10 de enero de 2014

DEL SUEÑO AL NEGOCIO DEL FÚTBOL ¿NIÑOS FUTBOLISTAS O BIENES DE CONSUMO? LOS CLAROSCUROS DE LA LIGA DE LAS ESTRELLAS

Un reportaje sobre el negocio del fútbol y cómo se ha ido extendiendo el tráfico y la venta de menores africanos cada vez más jóvenes a clubes europeos. El cronista chileno Juan Pablo Meneses, autor de Niños Futbolistas, desgrana para Desalambre la contradicción del consumo de este deporte como entretenimiento. La película ‘Diamantes negros’, de Miguel Alcantud, basada en la historia del joven futbolista maliense Alassane Diakité.


“El fútbol en América Latina es, con todo, mucho más que dinero. Más que traspasos y managers y agentes y ventas y comisiones y niños transferidos y pasaportes falsos y robo entre clubes y robo entre representantes de futbolistas y pobres que se hacen millonarios y millonarios que compran pobres y ricos más ricos y pobres siempre pobres. Además y a pesar de lo anterior, se trata de una pasión, una descarga, una locura, una catarsis, un sueño, un grito, un gol, un gooool carajo, gooooool hijo de puta, goooooolazo y la concha de tu hermana”.

Juan Pablo Meneses, Niños Futbolistas (Blackie Books, 2013)

Alassane Diakité nació en Tabako, Malí. Le gustaba jugar al fútbol más que cualquier otra cosa en el mundo. Cuando su padre murió, él era todavía un niño. Se trasladó a casa de unos tíos, y estos le permitieron perseguir su sueño. Así entró en una escuela en Bamako, la capital del país. “Mi sueño era venir a Europa a jugar porque aquí se juega el fútbol más prestigioso del mundo, lo tenía muy claro”, explica por teléfono desde Madrid, donde reside ahora. Un contacto

del presidente del club del que formaba parte le vendió el sueño: venir a Francia a jugar con el filial de un equipo grande, el Paris Saint Germain, el Olympique de Marsella…

¿Quién se atreve a decir que no? Su familia reunió los 3.000 euros que este supuesto agente pedía. Cuando llegó a París, con 16 años, pronto se dio cuenta de que todo era mentira. Hoy juega en el CD Canillas, un club modesto de Madrid. No se ha convertido en Eto’o ni Kanouté, como soñaba, pero sabe que en cierto sentido es afortunado. Los que llegan son una minoría. “Me considero un profesional y le agradezco al fútbol la vida que tengo”. Alassane sigue desprendiendo pasión por este deporte.

Mamadou Traoré también nació en Malí, hace 18 años. Antes de empezar a hablar, sentado en el sofá del bungalow donde viven algunos de sus compañeros en las categorías inferiores del Elche Club de Fútbol, con los que comparte comida y cena a diario, respira hondo y se queda pensativo. “Hace mucho tiempo que no pienso en esto, es muy difícil de explicar para mí”. Su padre era conductor de camión y tras sufrir un accidente en el que perdió una pierna envió a Mamadou a Bamako con un tío. Tenía unos 10 años y dejó de estudiar. Había que trabajar para ayudar a la familia.

Un amigo lo convenció para ir a Marruecos. Desde allí, a cambio de unos mil euros, podrían cruzar hasta Algeciras. Mamadou no menciona la patera en la que viajó, ni los dos compañeros que iban en ella y murieron durante el trayecto. Lo hace al final de la conversación, cuando de repente, cambia de idioma, y su memoria comienza a dejar salir esos recuerdos que todavía duelen en francés, como si volviera a verlos. El desierto, el mar, sus caras, la despedida, cuando se los tragó el Mediterráneo definitivamente.

Mamadou quería ser policía pero por carambolas de la vida pasó del Centro de Menores de Murcia a las filas del UCAM Murcia y de ahí al Elche C. F. Es un buen centrocampista. “A los niños que viven en mi país o en África les diría que se queden allí, que se busquen la vida, que no hagan lo que yo hice, que no vengan así, es muy duro”. Y se marcha silencioso. Es sábado por la tarde y juega cedido en el Alicante. En breve, este maliense se calzará las botas. Ahora ya se ha acostumbrado a ellas, la primera vez que saltó al césped en España le acabaría pidiendo a su entrenador permiso para jugar descalzo. En Mali jugaba al fútbol sin artificios. Pero parece que cada vez son menos los lugares en los que el fútbol es simplemente eso, fútbol.

Fotograma de la película Diamantes Negros, que se estrena hoy en cines. / Fotografía: CyPComunicación

Juan Pablo Meneses quería escribir un libro. Y quería comprar un niño futbolista. “Periodismo cash” lo llama. “Lo que me interesaba no era tanto el deporte sino la idea del consumo de entretenimiento y el gran entretenimiento de nuestra sociedad es el fútbol. Había muchas cosas que me llamaban la atención de este mundo y quería entrar ahí. Eso es lo que permite el ‘periodismo cash’, al ir a comprar un jugador yo entro en el mercado como consumidor y entonces el mercado se me presenta de manera diferente para poder escribirlo”, cuenta a Desalambre este cronista chileno. En este ejercicio narrativo sobre la realidad que duró más de dos años, Meneses no ocultó en ningún momento su condición de escritor.

Precisamente este viernes se estrena en los cines la película Diamantes Negros, dirigida por Miguel Alcantud, un filme que acerca a la gran pantalla esa otra cara de este deporte de masas, pasiones y muchos ceros. La de los sueños rotos de numerosos niños y adolecentes que salen de sus lugares de origen con la ilusión de llegar. Se calcula que 20.000 niños africanos que alcanzaron Europa con esta promesa viven ahora en la calle. Algunos viajan engañados, con una falsa promesa, como Alassane, mientras que otros muchos, como ha comprobado y experimentado Juan Pablo Meneses, son directamente comprados a sus familias a cambio de una parte del pastel si al final el negocio resulta.

“Esto está pasando en Europa, no sólo en África o América Latina”, comenta Alassane, cuya historia ha inspirado la de uno de los protagonistas de Diamantes Negros. “Esto sucede también de Europa a Europa, niños de España hacia Francia o Alemania o al revés”, añade. En suma, “se trata al niño como una mercancía que se mueve a costa de su ilusión”, denuncia este joven de 22 años que ha iniciado una acción para exigir a la UEFA y a la Federación Española de Fútbol un código de conducta contra el tráfico de menores en el fútbol.

El fútbol se ha convertido en un gigantesco negocio que mueve miles de millones de euros al año, una compleja maquinaria que necesita constantemente nuevas materias primas, en este caso, personas. “Hoy el negocio de moda en el fútbol es comprar niños”, sostiene con rotundidad Meneses. ”Y la propia lógica del sistema trata de obtener el máximo beneficio con el menor coste, de ahí que cada vez los niños sean más pequeños”.

Por eso, como señala Chema Caballero, buen conocedor de ese continente que exporta diamantes negros, “la cuestión de los niños futbolistas hay que considerarla en el conjunto de cómo vemos y nos relacionamos con África. África es un lugar donde vamos a coger lo que necesitamos, ya sean diamantes, petróleo o jugadores de fútbol, y no nos importa tanto el cómo lo hacemos, lo importante somos nosotros”. Los nuestros. Los goles.

Juan Pablo Meneses, autor de Niños futbolistas: “En las escuelas de fútbol de los barrios pobres latinoamericanos hay muchos padres que no trabajan esperando que llegue alguien a comprarles el hijo”.

Fotograma de la película sobre el tráfico de menores en el fútbol Diamantes Negros / Fotografía: CyPComunciación

En el argot futbolístico no son niños, los llaman “promesas”. La última que ha protagonizado recientemente titulares en la prensa deportiva española es la de Claudio Gabriel Ñancufil, un niño mapuche de ocho años de edad. Este pequeño, nacido en uno de los barrios populares de Bariloche, en la Patagonia argentina, y al que ya se le conoce como el “Messi de las nieves”, llegará a la Masía a principios del próximo año. Según el diario bonaerense Clarín, el equipo catalán está firmemente interesado en Claudito. Hay muchas expectativas puestas en él, empezando por las de su actual representante. En el argot futbolístico los llaman “cazatalentos”.

En su libro Niños futbolistas, Juan Pablo Meneses desentraña uno de los aspectos más ocultos del mundo del fútbol. “Hoy en día, el negocio de moda en el fútbol es comprar niños, se sabe que está creciendo y el inicio del boom tiene nombres y apellidos: Lionel Messi”, explica este escritor chileno. “El negocio de Messi es tan brutalmente bueno que despertó la ambición, la codicia, el interés, o llámese como se quiera, de mucha gente, de padres, de representantes, de grupos de amigos que se juntan y se dicen ‘imagínate, compramos un niño de un barrio pobre por unos pocos miles de dólares y en unos años termina costando más de cien o doscientos millones de euros’”.

El propio Meneses se convirtió en un cazatalentos durante dos años de su vida. Este proyecto de escritura y acercamiento a la realidad ha resultado en una crónica descarnada que, sin más pretensiones, pone la cuestión sobre la mesa. “Yo nunca quise cerrar un tema, yo quise abrir”.

El proceso que se describe en Niños futbolistas es similar al que han explicado los medios de comunicación en el caso de Claudio Ñancufil. Un empresario de Barcelona, Lolo Otero, manager de la agencia Sueños Comunicaciones, ve un vídeo en Youtube de un niño que levanta poco más de un metro del suelo y hace maravillas con el balón. El empresario viaja hasta la Patagonia, negocia con la familia, y se hace con los derechos federativos del pequeño, lo que popularmente se conoce como “el pase”, generalmente a cambio de un porcentaje. A partir de ese momento, el representante pasa a gestionar el futuro del niño, a “moverlo”.

“Las familias, en general, son familias muy pobres. Si uno va a las escuelas de fútbol de los barrios pobres latinoamericanos ya hay muchos padres que no están trabajando esperando a que vaya alguien a comprarles el hijo. Para nuestras sociedades bienpensantes lo que hacen estos padres es una absoluta irresponsabilidad, sin embargo, en la lógica de ellos, es el camino obvio. Entre venderle el hijo a un europeo o que se quede en el barrio y termine traficando con cocaína no hay muchas otras alternativas”, esgrime el autor del libro, quien asegura que su mayor miedo y preocupación era precisamente el momento en que empezara a hacerle a los padres esa pregunta: ¿por cuánto me vendes a tu hijo? “Yo lo quería preguntar así porque así funciona el negocio, los niños se venden. Las primeras veces estaba muy nervioso pero muy rápidamente me fui dando cuenta de que, casi sin importar el país, las familias no solo estaban dispuestas a vender sino que empezaban a negociar rápidamente el tema del precio”.
A la caza de la mayor rentabilidad

Cuanto más pequeño es el niño, mayor rentabilidad a largo plazo, menos intermediarios. “En esta sociedad de consumo lo que importa para el que compra es siempre comprar barato y vender caro. Y cuanto más joven, más barato. Lionel Messi llegó a Barcelona con 13 años, ahora están fichando a los niños a los ocho”, destaca Meneses refiriéndose al caso de Claudito, el Messi de las nieves.

No es el único. Hace unos meses, el Real Madrid anunció a bombo y platillo el fichaje de un niño japonés de nueve años, Takuhiro Nakai, al que llaman Pipi. Otra “joven promesa”, “la perla nipona” o el “mini-Messi”, como lo han llamado los medios de comunicación españoles. “Hay que entender –explica Meneses- que para mucha gente esto es normal, no hay leyes que lo prohíban, la discusión no está en si es legal o no, es mucho más sutil, tiene una dimensión moral mucho más compleja relacionada con las contradicciones propias de la sociedad de consumo, de nuestro mismo sistema”.

Un sistema que prohíbe y penaliza el trabajo infantil. “Eso es lo fuerte: si tú te traes a un niño de nueve años, si te lo llevas a otro continente, donde se habla otro idioma, a trabajar en la cosecha de algodón o cosiendo camisetas de Nike, estamos hablando de esclavitud infantil, pero cuando eso mismo se hace con el fútbol, entonces se trata de un gran proyecto, y la prensa del mundo lo publica como tal, esos mismos medios que suelen hablar en contra del trabajo esclavo”, recalca el autor de Niños futbolistas.

¿Se puede considerar trabajo? Meneses lo tiene bastante claro. “Estos niños tienen que rendir desde el día siguiente a su llegada. Imagínate la presión. Un niño al que a los ocho años se lo llevan a Europa a jugar al fútbol y toda la familia se va con él [en el caso de Claudio Ñancufil se ha publicado que tanto su madre como su hermano de 12 años se trasladarían con él a la Ciudad Condal]. ¿Acaso ese niño puede decir a los 13 ó 14 años,’‘papá, quiero ser astronauta?’”, se pregunta. “Es muy difícil, todos están esperando que triunfe, que vuelva en las Navidades como lo hace Alexis Sánchez, cargado de regalos para todos. Y lo peor de todo, lo más brutal, es que no se los llevan para que ganen cuando lleguen a Primera División, tienen que ser campeones de su categoría. La presión empieza desde el primer momento”, remata.

El fútbol transformado en negocio deja de ser un juego. Esto es algo que saben bien los niños del Adiur, en Rosario (Argentina), un club respaldado por el Villarreal, una especie de filial externalizada de la escuadra castellonese. A mediados de noviembre, los medios locales de esta ciudad argentina que desprende pasión por el fútbol, se hacían eco de una protesta iniciada por padres de estos niños que rondan los siete años de edad. Según afirman, la vinculación con el Villarreal lo cambió todo, hasta el punto de que algunos niños han quedado fuera de la escuela por no tener cualidades suficientes para triunfar. Así lo denunciaba uno de estos padres, Gabriel Barbieri, en una carta enviada a un medio rosarino: “todas las explicaciones apuntan a órdenes del Villarreal. Ahora me pregunto si la función social de ambos clubes queda a un costado y aquí solo importa el rédito económico que pueda obtenerse de algún jugador. No todos los chicos quieren triunfar en este deporte, algunos solamente quieren aprender a jugar, divertirse y vivir la niñez”.

Según Juan Pablo Meneses éste es un tema que está creciendo, pero que los destellos de este deporte de estrellas ocultan. “Lo que están haciendo muchos clubes europeos, pero sobre todo españoles, es comprar clubes de barrio en Argentina o Brasil y los están convirtiendo en sus factorías, echando a los niños de siete años que no tienen habilidades”.

Tales son los tentáculos de este negocio que el escritor chileno prefiere hablar de post-fútbol y adelanta por dónde podrían ir los tiros en el futuro: “en el post-fútbol es como si tuviéramos a un experto financiero en el estadio explicándonos, cada vez que un futbolista toca la pelota, qué significa eso para la Bolsa. De hecho, es muy probable que en el corto plazo los jugadores salgan a Bolsa”.

Sabe que no anda muy desencaminado. En Estados Unidos, la empresa Fantex, una startup de Silicon Valley ya ha anunciado que lanzará al mercado un millón de acciones de una de las estrellas del fútbol americano.

Articulo de Maribel Hernández en eldiario.es


http://ssociologos.com/2014/01/02/del-sueno-al-negocio-del-futbol-ninos-futbolistas-o-bienes-de-consumo-los-claroscuros-de-la-liga-de-las-estrellas/

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