Es la emoción animal más habitual del planeta. En un momento puntual puede salvar la vida. Pero constante en el tiempo llega a tergiversar la realidad. Y la realidad es que las personas tenemos miedo a baja escala pero perseverante, como un dolor de muelas que puedes aguantar, pero te va cambiando el carácter.
Así actúa el miedo. Te paraliza y sueñas con la negación de dicho estado. Pero no es valiente el que no lo siente sino el que logra controlarlo. ¿Pero a qué tenemos miedo en esta sociedad? Al futuro.
Podríamos decir que el futuro es otra emoción y debería ser la mejor, aún no vivida. Pero se vive. Miedo y futuro, Futuro y miedo. No es lo mismo. Lo primero es esperanza, lucha, lo segundo resignación, arrodillamiento.
Al cambio. Al verdadero cambio tenemos miedo. Hay seres y momentos que se han sacrificado por sus hijos incluso con la recompensa de la muerte.
Nuestros políticos se han convertido en los vendedores del miedo. Nos dicen
las puertas que debemos ir abriendo pero detrás de esta hay otra, y otra, y vamos dejando atrás muchas que nos dicen que no abramos. Otros caminos. Pero el miedo no nos deja pensar, y el futuro se cierra en nuestras narices. Porque en las puertas que abrimos sólo pone “presente”, “presente”, presente”. Pero al final es la misma puerta distanciada en el espacio pero no en el tiempo. Damos vueltas en círculos. En su círculo.
Hay otras políticas, otras economías, otras personas en las que podemos confiar. Probemos. Seamos valientes, controlemos el miedo. Abramos otras puertas, ideas, costumbres. Miremos dentro de nosotros y veremos más allá. Lobo no come carne de lobo pero el miedo sí come futuro. G.R-M.
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