7 de febrero de 2014

Los fantasmas de la realidad


Ninguna estructura cerebral permite distinguir la alucinación de la percepción, el sueño de la vigilia, lo imaginario de lo real, lo subjetivo de lo objetivo.

El cerebro no diferencia entre lo que percibe y lo que piensa.

Para el cerebro no hay un “interior” y un “exterior”, en función de la información que gestiona proyecta una realidad.
Por ejemplo, vemos un pájaro posado en una rama y escuchamos su canto al mismo tiempo. Para nosotros es evidente que el ave y su armonioso trino están ahí afuera, sin embargo, la imagen y el sonido es decodificado, interpretado y proyectado dentro del cerebro, afuera solo hay bits de información y patrones de interferencia.

Otro aspecto interesante. La luz y el sonido viajan a diferentes velocidades, pero tenemos la impresión de percibirlas en simultáneo, y esto lo hace el cerebro para dar coherencia (y eficacia) a la información recibida.
El ave en realidad está en nuestro cerebro, el cual además tiene la habilidad (adquirida a lo largo de millones de años de evolución) de hacernos creer que “eso” que percibimos existe ahí “afuera”.




La importancia del fantasma y del imaginario en el ser humano es enorme y siempre vigente.

Dado que las vías de entrada y de salida del sistema neuro-cerebral que

conectan el organismo con el mundo exterior representan sólo un pequeño porcentaje de todo el conjunto, mientras que el resto (más del 90%) del sistema está implicado en el funcionamiento interior, se crea fácilmente un mundo psíquico relativamente independiente en el que se crean necesidades, sueños, deseos, ideas, imágenes, fantasmas, y este mundo ilusorio se infiltra en nuestra interpretación del mundo exterior.

También existe en cada mente una posibilidad de autoengaño, que es fuente frecuente de error y de ilusión.
El egocentrismo, la necesidad de justificarse siempre a si mismo, la tendencia a proyectar sobre los otros la causa de la propia infelicidad o de los males, y también el sentimiento de culpa y frustración, hacen que cada uno se mienta a sí mismo sin detectar esa mentira de la cual, no obstante, es el creador.

Incluso la memoria está sujeta a numerosas fuentes de error.
Una memoria no regenerada con el recuerdo tiende a degradarse; pero cada recuerdo a su vez la puede adornar o modificar.

Nuestra mente, de manera inconsciente, tiende a seleccionar los recuerdos agradables y a rechazar, e incluso borrar, los negativos o desagradables.

También la mente tiende a deformar los recuerdos mediante proyecciones o confusiones inconscientes.
Existen a veces, falsos recuerdos con la persuasión de haberlos vivido y también recuerdos que rechazamos porque estamos persuadidos de no haberlos vivido jamás.
Así, la memoria, que es fundamental en el proceso de aprendizaje y herramienta esencial del conocimiento, puede estar sujeta a errores e ilusiones.

Otro punto importante: lo que consideramos como el recuerdo de nuestras propias experiencias, se ve también afectado por la memoria colectiva. Y es que en los niveles fundamentales la información sigue caminos cuánticos de entrelazamiento, simultaneidad y atemporalidad (recuerdos del futuro), es decir, se gestiona información más allá del espacio-tiempo.

Hay una retroalimentación permanente de información con el campo de resonancia mórfica que rodea e interactúa con cada cuerpo, cada órgano y tejido, cada célula, cada molécula e incluso con cada partícula subatómica como un electrón. Decimos “rodea”, pero de hecho no hay separación entre el campo y la partícula.

La mente tiene la tendencia a proteger los datos que posee, ya sean ideas, teorías, concepciones, fabricaciones mentales, etc. Sin verificar generalmente la veracidad de estos, o su carácter ilusorio.
Resistir a la información que no conviene o que no se puede integrar, generalmente forma parte de la tendencia organizadora de cualquier sistema de ideas. Las teorías resisten a la agresión de las teorías opuestas o de los argumentos adversos.

La resistencia al cambio es fuerte.

La pequeña mente, es decir, la mente individual, siempre busca su supervivencia, aunque esto le traiga al portador de la misma, contradicciones, problemas de adaptación, mala calidad de vida, trastornos psíquicos y emocionales e incluso la enfermedad y la muerte.

La higiene mental es fundamental.

Y para esto es necesario penetrar en la naturaleza misma de la mente.

Debemos aprender a pensar y a controlar la actividad mental incoherente. Por el contrario, una actividad cerebral coherente surge del ritmo y la frecuencia del pensamiento y al igual que la música, debe incluir armoniosamente los silencios (no pensamiento) y el ritmo, esto es lo que determinará también su profundidad y eficacia.

Comprender la naturaleza de la mente es comprender la naturaleza de nuestro ser, ya que mente y cuerpo son inseparables.

Abordar este estudio de si mismo es fuente de información y energía, que se manifiestan bajo la forma de salud y felicidad.

La práctica de la meditación es la clave.




Hay muchos tipos de meditación, pero zazen es la forma directa y natural que permite penetrar y conocer íntimamente la verdadera naturaleza de la realidad, provocando una expansión de la conciencia, generando en consecuencia una influencia benéfica en todo el mundo, más allá del tiempo y del espacio.


http://budacuantico.blogspot.com.ar/2011/11/los-fantasmas-de-la-realidad.html

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