocéntrica y privada. Los valores pierden su rostro esencial y se dividen en imágenes ilusorias como las que habitualmente nos presentan en los anuncios publicitarios, cuando vemos a unos niños compitiendo por ver cuál de sus padres tiene un coche mejor, o que la clave del éxito y de la felicidad es tener una figura física baja en calorías y deslumbrante. Los anuncios publicitarios son escaparates virtuales que van forjando ideales que únicamente pueden ser alcanzados con dinero. De una virtualidad (la del dinero) a otra (la del consumo) el hombre habita un mundo irreal, frío y contaminado que poco tiene que ver con ese otro tipo de individualidad que ya reclamaban los antiguos filósofos griegos, esa parcela de libertad verdadera que nada ni nadie puede quebrantar: el respeto a la inteligencia.
Si en la televisión nos tratan como tontos, empezaremos a creer que realmente somos tontos. Si en el trabajo nos tratan como máquinas,
empezaremos a creer que somos máquinas. Si el estado nos manipula como números sin identidad humana, no tardaremos en pensar que somos simples números y como tal, habremos de sumar y sumar valores huecos y estériles para sentirnos útiles en el engranaje inhumano que la propia humanidad, en contra de sí misma y de su naturaleza, ha creado. Dijo Nietzsche: “Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado lo que son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas sino como metal”. Pero no nos engañemos más con lo de “crisis de valores”; una crisis de valores se da cuando realmente había valores que defender. Sin embargo, el único valor era la moneda, ese metal metafísico hoy en día, y la única crisis que ha habido es el miedo a la pérdida real del valor monetario. Si no hay monedas no hay valores, porque hemos dado todo el valor a una voluntad de poder gastar, consumir, tener, poseer, etc. Esas verdades que creíamos tan auténticas eran una ilusión al igual que la moneda es un simple metal. ¿Qué valores realmente se han puesto en crisis? ¿No estaban ya en crisis desde mucho antes? O, quizá, poniéndonos todavía más drásticos y posiblemente realistas, ¿no ha sido siempre el valor monetario lo que ha prevalecido en la historia moral y ética del ser humano por encima de su propio valor ético? Hay quienes dicen que esta crisis no va a traer sino más ansiedad, más necesidad de ganar y poseer, más ferocidad a esta gran máquina llamada capitalismo. ¿Qué está significando salir de la crisis? Encontrar desesperadamente nuevas formas para volver a ganar dinero. Así de sencillo.
Si en la televisión nos tratan como tontos, empezaremos a creer que realmente somos tontos. Si en el trabajo nos tratan como máquinas,
empezaremos a creer que somos máquinas. Si el estado nos manipula como números sin identidad humana, no tardaremos en pensar que somos simples números y como tal, habremos de sumar y sumar valores huecos y estériles para sentirnos útiles en el engranaje inhumano que la propia humanidad, en contra de sí misma y de su naturaleza, ha creado. Dijo Nietzsche: “Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado lo que son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas sino como metal”. Pero no nos engañemos más con lo de “crisis de valores”; una crisis de valores se da cuando realmente había valores que defender. Sin embargo, el único valor era la moneda, ese metal metafísico hoy en día, y la única crisis que ha habido es el miedo a la pérdida real del valor monetario. Si no hay monedas no hay valores, porque hemos dado todo el valor a una voluntad de poder gastar, consumir, tener, poseer, etc. Esas verdades que creíamos tan auténticas eran una ilusión al igual que la moneda es un simple metal. ¿Qué valores realmente se han puesto en crisis? ¿No estaban ya en crisis desde mucho antes? O, quizá, poniéndonos todavía más drásticos y posiblemente realistas, ¿no ha sido siempre el valor monetario lo que ha prevalecido en la historia moral y ética del ser humano por encima de su propio valor ético? Hay quienes dicen que esta crisis no va a traer sino más ansiedad, más necesidad de ganar y poseer, más ferocidad a esta gran máquina llamada capitalismo. ¿Qué está significando salir de la crisis? Encontrar desesperadamente nuevas formas para volver a ganar dinero. Así de sencillo.
En verdad, no puede haber otro camino cuando la bestia está hambrienta y necesita urgentemente seguir comiendo. Para muchas religiones el ayuno es una forma de purificación, de limpieza del alma, pero para el capitalismo supone la amenaza a sus valores, a su religión sin tregua de unión con el consumo como símil de felicidad o paraíso. Probablemente conocer los valores que han de regir a un individuo o a una sociedad en sí misma como ideal humano integrado sea irse a una inalcanzable utopía que no lleve a ninguna parte. Hemos de darnos cuenta que la sociedad cuenta con un instrumento que en gran parte tiene esa responsabilidad, y es lo que se llama política. Y la política no es algo aislado de la sociedad que rige su destino en la sombra sino la suma de todos trabajando, implicándose, en la organización de su polis. Hace mucho que se dijo aquello de ‘gobierno del pueblo’, esa otra especie de utopía que de forma realista denominamos como ‘democracia’ y de forma irresponsable dejamos al libre albedrío de unos pocos que cada cuatro años el pueblo unido cruza la calle para echar una papeleta que los ratifique o castigue. ¿A eso se reduce la democracia? ¿Eso es la política? Al menos tomemos en consideración ciertas reflexiones que nos incumben. Ya Kant afirmó una posibilidad de la razón necesaria cuando escribió: “Aunque no podemos conocer [los objetos de la experiencia] como cosas en sí mismas, sí ha de sernos posible, al menos, pensarlos”. ¿Realmente, me pregunto yo, acaso, como una forma de deber coherente, ‘pensamos’ un poco en todo esto? ¿Realmente sentimos que nos concierne el mañana? ¿Cuándo y por qué la sociedad tiró la toalla?
Diario La Verdad
Diario La Verdad
http://lashorasylossiglos.blogspot.com.ar/2009/09/la-otra-crisis.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario