2 de diciembre de 2013

Los alimentos y la luz



Comedores de fotones

Cada persona come por lo general un promedio de dos a tres veces al día. Con esto le aporta al cuerpo las multifuncionales y necesarias proteínas y otros elementos que necesita para funcionar correctamente: grasas, vitaminas, minerales, oligoelementos, y no menos importante, los azúcares o hidratos de carbono, que son el combustible para nuestro cuerpo. Esta energía de los alimentos normalmente esta medida en calorías o joules.
Existen tablas nutricionales que indican cuantas calorías debe consumir por dia una persona según su edad, sexo, actividad, tipo de enfermedad, etc. También está calculado el porcentaje de proteínas, grasas, azúcares y cuantas calorías debemos consumir para mantener la salud.

En nuestro llamado mundo civilizado la alimentación se ha vuelto un problema, y no por la escasez, sino por la mala calidad y el exceso de nutrientes ingeridos (suplementos dietéticos, vitaminas, minerales, etc).
Este desequilibrio se observa en el elevado número de personas

con sobrepeso y otros trastornos debido a la mala alimentación (alergias, trastornos digestivos, reumatismos, cardiopatías, enfermedades degenerativas, síndrome de fatiga crónica, bajo rendimiento, nerviosismo).
Incluso hay casos de mala nutrición, un tipo de desnutrición que se presenta, no por la cantidad sino por la baja calidad del alimento. Esto afecta en particular a los niños y jóvenes en edad de crecimiento, que representan una amplia franja de consumidores de alimentos y golosinas chatarra.

Al parecer se cumple la predicción de los indios americanos, que profetizaron hace 350 años ya, que en algún momento el “hombre blanco” moriría de hambre delante de sus platos llenos.

Más comemos, más enfermamos.

Mientras tanto, los médicos están asumiendo que el 80 % de todas las enfermedades en el mundo occidental son nutricionales - enfermedades llamadas de la civilización-. que junto al estrés y sus consecuencias, representan casi la totalidad de los problemas de salud en la actualidad.

Pero, ¿Dónde está entonces el valor de un alimento, si no en su contenido de energía, vitaminas, oligoelementos y minerales?
No son los componentes individuales y los ingredientes lo que determinan el valor de un alimento.

La comida es algo más que la mezcla de hidratos de carbono, grasas, proteínas, sales minerales, vitaminas, fibras, etc.
El todo es mayor que la suma de sus partes.
Depende de un orden global.
Es como un poema, lo importante no es la frecuencia de las letras que se utilizan ni su gramática, sino su construcción global, su mensaje, debemos entenderlo en su totalidad.

El mensaje de los alimentos

Lo fundamental en el valor de un alimento es su capacidad para transferirnos orden.

¿Eso quiere decir que no necesitamos los componentes individuales de los alimentos?

Sí, para la organización también necesitamos calorías, pero el contenido calórico no es tan importante como la capacidad de organizar.
Es como una guitarra, hay que tocar las cuerdas con suficiente energía para hacerlas vibrar. Sin embargo, lo fundamental es la capacidad para hacer vibrar las cuerdas de una determinada manera. Nuestro cuerpo es como un instrumento de cuerdas, que va a sonar mejor de acuerdo a la forma en que se pulsen estas, y principalmente, que vibren de forma armónica y coherente.

La calidad de los alimentos sólo se puede entender a través de su efecto sobre el campo de radiación del cuerpo.
Alimento de alta calidad significa que su consumo mejora el orden del sistema, la baja calidad conduce al caos, o sea, al desorden.
Al comer compartimos la información que estos contienen, este es el verdadero mensaje de los alimentos.




¿De que depende la calidad de un alimento?

Depende de la capacidad de almacenamiento de la luz. La calidad de un alimento está relacionada con su capacidad para almacenar fotones.
Si un alimento ya no puede almacenar la luz, entonces pierde su capacidad para transferir orden.

No puede aportar orden porque el orden es transmitido sólo por la luz almacenada. Así que para poner a prueba la calidad de un alimento, podemos medir esto a través de su capacidad de almacenamiento de la luz, y esto está directamente relacionado con su frescura y grado de manipulación.

En esencia no somos devoradores de calorías, ni tampoco omnívoros, carnívoros o herbívoros.

Somos comedores de luz.
Todos los seres vivos viven de la luz.
Las plantas se alimentan de la luz del sol.
La fotosíntesis es la conversión de materia inorgánica en materia orgánica gracias a la energía que aporta la luz. En este proceso la energía luminosa se transforma en energía química estable, siendo el adenosín trifosfato (ATP) la primera molécula en la que queda almacenada esa energía química.
Con posterioridad, el ATP se usa para sintetizar moléculas orgánicas de mayor estabilidad.
La vida en nuestro planeta se mantiene fundamentalmente gracias a la fotosíntesis que realizan las algas, en el medio acuático, y las plantas, en el medio terrestre, que tienen la capacidad de sintetizar materia orgánica (imprescindible para la constitución de los seres vivos) partiendo de la luz y la materia inorgánica.
El agua (H2O) y el dióxido de carbono (CO2) son dos sustancias que están presentes en cualquier cantidad en la tierra y en la atmósfera y se combinan en las plantas bajo la influencia de la luz solar formando azúcar.



En los animales que viven de las plantas y en los seres humanos, las moléculas de azúcar se separan nuevamente en dióxido de carbono y agua. El CO2 es exhalado por los pulmones y el H2O se elimina mediante la orina y la piel.
La energía solar que nos impulsa y suministra orden, permanece en el organismo.

Obviamente los alimentos naturales y frescos tienen la mayor capacidad para almacenar la luz.
La carne y el pescado son generalmente buenos para almacenar fotones, incluso tienen una gran capacidad para la transferencia de orden.
El inconveniente es que hoy en día por lo general la carne no esta exenta de antibióticos, hormonas, y otras sustancias que se administran a los animales vivos para evitar enfermedades y mejorar su rendimiento, sobre todo los pollos y otras aves de criadero.

Sin embargo, si se tiene la oportunidad de obtener carne o pescado a partir de animales alimentados y criados naturalmente, este puede ser un valioso alimento.
Lo mismo puede decirse de los huevos. Según estudios realizados con huevos de gallinas de granja y de gallinas de criadero, mostraron diferencias significativas.

Por eso siempre hay que tratar de consumir alimentos producidos en la región y lo más frescos posible.
Cuanto menos ha sido manipulado el alimento es mejor.
Lo mismo para los vegetales, hay que preferir siempre los frescos, de la estación y de la región y no los congelados que provienen incluso de otro país.

Tener siempre la precaución de lavar bien los vegetales y frutas ya que usualmente son tratados con pesticidas.

¿Cómo podemos saber el grado de frescura de un alimento?

Con la inspección, observándolo. El contacto de los ojos es fundamental.
Es importante la evaluación sensorial. Actualmente, debido a la falta de uso, muchas personas van perdiendo esta habilidad. Se compra ya todo empaquetado y listo para servir.

Pero también la habilidad sensorial se puede desarrollar. El uso y la repetición generan redes neuronales que mejoran y amplían la percepción.
Hay que entrenar los sentidos, no solo la vista. Se puede recordar muy bien si algo es bueno o malo. El olor de la fruta puede ayudarte con tu decisión. El sabor es de gran importancia.
Un tomate madurado al sol en el momento y lugar adecuados tiene un sabor fresco y una gran capacidad energética mucho mayor que un tomate de invernadero, que luego de cosechado es congelado y conducido refrigerado quizás a miles de kilómetros de la zona de cultivo.
Hay gente que piensa que lleva una alimentación "natural" o que se rotulan de"vegetarianos" y consumen fuera de estación frutas y vegetales transgénicos, congelados, que provienen de países lejanos y que seguramente han perdido toda su capacidad energética de brindar orden al sistema.


Un punto importante es cómo nos sentimos después de comer.

Cuando consumimos alimentos naturales de buena calidad, luego tenemos una sensación cálida y confortable y sobretodo muy saludable. Esta es señal de que el orden ha sido transferido.

Los alimentos manipulados artificialmente no están diseñados para saciar ni aportar orden al organismo.
Por esta razón son adictivos y generan desorden a nivel molecular.
Quizás no enfermen directamente, pero desorganizan y predisponen al organismo a la enfermedad.
Otra cosa, los alimentos chatarra no sacian el apetito. Es igual para las gaseosas como la Coca-cola con respecto a la sed, en este caso, nada como el agua fresca para saciarla.

Este es el problema de la sobrealimentación en los países más desarrollados, aunque este fenómeno se ha extendido globalmente.
Dicho de otra forma, al consumir alimentos frescos se come menos porque tienen un mayor poder saciador.

El manejo de los alimentos también influye en sus propiedades. Los productos refinados, congelados, enlatados, bajos en calorías (light), etc, tienen una pérdida de calidad en comparación con los productos frescos.
Sin embargo, la pérdida de calidad puede ser muy diferente. Por ejemplo, en el caso de la carne, hay que cocinarla porque nuestro organismo se adaptó a comerla de esta forma a medida que fue evolucionando. Además es conveniente hacerlo por razones sanitarias. Pero la pérdida de su calidad es mínima.
También hay vegetales que hay que cocinarlos para poder digerirlos mejor, como las papas, los porotos o incluso los cereales.

Los productos refinados, como los aceites, alimentos hechos a base de harina blanca u otros cereales y el azúcar, tienden a perder su capacidad de almacenar la luz.
La capacidad de un alimento de aportar orden, gracias a su aptitud de almacenar la luz, es utilizada para curar el cáncer, que justamente representa un desorden (caos) en el sistema.

Un alimento fresco y natural aporta luz y orden en el cuerpo.

Se debe educar el apetito. No es una cuestión de cantidad de comida sino de calidad. Hay que saber cuánto se necesita comer para estar satisfecho de verdad.
Satisfecho en el sentido de que comer brinde también una sensación de confort.
No es necesario comer demasiado, ya que esto además de entorpecer el funcionamiento del sistema, predispone a enfermedades y si encima se trata de alimentos de baja calidad el efecto se incrementa.

Es importante ir adquiriendo experiencia, para volver a encontrar un apetito sano, natural, y desarrollar una conciencia que permita distinguir y escoger alimentos de buena calidad.
Y sobretodo comer lo que necesitamos de acuerdo a los requerimientos de nuestro cuerpo.

Por último, como cuerpo y espíritu están unidos, el alimento del cuerpo es también un alimento del espíritu. La materia se transforma en energía e información disponibles para que la conciencia las utilice nuevamente para generar y mantener la actividad (física, emocional y mental) y la estructura del cuerpo.
Hay que considerar al alimento fundamentalmente como un alimento del espíritu, por lo tanto la manera en la que lo aceptamos y lo comemos es muy importante.
Es lo que nos acerca a la luz y nos diferencia de los animales.

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