Únicamente cuando tienes una relación sana, honorable afirmadora contigo, puedes tenerla con los demás. Esta relación es el fundamento de tu capacidad de mostrar compasión y de practicarla. Únicamente teniendo un verdadero dominio de ti y siendo capaz de permanecer en tu sentido de poder personal, puedes ser compasivo.
Si ésta no es la verdad de tu ser, tus intentos de ser compasivo se traducirán en que serás excesivamente amable, y te convertirás en un felpudo. Creerás que estás siendo utilizado. Sentirás que están abusando de tu amabilidad, y al final resentirás todo lo que has hecho o estás haciendo por los demás.
Únicamente desde un sentido de poder personal verdadero y auténtico podrás dar,
apoyar, compartir y ayudar sin sentir que pierdes algo. Cuando eres un poderoso maestro de ti mismo sabes que lo que das proviene de la energía universal divina que fluye a través de ti. No es tuyo. Le pertenece a la vida.
Cuando una persona poderosa da vida, sabe que no puede ser mermada. Antes bien, sabe que está siendo fortalecida. Para poder ser compasivo, has de ser fuerte. Una persona compasiva no es la que hace por los demás lo que ellos deben hacer por sí mismos para crecer.
Una persona compasiva no es la que se lanza y asume el mando, o que da hasta agotarse o mermar.
Una persona auténticamente compasiva es aquella que puede sentir lo que tú sientes porque es una contigo en mente, en cuerpo y en espíritu, no por obligación o por un falso sentido de responsabilidad.
Una persona compasiva es la que comprende lo que estás pasando y, antes que unirse a ti en el sufrimiento y el miedo, ve la lección, la bendición y la victoria que se encuentran al final.
Una persona compasiva no se une a esa mentalidad de víctima que culpa a los demás; antes bien, estará a tu lado siendo fuerte, apoyándote para que aceptes la situación.
La persona compasiva sabe -contigo, para ti y, cuando sea necesario, a pesar de ti- que todas las cosas funcionan conjuntamente para tu bien.
Para ser compasivo es necesario tener visión.
Eso que la mayoría de nosotros llama compasión es una búsqueda de poder y de control.
A menudo, los que se consideran compasivos son aquellos que intentan ser amables con los demás y, al hacerlo, acaban sintiéndose utilizados y manipulados. Muchos de nosotros creemos que la compasión es ver lo que alguien necesita y dárselo, para que esa persona, y nosotros, nos sintamos mejor. Es duro ver sufrir a alguien. Resulta aún más duro cuando uno no está sufriendo, o luchando. Cuando lo ves, te sientes mal por la otra persona, te lanzas a salvarla. Bueno, es posible que no necesite ser salvada. Es posible que lo que necesite sea apoyo para tomar una decisión, o una información que la ayude a reconsiderar su situación para tener la fuerza para enfrentarse a ella por sí misma.
Nosotros lo llamamos ser amables, hacer cosas por los demás, ayudar a alguien menos afortunado.
¡Eso no es compasión! Eso es martirio, porque lo más probable es que, si las cosas no resultan como tú esperabas, te pongas furioso. Estarás furioso con la persona a la que has ayudado, y probablemente contigo mismo por haber malgastado tu tiempo, tus recursos y tu energía.
Para ser compasivo, debes saber que el universo es una reserva infinita de recursos.
Las personas compasivas no ayudan; ofrecen su apoyo’ porque saben que apoyar significa también ayudar a sanar y a crecer. Las personas compasivas te preguntan qué necesitas y luego responden a tu solicitud, no a lo que ellas creen que deberías tener. Las personas compasivas no te quitan poder; te ayudan a encontrarlo, manteniéndose firmes en su propio sentido del poder.
No hay escasez de amor, de paz, de prosperidad o de cualquier cosa buena de la vida. Las personas compasivas lo saben, y quieren apoyarte para que comprendas este principio.
Una persona compasiva puede caminar a tu lado, puede ofrecerte sus recursos, puede ayudarte a levantarte si se lo pides. Una persona compasiva puede hacer todo esto sin sentir, en modo alguno, que les debes nada o que hay que buscar un resultado predeterminado.
Quiere lo mejor para ti, no porque crea saber lo que es mejor para ti, sino porque lo que es mejor para ti es lo mejor para ella. Verás, una persona compasiva está en ello contigo a lo largo del camino, sin otra expectativa que ser capaz de hacer lo que sea un necesario.
En la tradición de los nativos americanos, las personas compasivas son aquellas que encarnan la medicina de las serpientes. La mayoría de nosotros teme a las serpientes, y no es ninguna casualidad que muchos de nosotros le tengamos miedo también a nuestro poder y a las personas poderosas. No nos damos cuenta de que la serpiente representa nuestro poder y la capacidad de sanar. Una persona compasiva apoya a los demás en su capacidad de sanarse a sí mismos. De desprenderse y seguir estando enteros. De ser sensibles y vulnerables y, aun así, seguir adelante.
La medicina de las serpientes es el conocimiento de que aquellas cosas que son consideradas venenosas pueden ser ingeridas, integradas y transformadas mediante el estado mental adecuado. Una persona compasiva es capaz de conectar con tu sufrimiento, o dolor percibido, y transmutar esa energía mediante la presencia de su poder.
Es el poder del pensamiento, de la ambición, de la resolución, de la sabiduría y la comprensión, que siempre darán como resultado la entereza. Una persona compasiva quiere que tú, como ser universal, seas consciente de tu entereza.
Tu entereza no tiene nada que ver con ser amable, y una persona compasiva reconoce que tu viaje hacia la entereza puede no parecer agradable.
Las personas compasivas tienen la habilidad de nutrir, consolar y proporcionar alimento a otros en las diversas etapas. Sanan sin enfermar. Cuando puedas dejar a un lado tus necesidades y deseos, estando completamente dispuesto a dar de ti para satisfacer las necesidades de otra persona, habrás descubierto tu sensación de poder, y esto te permitirá ser verdaderamente compasivo.
Cuando eres capaz de sentir el dolor del otro, de sentir su miedo, de saber por lo que está pasando, sin considerarlo una víctima o sentir tu propia sensación de sacrificio, estás preparado para mostrar compasión.
Cuando comprendas que lo que hagas por otra persona, o lo que le des, no tendrá ningún efecto adverso sobre ti, habrás llegado al reino de la compasión.
Si tienes la necesidad abrumadora de lanzarte a salvar a alguien porque temes que, si no lo haces, te arrastrará con él, o si no puedes ver sufrir a los demás porque temes que, si no los ayudas, te podría suceder lo mismo, todavía no has alcanzado el estado de maestría personal que te permitan ser compasivo.
Si estás actuando por la mera necesidad de ser amable, acabarás sintiéndote utilizado.
Las personas utilizadas se convierten en víctimas que no tienen ni idea de lo que significa la compasión.
La compasión es el modo en que nos honramos a nosotros mismos y a los demás, mostrando nuestra maestría.
Muy pocos han alcanzado la maestría de lo que realmente significa ser amables.
Autora: Lyanla Vanzant-
Traducido del Inglés por Tahíta-
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