11 de enero de 2014

Mindfulness y la capacidad de elegir



En la cultura popular de Occidente se nos enseña que la manera de alcanzar la felicidad es cambiando nuestro ambiente externo para que se adapte a nues­tros deseos. Pero esta estrategia no funciona. En toda vida se manifiesta el pla­cer y el dolor, la ganancia y la pérdida, el elogio y la recriminación. La psicología budista ofrece un enfoque diferente de la felicidad, nos enseña que los estados de conciencia son más importantes que las circunstancias externas.
Habla o actúa con una mente ilusoria y la desgracia te seguirá como la rueda al buey que tira del carro

Habla o actúa con una mente clara y la felicidad te seguirá tan de cerca como tu sombra, inquebrantable -Dhammapada-



Cuando Ajahn Chah advertía que lo estaba pasando mal, solía llamar mi atención: «¿Qué? ¿Atrapado de nuevo en algún estado?». En el monasterio del bosque constantemente recibíamos la instrucción tanto de observar la propia conciencia como de nombrar de forma precisa cada uno de los estados que la llenasen a lo largo del día: asustado, aburrido, relajado, confundido, resen­tido, tranquilo, frustrado,etc.

A veces Ajahn Chah nos pedía que nombráramos en voz alta nuestros estados para que pudiéramos reconocerlos con más claridad. A un monje recién divorciado de Bangkok le amonestaba: «¿Sientes tristeza? ¿Rabia?

¿Pena de ti mismo? Bueno, es natural. Contémplalo todo». Y riéndose, le decía a un monje inglés que se sentía confundido: «¿Puedes ver lo que ocurre? Estás distraído, confundido, hecho un lío. Sólo son estados de la mente. Venga, ¿te crees los estados de tu mente? ¿Estás atrapado en ellos? Entonces seguro que sufrirás».

En la cultura popular de Occidente se nos enseña que la manera de alcanzar la felicidad es cambiando nuestro ambiente externo para que se adapte a nues­tros deseos. Pero esta estrategia no funciona. En toda vida se manifiesta el pla­cer y el dolor, la ganancia y la pérdida, el elogio y la recriminación. La psicología budista ofrece un enfoque diferente de la felicidad, nos enseña que los estados de conciencia son más importantes que las circunstancias externas.

La conciencia adquiere los colores de los estados que la visitan –Buda

La manera en que experimentamos la vida depende más que nada de los estados particulares de la mente con que la recibimos. Si estás mirando el desempate en un partido de fútbol y tu hija es la nerviosa portera de uno de los equipos, tu conciencia estará llena de preocupación, interés y excitación en cada jugada. Si eres el chofer que está esperando para recoger al hijo de alguien, contemplarás las mismas escenas, los jugadores y la pelota con abu­rrimiento y desinterés. Si eres el árbitro, percibirás las cosas de otro modo diferente. Lo mismo ocurre cuando se está escuchando música de Beethoven, arrancando malas hierbas, viendo una película de Woody Allen o visitando la Ciudad de Méjico. La conciencia pura adquiere los colores de nuestros pen­samientos, emociones y expectativas.

Cuando la conciencia adquiere un color o es condicionada, actúa como las partículas, apareciendo y desapareciendo, adquiriendo cualquier cualidad que se presente en ella. Puede sentirse como una sucesión de momentos diferentes, que surgen de las condiciones presentes tanto de la mente como de los sentidos.

Como ocurre con la luz y con el sonido, puede observarse la forma en que la con­ciencia surge como momentos particulares diferenciados. Y, como Ajahn Chah intentó enseñarnos, algunos de estos momentos pueden también cambiarse.

Reconoce los estados mentales que llenan la conciencia. Cambia los estados dañinos por estados saludables.

A través de los sentidos y su conciencia particular construimos nuestra realidad, del mismo modo que un artista puede pintar el mundo entero utili­zando cualquier combinación de los colores rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta.

El maestro birmano Mahasi Savadaw, en su instrucción para la meditación, me propuso hacer las cosas más despacio y advertir de forma precisa cómo surgía y desaparecía cada momento. En el comedor del monasterio, cada segundo traía nuevas imágenes, sonidos, olores y pensamientos. Cuando me sentaba a comer arroz con pescado al curry, podía notar el roce de la ropa, escuchar los tonos cambiantes de las voces de los visitantes, sentir y oler el sudor de mi cuerpo; al observar con plena atención cómo extendía mi brazo para coger un mango y comerlo, me di cuenta de que había un fondo de comentarios de pensamientos y sentimientos. Al principio, todo esto estaba mezclado, pero después de meses de entrenamiento en la atención plena, mi percepción se hizo microscópica. Unos pocos minutos contenían miles de momentos de sonidos, imágenes y sabores junto con la con­ciencia del oído, la vista y la lengua, todo mezclado como manchas de colores en una pintura impresionista o los puntos de luz en una pantalla de televisión para crear mi experiencia del almuerzo.

Incluso ahora, mientras lees, puedes advertir las impresiones de los sentidos y las conciencias, que surgen y se desvanecen rápidamente como los fotogramas de una película, uno tras otro. Detente un momento, levanta la vista de la pantalla y date cuenta de cómo la pantalla y las ideas que contie­ne desaparecen de tu conciencia, sustituidas por las imágenes que tienes ante ti. Vuelve a este artículo y de nuevo, después de leer esta frase, desplaza tu atención a tus sensaciones corporales: el contacto con el asiento y con el suelo, sensaciones de calor o frío, hormigueo, tensiones, vibraciones. Date cuenta de cómo el artículo y las ideas que contienen se apartan de la conciencia cuando lo haces. Las impresiones de los sentidos y la conciencia de los sentidos son los dos primeros pasos para construir nuestro mundo.



ESTADOS MENTALES DAÑINOS Y ESTADOS SALUDABLES

Para completar este cuadro de nuestro mundo, volvamos a la mujer que está viendo como su hija juega al fútbol. Contempla el juego y escucha los sonidos y estas percepciones son recibidas por la conciencia de la vista y del oído. También está excitada, preocupada, orgullosa, interesada. Su experiencia de los sentidos está coloreada por muchos estados mentales. Estos estados mentales constituyen el tercer aspecto de la experiencia humana. Estas cualidades de la mente, llamadas estados mentales, dan color a la conciencia.

Con cada impresión de los sentidos y con la conciencia que la recibe, surgen cualidades de la mente, como preocupación, orgullo y excitación. Surgen, entre los sentidos y la conciencia, y añaden su color a la experiencia. Estas cualidades mentales y lo que traen a cada experiencia son esenciales para nuestra felicidad.

Un amigo recomendó a Dennis, un agente inmobiliario, que asistiese a un curso de meditación en Spirir Rock. Dennis era un hombre atractivo de treinta y tantos años que ya venía con sus propias listas y acababa de romper con su novia de veintisiete. Estaba triste porque ninguno de los dos se había portado dema­siado bien. También había pasado por toda una serie de maestros espirituales. Pensé que con seguridad que yo iba a ser la siguiente decepción de su lista.

Al principio Dennis odiaba la meditación. «¿No podría encontrar otra chica y ya está?», preguntó. Le dije se olvidase de la chica y que centrase su atención en la respiración y en el cuerpo. Durante las siguientes semanas le indiqué qué prestase atención y se diera cuenta no sólo de sus experiencias externas sino también de sus estados mentales, de las cualidades mentales que llenaban su día. Dennis no estaba preparado para lo que vio. Creía ser una persona feliz, pero descubrió más momentos de insatisfacción de los que hubiera podido imaginar. Junto con ellos, había estados mentales de aversión, aburrimiento, juicio y ansiedad. También había muchos momentos de placer, pero le sorprendió la frecuencia con la que se sentía insatisfecho o ansioso. Inmediatamente empezó a juzgarse: «¿Qué me ocurre? ¿Por qué no puedo estar más sereno?». Ahora es­taba insatisfecho con su propia mente. Cuando me lo dijo, me reí y le hice notar que simplemente estaba atrapado en los estados mentales de insatisfacción, sufriendo por ello, en vez de considerarlos sólo como pensamientos.

Este fue un momento crucial para Dennis, en el que empezó a entender la naturaleza de la felicidad. Finalmente Dennis desplazó la atención de los problemas externos a los estados internos que conformaban su experiencia.



A través de la psicología budista podemos entender fácilmente la salud mental. La presencia de estados mentales saludables crea una mente sana; la presencia de estados mentales dañinos crea una mente angustiada, infelicidad y enfermedad mental. Esto refleja una diferencia importante respecto a la mayor parte de la psicología occidental, que se centra principalmente en los conteni­dos residuales de la conciencia, en lo que pensamos. Aunque esta visión ha dado lugar a muchos enfoques terapéuticos creativos, a menudo nos deja enredados en la producción interminable de pensamientos y emociones. Aquí, la psicolo­gía budista da un giro liberador, retrocediendo un paso para investigar con la atención plena el funcionamiento de los propios estados mentales, enseñándo­nos a liberarnos de aquéllos que nos provocan sufrimiento y a favorecer los que producen dicha.

En primer lugar hay trece cualidades comunes y universales que todos experimentamos en muchos momentos. Incluyen la estabilidad, la fuerza vital, la sensibilidad emocional (agradable o desagradable), el deseo y la apreciación. Éstos son modos básicos en los que funciona la mente. Al ver cómo surgen estos factores, podemos entender de qué manera la mente recibe y procesa la información de forma instantánea.

Lo siguiente, y más importante, es dirigir nuestra atención a los factores mentales que es posible adiestrar. Se dividen en estados saludables y estados dañinos, Los factores dañinos tienen tres raíces: el apego, la aversión y la ilu­sión. A partir de estas raíces surgen estados de envidia, rigidez, ansiedad, es­tupidez, cinismo, egoísmo, duda, agitación y percepción errónea. Todos los experimentamos a veces. Cuanto más fuertes son estos estados, más intensa­mente sufrimos. En el peor de los casos, dan lugar a psicopatologías. El apego y la codicia dan lugar a la adicción, la preocupación se convierte en paranoia, el cinismo en sociopatía, la aversión en odio y en ira. La guerra, la violen­cia, el racismo, la explotación y la injusticia son sus frutos.



Los factores saludables tienen tres raíces: el amor, la generosidad y la sabiduría. A partir de estas tres raíces surgen estados de claridad, serenidad, discernimiento, alegría, aceptación, confianza, discreción y equilibrio. Cada uno de estos estados mentales saludables crea una mente feliz y libre. Se desarrollan a partir de la atención plena y, como la luz del sol en la niebla, la presencia de estos estados disuelve los estados dañinos. Entre las miles de prácticas y enseñanzas budistas, casi todas trabajan para liberar los estadios dañinos y cultivar los saludables.

La división de las cualidades mentales en estados dañinos v saludables nos ayuda a ver las causas de nuestra felicidad y de nuestro sufrimiento con cla­ridad. También describe una importante verdad psicológica: los factores salu­dables y dañinos se inhiben mutuamente. De modo que cuando fomentamos los estados saludables, los dañinos desaparecen.

Para trabajar con nuestros estados mentales, tenemos que reconocer la rapidez con la que pueden cambiar, desapareciendo a menudo sin que nos demos cuenta. Como no somos conscientes de nuestros estados internos, nos sentimos controlados por las influencias externas. El mundo nos compla­cerá en un momento y nos defraudará en el siguiente, y nos veremos atrapa­dos en nuestros patrones habituales de apego y frustración.

Si nos entrenamos en la atención plena, aprendemos a ser conscientes de nuestros estados mentales sin que nos atrapen. Esta capacidad de introspec­ción es la clave de la psicología budista.

Buda pregunta: «¿De qué manera un practicante puede permanecer estable en la observación de los estados de su mente?». Y su instrucción es: «El practicante es consciente de cuando la men­te está tensa y de cuando está relajada … el practicante es consciente de cuando la mente alberga odio y de cuando alberga amor … el practicante es consciente de cuando la mente alberga preocupación y de cuando está serena».

Cuando contemplamos nuestra mente, podemos advertir los estados mentales que predominan, como si nos diéramos cuenta del tiempo que hace.

Del mismo modo que una tormenta puede traer lluvia, viento y frío, podemos observar el conjunto de estados dañinos que aparecen en los días malos. Podemos encontrar resentimiento, miedo, ira, preocupación, duda, envidia o agitación. Podemos advertir cuán a menudo estos estados surgen y cómo nos apegamos a su punto de vista.

También podemos advertir los estados saludables en los períodos en los que nos sentimos más libres y con el corazón abierto. Podemos sentir cómo el Amor, la generosidad, la flexibilidad, la tranquilidad y la simplicidad son na­turales en nosotros. Es importante darse cuenta de estos estados. Ellos nos enseñan a confiar en nuestra bondad original.

June vino a verme cuando estaba atravesando un turbulento divorcio. Esta­ba especialmente preocupada por su hija de once años. Empezamos sentán­donos juntos a meditar, sin pretender arreglar nada, solamente sosteniendo la tristeza y el dolor de toda la situación con compasión. En vez de tratar su expe­riencia como una emergencia e intentar cambiarla, tomamos algunas respi­raciones profundas y nos situamos en la experiencia, simplemente estando presentes en el momento. Con esta nueva espaciosidad, pedí a June que presta­se atención a sus estados internos, a lo que sentía y a lo que pensaba. Inmedia­tamente empezó a llorar. Dijo que su vida interior se movía desde la extrema preocupación y la agitación a la autorecriminación, la culpa y la ira. No podía dormir; se obsesionaba imaginando el futuro que ya no podría ocurrir. Su mé­dico le había dado tranquilizantes, que la habían serenado un poco. Pero su mente estaba aún abrumada.

La invité a que reconociera amablemente en voz alta los estados que estu­vieran presentes. Empezó a identificar el conjunto de estados de ira y miedo en el momento en que aparecían. Pudo darse cuenta de lo pegajosos que eran, y de lo fácil que era creer el hechizo que proyectaban. Y, sin embargo, mien­tras estábamos sentados y su capacidad de estar atenta se hacía más fuerte, empezó a advertir que no eran la única cosa en la vida. Se río un poco y se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no sentía ese alivio.

Para apoyar esta claridad recién descubierta, propuse a June todo un programa que incluía meditaciones sentadas diarias para practicar la atención plena y la compasión. También se comprometió a practicar el no causar sufrimiento, incluso al que pronto iba a ser su ex marido. Cada mañana recitaba una intención de compasión y paz para sí misma y para todas las personas que encontra­se. Simplificó su forma de vivir y empezó de nuevo a hacer ejercicio con algunas amigas. Pasaba mucho tiempo con su hija. Yo me encontraba con ella periódi­camente para apoyar los cambios que favorecerían sus estados mentales saluda­bles y para ayudarle a confiar en su fuerza interior y en su bondad.



June atravesó un largo proceso legal. Incluso a pesar de la meditación, dijo que experimentó sufrimiento y desesperación durante todo ese tiempo. Sin embargo, debido a que el sufrimiento era tan intenso, se sintió también motivada a trabajar con su mente. A través de su práctica de la aten­ción plena, empezó a reconocer cada vez con mayor claridad los patrones de miedo y celos como estados mentales dañinos. Se dio cuenta de cuánto dolor le provocaban en su cuerpo y en su mente, porque eran tóxicos y destructivos. Y como deseaba vivir de una forma más amorosa, poco a poco empezó a desprenderse de ellos.



SOLTAR LOS CONDICIONAMIENTOS DAÑINOS

“Para convertirte en tu propio psicólogo” dice el Lama Yeshe, «no necesitas aprender demasiada filosofía. Lo único que tienes que hacer es examinar tu mente cada día. Cada día compruebas cómo están tus asuntos materiales, cada mañana compruebas la comida que hay en la nevera. ¿ Por qué no examinar el estado de tu mente?

¡Investigar el estado de tu mente es mucho más importante!».

Cuando aprendemos a ser plenamente conscientes de los estados mentales, empezamos también a ver la forma en que son habituales, el modo en que están condicionados. La neurociencia moderna nos dice que hemos grabado nuestras reacciones del pasado en las sinapsis que envían mensajes de una neurona a otra, lo que hace más probable que en el futuro envíen el mismo mensaje. Prestando atención, reconocemos cuán a menudo la experiencia de un momento se ve seguida por una reacción inmediata. Puede nos quedemos sorprendidos al ver lo impersonales y habituales que son nuestras respuestas. Pero poco a poco comprenderemos que la atención plena nos ofrece la opción de elegir una respuesta más saludable.

Un estudiante de meditación, Jeremy, me habló de lo difícil que le resul­taba encontrarse con un antiguo amigo suyo, Zach, que le había traicionado en un negocio. Antes de eso, cada vez que Jeremy se encontraba con su amigo, experimentaba la visión de su amigo junto con un sentimiento de afecto, ex­citación y felicidad. Ahora, cuando lo veía, sentía ira, tristeza e infelicidad.

En estas dos situaciones, la experiencia sensorial de encontrarse con Zach era la misma. La diferencia esencial está en las cualidades mentales que sur­gían con la experiencia. Como eran vecinos, se encontraban a menudo. Ha­bían intentado hablar; incluso habían probado a meditar. Sin embargo, los sentimientos de ira y resentimiento persistían. La visión de Zach traía consi­go una respuesta automática condicionada por la traición. Jeremy podía sentir su mente y su cuerpo contrayéndose con dolor cuando el recuerdo surgía de nuevo.

En el siguiente encuentro, en vez de volver a visualizar por enésima vez la historia de su agravio, Jeremy se paró a advertir lo que ocurría. Investigó más profundamente el dolor. Sí, le había dolido. Pero ya había hecho lo necesario para evitar más perdidas. Respirando suavemente pudo advertir que no había ningún nuevo problema, que sus estados metales eran el resultado de un con­flicto pasado. Respiró de nuevo y dejó que la ira y la agitación estuviesen, sosteniéndolas con la atención plena, sin alimentarlas. Empezaron a suavizarse, y apareció un sentimiento tranquilo de alivio. Cuando su ex amigo pasó ante él, pudo reconocer la traición, pero no se quedó atascado obsesivamente en los estados de infelicidad. Con este simple acto de observar sus estados, Jeremy dio un importante paso hacia la comprensión y la liberación.



Como Ajahn Chah enseñaba, «Cuando tienes sabiduría, el contacto con la experiencia es como estar ante un árbol lleno de mangos maduros. Pode­mos elegir entre los mangos buenos y los que ya están pasados. Escoges lo que más te conviene, porque sabes qué frutos te sentarán mal y cuáles te sentarán bien».

Al entrenarnos en la atención plena, empezamos a ver qué frutos son dañinos y cuáles son sanos. Practicando con las experiencias agradables y des­agradables, descubrimos el poder de la atención plena para permitir una res­puesta saludable a lo que sea que surja. La atención plena es el rey o la reina de los estados saludables. Se da cuenta de qué experiencias están presentes y crea las condiciones para que surja nuestra integridad, amor, generosidad y simpli­cidad naturales.

Con la atención plena en los estados mentales, podemos elegir entre prac­ticar la paz o ir a la guerra, entre quedarnos apresados y atascados o liberar­nos de los estados dolorosos y sentirnos bien. Podemos desprendernos de la capa de arcilla y dejar que brille el oro del interior.



Extraído del libro “La Sabiduría del Corazón” de Jack Kornfield


http://elcosmovisionario.wordpress.com/2013/06/12/mindfulness-y-la-capacidad-de-elegir/

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