Somos los amos de las cosas cuando las emociones nos responden. No somos responsables de nuestras emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas.
Son tan sólo dos frases, pero marcan una gran diferencia. Si en lugar de decir “no vale la pena intentarlo” decimos “puedo conseguirlo”, la situación y nuestras posibilidades cambian totalmente. La clave está en transformar nuestras emociones negativas en positivas. No se trata de presunción ni de orgullo desmedido, sino implemente, de automotivación.
Y es que tomarse las cosas con alegría da muchos más frutos que el propio bienestar. Nos hace ser más creativos e inteligentes, también nos fortalece frente a la adversidad. Los sentimientos positivos generan esperanza y una mayor resistencia ante los avatares de la vida, impidiendo que las circunstancias externas determinen nuestro estado de ánimo, las personas positivas poseen mayor fortaleza frente a las enfermedades y se recuperan antes de las mismas.
“El dolor es temporal, puede durar un minuto, una hora, un día, una semana o un año, pero finalmente terminará y otra cosa tomará su lugar. Pero, si se da por vencido, el dolor durará para siempre”.
Además, nos hace ser mas sociables y no hay valor que más atraiga a las personas que el optimismo. Te servirá, además, para rodearte de personas tan llenas de buenas vibraciones como tú. Eres lo que piensas, reza uno de
los lemas del pensamiento positivo. Para ello, tan sólo tienes que realizar acciones que mejoren tu estado de ánimo, como charlar con un amigo simpático, ayudar a alguien que lo necesite, etc.
Puedes pensar en escenas agradables, basta con recrear aquellos momentos en los que te los pasaste bien y volver a sentir las emociones que te causaron bienestar o inventa historias positivas, es fácil ver cómo los pensamientos negativos generan, a su vez, otros pensamientos tan o más negativos que los anteriores. Para romper con este círculo vicioso, te propongo justo lo contrario, es decir, poner a tus pensamientos un final feliz.
Hay momentos en la vida en los que nos resulta muy difícil controlar las emociones negativas, como el enfado. En esos casos, se aconseja hacer una pausa para interrumpir las malas vibraciones y serenarse. Respiración profunda es el mejor sistema, un sencillo ejercicio de respiraciòn. Inspirar profundamente un momento, mantener la respiración unos segundos, soltar el aire despacio y repetir el proceso las veces que nos sea necesario. Otro consejo si te sientes tenso/a y tus músculos están agarrotados, dedícate veinte minutos tomando un baño espumoso de aceites esenciales a base de melisa y tilo: relajará tus articulaciones y conciliarás fácilmente el sueño.
“Quien domina su ira, domina a su peor enemigo” ((Confuncio))
Cuenta una anécdota, aunque nos puede parecer exagerada y algo surrealista pero ilustra muy bien la actitud que debemos adoptar en algunos casos, cuando vemos que estamos al límite, en lugar de explotar, es mejor hacer una pausa; pues cuenta, que una vez un hombre de negocios que estaba en una reunión muy tensa abandonó la mesa de juntas para tenderse en el sofá. Cuando sus socios, sorprendidos, le preguntaron que por qué hacía eso, éste les contestó: <<Porque me resulta muy difícil estar enojado en esta posición>>
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