17 de febrero de 2014

Filosofía cotidiana


¿Qué es el filosofar sino un acercamiento a la vida? Digamos que consiste en una cualidad innata al ser humano que le vincula con su ser y le pregunta por él y por todo lo que le rodea. Dando nombre a las cosas, en apariencia vacías, dando sentido al fenómeno captado, que necesita descifrarse. Dice Unamuno, que en la poesía como en la filosofía no vale solamente la erudición sino una implicación vital de lo que es suyo, «si un filósofo no es un hombre, es todo menos un filósofo». Porque en esa autenticidad de existencia se desenvuelve el valor de la vida. 

«La filosofía, como la poesía, o es obra de integración, de concinación, o no es sino filosofería, erudición seudofilosófica». Quizá sea ese el problema de la filosofía actual, que no viene ahora, Schopenhauer también lo denunció, y que marca una franja de distanciamiento imperdonable entre aquellos que buscan y otros que se hacen poseedores de la búsqueda. Vuelvo a citar a Unamuno, que para lo bueno o para lo malo bien expuso el siguiente axioma: «Para pensar cual tú, sólo es preciso no tener nada más que inteligencia». Que se convierta el filosofar en un juego de niños o en cosa seria que toque de lleno al alma, sólo será dependiente de la necesidad particular que cada cual derive de su
existencia. A uno le importa lo que le compete, y le compete lo que pone en riesgo sus intereses, ya sean vitales, materiales, sentimentales, espirituales, etc. Así uno llega naturalmente a la pregunta filosófica, (o poética, que viene a ser lo mismo) cuando la vida misma se pregunta desde el fondo de su ser.
Quizá habría que partir desde la pregunta interna, y no desde lo que se preguntó Platón o Hegel, para llegar, si bien cruzando por ellos, pues la razón tiene ya algunas formas trazadas, a un destino epistemológico que pase por la necesidad de validez que el hombre haya de resolver desde sí. Digamos que sería necesario entender la filosofía en la educación no como una gris historia de las ideas de ciertos personajes muy inteligentes, sino como una enseñanza del filosofar partiendo de la íntima búsqueda que a todos aflige, en mayor o menor medida. 

Dirá Windelband: «Por filosofía en el sentido sistemático, no en el histórico, no entiendo otra cosa que la ciencia crítica de los valores de validez universal (allgemeingutigen Werten)». Y responderá Unamuno: «¿Pero qué valores de más universal validez que el de la voluntad humana queriendo ante todo y sobre todo la inmortalidad personal, individual y concreta del alma, o sea la finalidad humana del Universo, y el de la razón humana, negando la racionalidad y hasta la posibilidad de ese anhelo?». Es muy probable que así sea, tomémoslo como un ejemplo de esa innata voluntad de la filosofía. Comprendamos que ciertos pensamientos trascendentes corresponden al género humano, le son de radical importancia en su devenir y se aleja de su naturaleza cuando todo se convierte en un camino light de existencia, en ciego hedonismo, o en mera supervivencia.
Son necesarios una valores para dar valor a la vida. Y para que este valor tenga un sentido que la justifique, que se funda con la razón y el espíritu, como un reencuentro con la esencia perdida que todos buscamos para reconocernos. Pero, como apuntó Nietzsche, «todas estas cosas son únicamente condiciones previas de su tarea: la tarea misma quiere algo distinto, - exige que él cree valores». Esto sólo puede ser posible cuando el valor deslumbra su ser de una verdad que le motiva al movimiento libre e íntegro de la identidad reconocida en y por sí misma. Sólo uno puede entender «lo que debe hacerse», he ahí la creación del valor, y que ese deber armonice con su entorno, como signo creativo de la bondad de su expansión. Todo ser brilla con luminosidad propia, como los astros, conformando un cosmos vital, «nuestros actos brillan alternativamente con colores distintos, raras veces son unívocos, - y hay bastantes casos en que realizamos actos multicolores» (Nietzsche) y bueno es que así sea para el bien del hombre que aspira a crecer y a no estancarse en verdades ya sin fragancia. Esa existencia light y hedonista que lidera los valores presentes, es víctima de la caverna que toda la humanidad ha formado en torno a sí misma. 

Así, esta sombra que estanca la luz del hombre, que anestesia la voluntad de la evolución racional y espiritual nos puede conducir a una pérdida de valores antitética, esto es, donde todo vale. Como en la oración de Paul Celan: «Alabado seas, Nadie. Por ti queremos florecer. En contra de ti», corremos el riesgo de perdernos de nosotros mismos. Pero también hay la oportunidad de reencontrarnos, si atendemos honestamente al mapa interior de la conciencia, que todos llevamos inscrito en el ser que busca ser siempre.
Diario La Verdad
http://lashorasylossiglos.blogspot.com.ar/2009/11/filosofia-cotidiana.html

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