Dios, religiones y maestros
La Madre Teresa decía: “Vienen a la iglesia dos horas por día y los veo llorar ante la estatua; le oran, le rezan como si Dios fuera una estatua de yeso pintado. Y después salen a la calle y no pueden ver a Dios en el niño, en el enfermo, en el discapacitado ni en el más necesitado”.
Lo que nos dice la santa es básico y fundamental. Y es un problema de las religiones, o al menos de muchos creyentes: ¿no es insólito que no puedan ver en la vida cotidiana lo que son, pero que le pidan a algo “superior” para que los ilumine y proteja?
Pensá en el Cielo y en el Infierno. ¿Qué son, en realidad? ¿No serán un estado de unión con tu verdad, o bien de separación con tu verdad?
Entonces, si te sentís muy separado de Dios, o si tenés un Dios al que imaginás ahí arriba, y al que le rezás por la noche, creo que todavía no estás en el cielo. No estás unido a tu verdad; más bien estás transitando una separación dolorosa: esa falsa separación que te aleja de lo que sos verdaderamente.
“Yo y el padre somos uno, y ustedes hechos a imagen y semejanza”, dijo
Jesucristo. ¿Qué hicimos con esa frase tan hermosa? ¡Durante siglos la interpretamos completamente al revés! ¡Invertimos el sentido y la tergiversamos!
Tomate un segundo y recordá una de las partes más conocidas de los evangelios: “Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios”… “Yo y el Padre somos uno”. Máximas que probablemente sepas de memoria. Pero, ¿las analizaste a consciencia? ¿Alguna vez te detuviste en ellas y las saboreaste?
A lo largo de la historia, muchos pueblos, teólogos y religiosos pensaron que estar hecho a imagen y semejanza de Dios significaba que Dios debía tener las mismas características que el ser humano. Bajo esa idea, entonces, lo primero que se impuso fue asignarle a Dios un nombre y una forma.
Ponerle rostros, y después otorgarle diferentes nombres, y luego adjudicarle características humanas. Por eso siempre creímos en un Dios poderoso, duro, vengativo, levemente cruel y castigador, que después –a la larga- demuestra que es protector y redentor.
Con esto quiero explicar que toda la construcción de las mitologías humanas no es más que la suma y la recreación de las características que los hombres le adjudicamos a Dios, pero que son esencialmente nuestras.
Otra posibilidad, a mi juicio mucho más interesante, es pensar que los seres humanos somos seres divinos viviendo una experiencia humana. ¿Entendés “el enroque” fundamental que implica esta frase?
Prestá mucha atención y releé: si comprendés el sentido profundo de esta frase vas a rozar la iluminación.
El 97 por ciento de la humanidad dice: “Soy un ser humano”. Ni siquiera se preocupa por lo espiritual.
Todos, alguna vez, pensamos así: “El animal es un animal, Dios es un ser divino, y yo soy un ser humano y hago lo mejor que puedo”. Ese es el 97 por ciento de la humanidad. Del otro 3 por ciento, los buscadores espirituales, el 2,9 por ciento dice: “No, yo soy un ser humano viviendo una experiencia espiritual”.
El mensaje que quiero darte es otro: sos un ser espiritual viviendo una experiencia humana. Y eso lo entienden muy pocos. No se lo plantean. No lo viven. Tratá de entenderlo bien a fondo, y no vivas más la separación, porque vas a seguir en el error.
http://espiritualidaddiaria.infobae.com/somos-seres-divinos-viviendo-una-experiencia-humana-2/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario