Pero aclaremos las cosas: el ego es una entidad imaginaria, una ilusión, una burbuja ideal donde tu imaginación se echa a pasar el tiempo. Así que no tiene sentido luchar contra algo que no existe. Sencillamente, hay que dejarlo que desaparezca por sí mismo.
Cuando abres los ojos y te dejas envolver por el presente, te has convertido en el presente. El ego ha desaparecido. No necesitas realizar ningún esfuerzo para que desaparezca; simplemente, tienes que olvidarte del ego.
Al quedarte sin ego, estás silencioso por dentro y ese silencio puede envolver el mundo entero. Pero sólo una personalidad auténtica puede mantenerse dentro del silencio. La personalidad pervertida no soportará ni un rato en esa situación y escapará rápidamente hacia la charla interna.
El ego no existe. Deja de pensar y lo comprobarás: inmediatamente desaparece. Era nada más que un zumbido dentro de tu cabeza, una
especie de moscardón que no quería irse por nada del mundo.
Esto es algo que puedes experimentar en el terreno de la práctica, con el mismo rigor de cualquier otro experimento científico. En este caso, el laboratorio es tu propia persona. Cuando dejas de pensar, de inmediato te das cuenta de que el ego no eras tú. Pensabas que eras tú, pero eso era nada más que una identificación.
Sin embargo, este acto de “dejar de pensar” no se puede mantener mucho tiempo. No tardarás en volver a pensar y pensar, no podrás evitar que el zumbido vuelva y se apodere de tu ser. Eso sucede porque has estado demasiado tiempo identificado con el ego.
La personalidad auténtica es la que te permite ser quien eres. No es una personalidad forjada por otros, sino por ti mismo. Aunque en realidad, no sólo está forjada por tu persona sino también por el presente impersonal. El rasgo principal de la personalidad auténtica es que puede vivir en el presente. De hecho, podríamos decir que está forjada por el mismo presente y que va creciendo en ti lo mismo que un bebé crece en el vientre de su madre. Por eso se habla de un segundo nacimiento cuando se indica que una persona está en condiciones de vivir en el presente o que está “iluminada”.
Lo que nace por segunda vez es una personalidad. Muere la personalidad pervertida (el ego) y nace la personalidad auténtica.
Una vez que te observas a pleno, descubres que el ego es la suma de todas las excusas que organiza una persona para no estar presente. Si te aceptas tal como eres, estás presente, eres el presente.
El ego es la negación del presente. Su estructura consiste en establecer lo que deberías ser y fingir que eres eso. Por supuesto, al fingir que eres otra cosa, no puedes ver lo que eres.
Quedarse sin ego es simple. Tan sólo tienes que dejar de pensar y permitir que te invada el presente. Sin embargo, mantenerse sin ego es otra cosa. Estás acostumbrado a fingir que eres lo que no eres y lo haces hablando contigo mismo sin parar.
Pongamos en claro que no tienes que “mantenerte” en el presente. Esa es otra exigencia del ego, que no quiere perder el control. Si estás en el presente, eso es lo que es. Si no estás, eso es lo que es. Hacer “un esfuerzo para estar presente”, tan sólo es cosa del ego. Tú no puedes estar presente; sólo el presente puede estarlo. A lo sumo, puedes convertirte en una gota sumergida en el mar del presente, en una energía que abarca todo lo que se ve y todo lo que no se ve.
Sí, el presente es omnipresente. Por eso, si lo niegas, estás en conflicto. El sufrimiento surge de resistirse al presente. Las emanaciones del presente son inexorables y por eso expulsan todo lo que no esté presente. La palabra “expulsar” no ha sido usada por azar. Durante siglos, el ser humano se ha considerado como una especie expulsada del paraíso. Hemos sido expulsados del paraíso. Es decir, se nos ha expulsado del presente. Lo absurdo del asunto es que nosotros mismos nos hemos expulsado del paraíso.
El presente es lo que es. Tú puedes decir que es real, o que es irreal, o lo que sea. Al presente no le importa tu interpretación. Y al margen de tal interpretación, puedes vivir en el presente o no. Si quieres vivir en el presente, tu pasado imaginario está demás y tu futuro anhelado también. No hay lugar posible para una voluntad personal. Sólo existe la voluntad del presente. Por eso es que se dice: “Hágase tu voluntad y no la mía”. Esto es: “Hágase la voluntad del presente y no la mía”.
Tu voluntad personal es el ego. Una entidad imaginaria que se resiste a vivir el presente y quiere hacer un “mundo aparte”. Por eso, una característica del ego es la de interpretar que existe una brecha entre el mundo y tú. El ego dice: “Yo y el mundo”, como si tú y el mundo estuvieran separados. Por supuesto, se trata de una separación imaginaria. También es imaginaria esa separación que el ego quiere hacer prevalecer entre tú y la vida. Algo así como decir: “yo y mi vida”, es decir, dos cosas separadas. La idea de que “yo controlo mi vida”, o de que “yo hago lo que quiero con mi vida” nace de esa locura fundamental. El ego considera que es el dueño de su “propia vida”. Y, por lo tanto, puede hacer lo que quiere con ella. Tiene una supuesta voluntad propia, autónoma y libre.
Cuando dices: “Hágase tu voluntad y no la mía”, estás dejando que el presente pueda penetrarte y atravesarte. Esa es la única manera que tiene un ser humano de estar presente. No importa si es budista o cristiano, si medita o realiza trabajo social intenso, si cree en algún dios o no cree, si es intelectual o persona de acción.
“Hágase la voluntad del presente y no la mía”. Cuando lo dices y lo haces, cuando aceptas que se haga la voluntad del presente, desaparece la separación. Ya no existe el presente por un lado y tu voluntad por el otro. Has vuelto al paraíso. ero el paraíso del presente tiene una cualidad inconfundible: es irradiante. Su manifestación emana una energía que expulsa todo lo que no es presente. Así como la luz, cuando aparece, elimina toda oscuridad, el presente expulsa todo lo que no es presente.
Extraído de "El Abrazo del Presente" - Flora Espinosa
http://vivirenpresencia.blogspot.com.ar/2010/12/la-voluntad-del-presente.html
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