”the universe is a hologram projected by a microscopic disco ball” @fadesingh
Hay un cierto idealismo en la
ciencia, sobre todo debido a las observaciones de que el universo físico
parece corresponder a principios matemáticos, que básicamente son
atemporales. Y del idealismo corre también por la ciencia la noción
platónica de que la belleza tiene cierta equivalencia con la verdad –así
un físico se congratula cuando su teoría tiene cierta “elegancia”. En
este tenor, una nueva teoría sobre la naturaleza fundamental del
universo, nos regala una de las más hermosas concepciones de lo que es
la materia. Físicos han descubierto un objeto geométrico que evoca una
joya –de la cual emergen todas las joyas y sus reflejos– el cual
simplifica enormemente los cálcuos de las interacciones entre
partículas. Esta joya “en el
centro de la física cuántica” pone en
entredicho “la noción de que el espacio y el tiempo son componentes
fundamentales de la realidad”, son según sugiere la nueva teoría
solamente propiedades secundarias de una realidad geométrica subyacente
de la cual se desdobla el mundo físico que conocemos, como la proyección
de un substrato matemático.
La revelación, parte del trabajo del
físico Jacob Bourjaily, de la Universidad de Harvard, y de Nima
Arkani-Hamed, permite computar las elusivas y fecundas interacciones
entre partículas con cálculos relativamente simples, en expresiones
equivalentes de un sólo término, mientras que antes eran necesarias
fórmulas que consistían de términos prácticamente incontables que en
ocasiones superaban el poder de las computadoras modernas. La teoría
además promete conectar el aspecto microscópico del universo con el
aspecto macroscópico, o la mecánica cuántica con la gravedad, uno de los
grandes problemas de la ciencia moderna.
El objeto conocido como un amplituhedro
simplifica de manera elegante el trabajo de los físicos, al ahorrarles
la suma de miles de millones de términos con la sola suma de los
volúmenes de las piezas de esta joya multidimensional, también llamado
un “Grassmannian positivo”.
Por otro lado este objeto teórico
descubierto en las entrañas matemáticas del universo podría acabar con
los principios de localidad y unitariedad. La localidad supone que las
partículas sólo pueden interactuar desde posiciones adyacentes en el
espacio-tiempo (lo cual es amenazado por el entrelazamiento cuántico) y
la unitariedad sostiene que las posibilidades de todo desenlace en una
interacción cuántica deben de simar uno. En el caso del amplituhedro,
esas propiedades son meramente consecuencias emergentes de la geometría
de la joya –el mismo espacio-tiempo y las partículas moviéndose en este continuum, son construcciones o representaciones de la geometría intrínseca de la joya.
El amplituhedro no está hecho de
espacio-tiempo y de probabilidades; estas propiedades meramente surgen
como consecuencia de la geometría de la joya… Codificadas en su volumen
están las características más básicas de la realidad que pueden ser
calculadas, “amplitudes distribuidas”, que representan la posibilidad de
que ciertos conjuntos de partículas se conviertan en en otros tipos de
partículas cuando chocan entre sí.
Esta”amplitud distribuida” es una
herencia del brillante físico Richard Feynman y hasta la fecha era
utilizada para medir las interacciones de las partículas. Arkani-Hamed,
descubrió que la amplitud distribuida es igual al volumen del
amplituhedro: los procesos en los que las partículas se distribuyen por
el espacio y su tipo de movimiento son dictados por la geometría de
este objeto.
Aunque el amplituhedro no describe la
gravedad, Arkani-Hamed y sus colaboradores creen que debe de existir
otro objeto relacionado que si lo haga. Sus propiedades aclararían por
qué las partículas aparentan existir, y por qué aparentan moverse en
tres dimensiones de espacio y presentan cambios en el tiempo –cuando
estos son fundamentalmente una ilusión (si la física empieza a parecerse
al gnosticismo con sus ideas del stereoma y al platonismo, no es
casualidad).
Los investigadores han encontrado un
“amplituhedro maestro”, el cual tiene un número infinito de facetas,
análogo a un círculo en 2-D, que tiene un número infinito de lados (este
amplituhedro, sin embargo, existiría en un mayor número de
dimensiones). “Su volumen representa, teóricamente, el total de amplitud
de todos lo procesos físicos”, “los amplituhedros de dimensiones más
bajas, correspondientes a un número finito de partículas, viven en las
diferentes caras de esta estructura maestra”.
Las matemáticas detrás de este
meta-objeto son complejas pero el significado del descubrimiento puede
ser aprehendido por una persona sin demasiados conocimientos de
matemáticas. Arkani-Hamed apunta a que el descubrimiento de este objeto
podría suponer un cambio de paradigma, al nivel de abandonar la noción
de que el tiempo y el espacio son los constituyentes básicos de la
naturaleza y planteando la interrogante de cómo el universo y la
evolución surgieron de la pura geometría. “En cierto sentido vemos que
los cambios surgen de la estructura del objeto. Pero no son a partir de
que el objeto cambie. El objeto es básicamente atemporal”, escribe Natalie Wolchover en la revista Quanta.
Esta no es la primera teoría física que
sugiere que el universo es fundamentalmente una estructura geométrica
que percibimos conforme a ciertos principios (como el tiempo y el
espacio) (los cuales son fundamentalmente ilusiones o agregados de
nuestra percepción), pero lleva la vanguardia entre las nueva
proposiciones de la física. Por otro lado la filosofía esotérica tiene
como máxima una visión similar del universo (lo cual puede apreciarse en
la masonería, que tiene entre sus símbolos centrales aparatos de
medición geométrica). Una de las grandes cúspides de la antigüedad, la
cultura védica, incluso hizo de los principios geo-métricos una
especie de divinidad. Dice el Rig Veda: “Ahora, los dioses que rigen la
vida son los metros, porque gracias a los metros todo lo que vive se
sostiene aquí abajo”. Desde hace más de 4 mil años se tiene ya la clara
noción de que el mundo está compuesto de un código, de un lenguaje que
lo mismo se articula como una forma, un número, o una sílaba. La teóloga
Yajnavalky explica que “la trama sobre la que se teje cualquier cosa”
(incluso el éter) es el aksara, la sílaba. “Todo se forma a
través de agregaciones de números entre estas moléculas sonoras. Existe
un paisaje misterioso que dice que “esto que para los hombres es un
número, para los dioses es una sílaba’”, escribe Roberto Calasso.
Diferentes culturas han nombrado de
manera distinta este código que antecede y subyace a la realidad
fenomenológica y que parece ser la materia prima de la creación; en esta
tradición podemos ahora incluir a la joya hiperdimensional de los
físicos (el amplituhedro). Un objeto que lleva en su propia geometría lo
mismo la interacción entre las partículas subatómicas que la
arquitectura del Templo de Salomón; como aquel mítico collar de Perlas
de Indra, nuestras vidas y todo lo que sucede en el universo son
solamente su reflejo.
Twitter del autor: @alepholo
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