¿Qué es realmente un conflicto?
Cualquier persona en su sano juicio, preferiría tener paz antes que tener razón. Sin embargo, lo que a primera vista puede parecer una verdad de Perogrullo, en realidad se convierte en una trampa mortal en la que todos hemos caído o seguimos cayendo.
Y es que un conflicto no solo es un desacuerdo persistente entre personas provocado por un desencuentro de intereses, sino más bien un choque de egos porque, en el fondo, se trata simplemente de querer tener razón. Por tanto, la intensidad del conflicto dependerá directamente de los niveles de autocontrol de cada una de las partes.
De forma muy simplificada, podemos decir que el origen de la mayoría de los
conflictos interpersonales se encuentra en el ego, en la imagen que hemos construido y que consideramos nuestra identidad real. Por eso, cuando una persona cuestiona a otra, esta toma sus palabras como un ataque a su identidad y reacciona como si estuviera en peligro, atacando a su vez. Así se enzarzan en una discusión y se genera el conflicto.
Por tanto, no sería descabellado afirmar que en realidad el mundo no tiene problemas, sino muchas personas con un ego demasiado grande, que confunden su verdadero “yo” con esa identidad fabricada.
Obviamente, un desacuerdo con otra persona despierta una serie de emociones, la mayoría de ellas negativas, como la ira, la frustración y la decepción. Estas emociones cristalizan en un estilo de afrontamiento marcado por la agresividad que, a su vez, genera una respuesta violenta en el otro, contribuyendo a crear un in crescendo de violencia y frustración.
No obstante, es interesante notar que detrás de esa frustración se esconde una incapacidad para aceptar la realidad. Cuando la persona no tiene la madurez emocional suficiente, simplemente no es capaz de aceptar que hay cosas que no puede cambiar. De esta forma, niega la realidad, imagina un mundo diverso y, cuando el universo no satisface esas expectativas irreales, se enfada y frustra. Entonces demanda una reparación y surge el conflicto.
Por eso, los conflictos también se pueden comprender como la distancia que separa la realidad, del mundo de nuestra mente, el espacio entre lo que es y lo que debería ser. Los conflictos son, al fin y al cabo, una representación mental de determinada situación.
Por consiguiente, cuando vivimos un conflicto no estamos simplemente reaccionando ante determinados hechos que han ocurrido ajenos a nuestra voluntad sino que nuestra interpretación juega un papel decisivo. Cuando hay un conflicto, nunca somos espectadores sino actores activos.
Desde esta perspectiva, el conflicto no es una consecuencia natural de determinados hechos, actitudes o comportamientos sino que es una fabricación del desacuerdo.
Por supuesto, aceptar que en el mundo no existen conflictos sino mentes conflictivas, es una verdad difícil de digerir, se requiere una gran madurez psicológica. Por eso, muchas personas prefieren apuntar el dedo hacia los demás, pensar que los conflictos existen independientemente de ellos mismos.
¿Cómo evitar los conflictos?
Ante todo, es importante ser conscientes de que en las relaciones interpersonales, la mayoría de las decisiones que tomamos implican una elección entre la paz o el conflicto. Por eso, en vez de querer tener razón a toda costa, deberíamos preguntarnos si nuestra decisión nos aporta más tranquilidad o, al contrario, nos la arrebata.
Obviamente, eso no significa que no existirán desacuerdos. Pero podemos actuar antes de que estos se conviertan en conflictos y los ánimos se caldeen. Es fundamental actuar rápidamente para evitar la escalada de tensión, para no llegar a ese punto de no retorno. Recuerda que el motivo por el que se producen los enfrentamientos, rara vez es tan grave como el malestar que este genera.
1. Dejar de pensar en términos de victoria o fracaso. Cuando existe un conflicto es porque las partes no logran encontrar una solución, no quieren dar su brazo a torcer y no están dispuestas a hacer concesiones. Sin embargo, ganar una confrontación no es más que una victoria provisional porque, aunque puede tener beneficios, también tendrá sus costes. Los conflictos nos arrebatan la energía y la paz, por lo que nunca hay ganadores, todos perdemos.
2. Impedir que el conflicto crezca. Cuando el fuego es pequeño, se puede controlar. Cuando el fuego crece, provoca grandes estragos. Lo mismo ocurre con los conflictos, por lo que es esencial aprender a centrarse en los puntos en común, en vez de acrecentar las diferencias. A menudo, es suficiente con asumir una perspectiva más global del problema, en vez de centrarse en los detalles, asume una visión más amplia.
3. Atreverse a cambiar. La mayoría de los conflictos están alimentados por nuestras viejas creencias y patrones de pensamiento. Por tanto, para solucionar un desacuerdo a veces es suficiente con cambiar nuestra manera de ver y hacer las cosas. Si no somos capaces de cambiar, si no estamos dispuestos a movernos ni siquiera un milímetro, no podremos encontrar una salida diferente a los conflictos.
4. Actuar más, hablar menos. La leña de los conflictos suelen ser las palabras, de forma que las personas terminan enredadas en la madeja de su discurso, sobre todo cuando no saben escoger las frases adecuadamente y utilizan palabras negativas que avivan el resentimiento y el enfado. Por eso, para solucionar un desacuerdo, es conveniente adoptar pasos precisos que den lugar a acciones. Hablar menos, hacer más.
5. Mirar dentro de sí. Cuando esté a punto de surgir un conflicto, detente un segundo y pregúntate: ¿Por qué ha aparecido? ¿De qué sirve? ¿Qué factores lo empeoran? ¿Qué factores podrían limar las asperezas? ¿Qué nivel de responsabilidad tengo en esta situación? Es natural que en esta situación te centres en lo que hace el otro y te molesta pero en vez de eso, aprende a centrarte en ti.
http://www.rinconpsicologia.com/2015/05/creas-conflictos-o-encuentras-soluciones.html
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