La manera habitual de lidiar con la incomodidad, desde la más leve hasta la más extrema, es intentar esconderse o escapar de ella. Ese escape asume muchas formas distintas. Conoces bien esas formas. Generalmente hay un culpar. Culpas a otros por tus faltas, o por las faltas de otro, o por las del mundo. Hay justificación. Te inventas excusas por regodearte en el sufrimiento y en la negatividad. Das peso, preeminencia e importancia a la excusa. Hay una negación del sufrimiento. Actúas como si no pasara nada, entras en una especie de trance disociado y vas caminando por ahí como una piedra diciendo: "No me pasa nada".
Todas estas estrategias tienen su lugar en el desarrollo de la conciencia
individual. A una mente inmadura le pueden ocurrir cosas que sean demasiado grandes para poder manejarlas y por eso se inventa estrategias para sobrellevarlas. No hay nada malo en ello. Son apropiadas en ciertos momentos y lugares. Pero cuando un individuo llega a un nivel de madurez particular, surge el deseo de conocer la verdad. El ansia de ver con claridad muestra la futilidad de todas las estrategias. La madurez descubre que no es posible escaparse encubriendo, negando, expresando descontroladamente o culpando. Uno reconoce que el sufrimiento evitado mediante las estrategias no hace sino agrandarse, porque intervienen más pensamientos, más historias y más emociones. En ese momento uno puede desilusionarse y sentirse incapaz de huir. Esta decepción es el comienzo del potencial que tiene la mente para abrirse y descubrir que es posible afrontar el sufrimiento plena y directamente. Si el padecimiento vuelve a aparecer, el reto consiste en afontarlo sin recordar lo ocurrido en el último encuentro con él. Afrontar el sufrimiento con mente abierta es sufrir conscientemente. Y ello es liberarse de la reacción de escapar. Cuando te liberas de la tendencia a huir, puedes darte cuenta, finalmente, de qué es realmente el sufrimiento.
En un verdadero encuentro se produce una explosión de amor, claridad y verdad. La esencia de uno mismo se revela de profesor a alumno, de amigo a amigo, de amante a amante, de padre a hijo, de mente a sufrimiento. Si empiezas a imaginarte qué te traerá el próximo encuentro, el verdadero encuentro se pierde, porque ahora es propiedad del pasado y la tendencia a evitar el sufrimiento empieza a enraizarse de nuevo. Al principio puede ser sutil y después, a medida que es fertilizada por la negación, la justificación, la culpa o la conceptualización de que no es nada, el sufrimiento se intensifica.
Este es el filo. Mientras haya un cuerpo funcionando y existiendo en este mundo aparente, habrá mente. No puede haber un cuerpo sin mente. Esa mente puede ser pacífica, abierta, sáttvica, acogedora, investigadora, o puede estar cerrada, disociada, ser una mente culpante y fabricadora de estrategias. En esta vida tenemos la oportunidad de decir la verdad sobre lo que está ocurriendo en la mente.
Debes ser consciente de la tendencia de la mente a tomar cualquier enseñanza y convertirla en otra estrategia, en otra excusa o en otro intento de escapar. No hay nada malo en eso. No es que esté equivocada o sea mala. Sólo está siguiendo su naturaleza. De hecho, esto es muy útil. Darte cuenta de esto te lleva a sentir humildad. Es el antídoto contra cualquier noción de arrogancia, superioridad o del intento de alcanzar algún lugar donde no puedas ser tocado. Cuando estás dispuesto a sentir y a decir: "He sido tocado por esto, duele, ¿qué es?", entonces verás lo que no puede ser tocado, pero no antes. Si es antes, es un truco de la mente, que es una gran especialista en todo tipo de ardides. Si te gusta el juego duro, entonces es una delicia. Evidentemente, te gusta recrearte estoicamente.
La vigilancia exigida es estar dispuesto a decir despiadadamente la verdad sobre la identificación. A decirla sobre cualquier historia que pase por la mente. Si hay emociones fuertes y continuas tienes que reconocer que se está contando una historia, aunque no seas consciente de su contenido. Tal vez sea subverbal. Tal vez no llegue a ser consciente, pero sigue habiendo cierta historia de sufrimiento y sobre un sufridor. Estando dispuesto a decir la verdad tienes la oportunidad de encontrarte con cualquiera de los dos. Ambos encuentros son autoindagación. Los dos revelan la inexistencia del sufrimiento y la inexistencia del sufridor. Pero esto sólo se desvela en un verdadero encuentro, no en un concepto. El concepto es simplemente un apoyo para creer en un sufridor que dice que no cree en el sufridor. Decir que no está pasando nada en realidad favorece que ese algo crezca todavía más.
Las emociones no son un problema. Las emociones forman parte de la textura de la vida. Enfado, miedo, pena y tristeza son como la meteorología cambiante. Pero la continuidad de cierta emoción a lo largo del tiempo indica que la mente está fabricándose cierta historia, con pensamientos sutiles o no tan sutiles, y que después va añadiendo otros sobre los primeros.
Éste es el desafío más complicado. Es un reto espiritual. Antes de esto, son simplemente ir tirando, mantenerse de una pieza, encontrar un escape. Éste es otro nivel de reto, y no es para encontrar una huida, no es mantenerse de una pieza, no es para hacer que todo sea tranquilo y seguro. Este desafío es nada menos que la invitación a la verdadera vigilancia.
Gangaji
http://vivirenpresencia.blogspot.com.ar/2011/09/cuando-nada-es-algo.html
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