11 de septiembre de 2013

LA AVARICIA DE LA HUMANIDAD ES INSACIABLE

La avaricia de la humanidad es insaciable
– Aristóteles
No se trata de ningún lema creado tras la última gran crisis que aún sufrimos en muchos países. Ni siquiera se trata de una frase ingeniosa de alguno de los grandes pensadores del siglo XX. Para haber conocido a su autor tendríamos que haber nacido en la época dorada de la Antigua Grecia, donde Aristóteles escribió esta frase dentro de un interesante libro llamado La Política. Llegó a esa simple conclusión al observar su entorno y percatarse de que siempre que se satisfacía un deseo, uno nuevo aparecía para ocupar su lugar.
Aristóteles
Algunos pensadores romanos, como por ejemplo Lucrecio, también se hicieron eco de esta afirmación, y en cierto modo es una idea que permaneció latente durante siglos.
Muchos escritores y pensadores la han recuperado con el paso de los años, pero ha sido algo que nunca ha llegado a calar en el grosor de la sociedad.
Busca entre los hombres, de mendigo a millonario, uno que esté satisfecho con lo suyo y no encontrarás uno entre mil (…) Hoy tenemos que comprar unas botas y un abrigo, mañana, un reloj y una cadena; al día siguiente debemos instalarnos en un apartamento con un sofá y una lámpara de bronce; después tenemos que tener alfombras y vestidos de terciopelo; luego una casa, caballos y carros, pinturas y decoraciones.

León Tolstói
Quizá la razón por la cual esto no terminaba de calar en la sociedad era el hecho de que, hasta la llegada de la revolución industrial, la mayor parte de la sociedad nacía, vivía y moría dentro de un mismo estatus social, sin que variase considerablemente sus ingresos o modo de vida.
A medida que la revolución industrial se instauró en Inglaterra y se expandió por el resto del mundo entre el siglo XVIII y siglo XIX, el progreso humano comenzó a acelerarse notablemente. Pero el gran punto de inflexión tuvo lugar en Estados Unidos en los felices años 20, momento que muchos consideran como el nacimiento de la sociedad de consumo.
Durante aquella década, aparecieron los alimentos envasados y el automóvil comenzó a producirse en masa. Los niveles de producción se dispararon, y eso hizo que economistas y empresarios se preocupasen ante la posibilidad de que los deseos básicos de las personas (alimento, ropa y vivienda) se vieran saciados, provocando que no existiera la oferta necesaria para poder vender los excedentes de la novedosa producción en masa.
Fue así como nació la democratización del consumo, lo que se convirtió en un factor clave del crecimiento económico norteamericano de aquella década. El objetivo de los políticos fue fomentar el consumo entre toda la población. El comprar y adquirir nuevos bienes se convirtió en un deber casi patriótico, creándose una nueva necesidad que hasta entonces tan sólo había estado latente.

Lewis Lapham
Con el paso de las décadas, esta nueva necesidad se ha continuado extendiendo a lo largo de todo el mundo, siendo cada vez más visible en cualquier rincón. En 1988, Lewis Lapham, un escritor de familia adinerada, describía todo esto a la perfección en su libro Money and Class in America (Dinero y Clase en América).
No importa cuáles son sus ingresos, un número deprimente de americanos cree que si tuviesen el doble de lo que poseen, heredarían el estado de la felicidad que se les prometió en la Declaración de la Independencia. El hombre que percibe 15.000 dólares al año está convencido de que suprimiría sus penas si tuvieses solamente 30.000 dólares al año; el hombre con un millón al año sabe que todo iría bien si tuviese dos millones al año. Nadie tiene nunca bastante.

Y en esa última frase se puede resumir todo: La gente nunca tiene suficiente. La sociedad de consumo ha hecho que creamos que más bienes materiales van a conseguir darnos la anhelada felicidad, y si no estuviéramos tan obcecados en intentar mejorar nuestras condiciones económicas nos percataríamos de algo muy simple. Si los deseos humanos son infinitamente ampliables y los bienes no son infinitos, ¿no llegará un momento en el que el consumo será incapaz de proveer la satisfacción humana?
En cierto modo, es como si la sociedad de consumo hubiera aumentado nuestros ingresos, y al mismo tiempo nos hubiera hecho más pobres. Por suerte, cada vez es más y más gente la que se va dándose cuenta de que no es más rico el que más tiene, si no el que menos necesita. La sociedad de consumo no es más que una necesidad impuesta por el entorno, y como necesidad adquirida que es, siempre podemos deshacernos de ella.

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