Había una vez un huerto lleno de hortalizas, árboles frutales y toda clase de plantas.
Daba gusto sentarse a la sombra de un árbol en el huerto a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero un buen día empezaron a crecer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado. Descubrieron que cada cebolla tenía en el mismo corazón (porque también las cebollas tienen su propio corazón), una piedra preciosa. Esta tenía un topacio, la otra un aguamarina, aquella un lapislázuli, la de más allá una esmeralda.
Daba gusto sentarse a la sombra de un árbol en el huerto a contemplar todo aquel verdor y a escuchar el canto de los pájaros. Pero un buen día empezaron a crecer unas cebollas especiales. Cada una tenía un color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado. Descubrieron que cada cebolla tenía en el mismo corazón (porque también las cebollas tienen su propio corazón), una piedra preciosa. Esta tenía un topacio, la otra un aguamarina, aquella un lapislázuli, la de más allá una esmeralda.
¡Era una verdadera maravilla!
Pero se empezó a decir que aquello era peligroso, inadecuado y malo… ¡Las cebollas
deben ser blancas como siempre habría sido!Total, que las cebollas de colores tuvieron que empezar a esconder su piedra preciosa. Se pusieron capas y más capas, cada vez más oscuras y feas, para disimular cómo eran por dentro. Y así se convirtieron en unas cebollas de lo más común.
Pasó entonces por allí un sabio, que gustaba sentarse a la sombra del huerto y sabía tanto que podía comunicarse con las cebollas. Empezó a preguntarles una por una:
- ¿Por qué no te muestras como eres por dentro?
Y ellas le iban respondiendo:
- Nos obligaron a ser así.
- Nos fuimos poniendo capas porque los demás nos criticaron mucho por nuestros colores.
- Nos fuimos poniendo capas porque los demás nos criticaron mucho por nuestros colores.
Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya ni se acordaban de porqué se pusieron las primeras capas.
Al final el sabio comenzó a llorar. Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que llorar ante las cebollas era propio de personas muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue llorando cuando una cebolla nos abre su corazón. Y así será hasta el fin del mundo…
Post: Leo H.
Una publicación de Asmin.
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