“El Sultán y el Sabio”
Un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.
“¡Qué desgracia, Mi Señor! Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad”, dijo el sabio.
“¡Qué insolencia! ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí! ¡Que le den cien latigazos!”, gritó el Sultán enfurecido.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: “¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes”. Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
El segundo sabio respondió: “Amigo mío, todo depende de la forma en que se dice. Uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado.”
Después de tan acertado cuento, no harían falta más palabras para definir la comunicación, pero vamos a indagar más sobre el tema sin olvidar la fábula del Sultán y el Sabio.
La comunicación es un hecho al que todos nos enfrentamos, pero muy pocos se hallan preparados para realizar de forma correcta. Es el acto de transmitir ideas entre interlocutores. Las partes diferenciadas en este arte, suelen ser emisor-receptor de forma recíproca, el mensaje, el contexto, los estratos de comunicación, el canal, y la comunicación no verbal principalmente.
Empecemos por el contexto, principal problema entre ambas partes para una satisfactoria comunicación. Definiríamos el contexto, como el propósito del mensaje y el ambiente en el que se transmite. Por todos es sabido, que hay ideas en lugares inapropiados, y lugares inapropiados para otras ideas. Según el ambiente, el nivel de vibraciones y predisposición de los oyentes, un sabio o un aprendiz de las artes oratorias ha de saber moldear las palabras para que se transfieran como una melodía agradable, para saber llegar a oídos toscos que no están predispuestos a escuchar debido a su bajo nivel evolutivo. Pues el ser humano se creó con dos oídos y una boca, por una sencilla razón, se comprendió que pocos saben escuchar, y mucho les gusta hablar. Si no tendríamos dos bocas y un oído, si la evolución creyera ser más necesario hablar que escuchar. Partiendo de esta hipótesis demostrable de forma tautológica con el simple hecho de la observación de uno mismo en el espejo, excepto en casos de minusvalía, seguiremos por el contexto. No es lo mismo una situación distendida con amigos o seres afines, que un diálogo en el trabajo, que una negociación o una disputa verbal. Pero es sorprendente que todas ellas se pueden afrontar con el mismo patrón y suele ser la clave del éxito en todas ellas.
Con este argumento, ahondemos en el apartado emisor-receptor y su reciprocidad. En un dialogo o conversación, existen emisor y receptor y ambos cambian de lugar en diferentes fases de la comunicación, pues si no fuera así, se llamaría monólogo, discurso, presentación, simposio, entre otros muchos subgrupos de comunicación. Para abreviar el artículo, pues como a buen entendedor, pocas palabras bastan, nos delimitaremos al estudio del diálogo o conversación, pero aún así, las conclusiones extraídas se podrán extrapolar a los diferentes subgrupos de comunicación.
El comportamiento del receptor es simple, recibir el mensaje con la predisposición a oír, no solamente escuchar. Meditar o razonar los argumentos del emisor, dejar desarrollar su mensaje hasta que este haya concluido y luego, yuxtaponer mediante sus argumentos, complementar las palabras del emisor en cual este caso el receptor pasará a ser el emisor del mensaje. Preguntar en caso de dudas, o simplemente refutar las ideas recibidas con las suyas propias, siempre con respeto, y buscando la verdadera finalidad de una conversación, el consenso.
En cuanto al emisor, ha de ser capaz, sin olvidar la fábula del Sultán y el sabio, saber transmitir sus argumentos, acompañados del correcto lenguaje no verbal, la entonación adecuada, y las vibraciones necesarias para que el mensaje le llegue con claridad al receptor. Saber enaltecer las ideas primordiales, dirigir el diálogo hacia sus argumentos, disponer de nexos y léxico ricos en sinónimos para hacer más amena la conversación e incluso me atrevería a decir, que un tono de humor en un buen diálogo no puede faltar, pues las vibraciones del humor, son agradables al oyente, y le hacen captar la atención del emisor con mayor concentración. Mediante la ley de afinidad o simpatía, expuesta como moraleja en el relato con el que inicio este artículo.
Los niveles de comunicación o estratos es un punto a tener en cuenta para adaptarse a los oyentes por parte del emisor en un determinado contexto. No es lo mismo hablar en un idioma coloquial o argot, que un estrato científico-técnico, o un equilibrado estándar de comunicación. Escoger las palabras en función del oyente o los interlocutores que intervienen en la conversación, es primordial para hacer llegar el mensaje de la forma más clara y entendedora entre las partes de la comunicación.
Por último hablar del canal, pues no es lo mismo hablar en persona, que mediante una videoconferencia, un mensaje de texto, y un largo etcétera de ejemplos. Saber las entradillas y los finales cordialmente definidos para dichas comunicación, a la vez que el lenguaje específico para ellas, serán acogidos de buen grado por los receptores del mensaje. Cuya finalidad es la esperada por parte del emisor. Sin olvidar que todo lo expuesto sirve para ambos (emisor y receptor), en las continuas variaciones del rol ocurridas durante un dialogo.
Se podría ir más allá y obtener más específicos ejemplos de las diferentes conversaciones a las cuales la vida nos enfrentará. Hay mucho material escrito sobre este sendero del conocimiento. Mediante internet, herramienta libre aún, se puede hallar más información sobre este arte de forma altruista y gratuita. A modo de conclusión final y como resumen a lo anteriormente expuesto, simplemente decir que el verdadero respeto, es la auténtica clave para solventar cualquier confrontación o charla dialéctica con la mayor satisfactibilidad para ambas partes sin olvidar que un mensaje envuelto como si de un caramelo endulzado se tratara, lo hará más amigable, que un mensaje con palabras malsonantes que pueden herir los egos de los interlocutores. Sino, releed la historia inicial para comprender la conclusión final mediante un ejemplo pragmático.
http://descifrandoeluniverso.es/2012/03/14/descifrando-el-universo-en-el-s-xxi-la-comunicacion/
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