Desde los orígenes de la Civilización ha
existido una visión de la Historia única y además excluyente. Las cosas
ocurrieron de una forma determinada y cualquier punto de vista
alternativo era opuesto a la verdad. Una verdad indiscutible que siempre
se ha impuesto desde el poder, es decir, desde arriba. Y es que los
regímenes políticos de todos los tiempos han disfrutado de una historia
oficial que justificaba su sistema. El Imperio Romano tuvo sus
historiadores oficiales al igual que las naciones modernas y, por
supuesto, las actuales potencias capitalistas neoliberales.
Como es bien sabido, la civilización
surgió cuando una o varias personas consiguieron perpetuarse en el
poder. Es decir, poder personal y ambición están en el origen de la
civilización y, por tanto, de lo que hoy llamamos mundo civilizado.
Justo en ese momento aparecieron los grandes imperios que pretendían
expandir su poder a costa de los pueblos calificados por ellos mismos
como bárbaros. La dinámica del auge y de la






psicólogos,
prosigue el análisis de los legajos. Desde 1958, los estudios sobre la
clarividencia gozan en América de créditos importantes. Es que se piensa
en los servicios que podrían prestar, en el terreno militar, los
hombres aptos para la telepatía y la precognición. Entre todos los casos
de clarividencia, el de Cayce es el más puro, el más evidente y el más
extraordinario (1).










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