2 de noviembre de 2013

VIVIENDO EN EL TIEMPO DEL AHORA



Vivir en el AHORA es una sensación interesante, casi parece que no estamos sobre suelo firme; sin embargo, en realidad es más estable que donde acostumbrábamos a pararnos constante y predominantemente: en el pasado o en el futuro. Vivir en el pasado puede traernos emociones como ira, lamentación y resentimiento gran parte del tiempo. Vivir en el futuro resulta en mucha preocupación, miedo, duda y ansiedad innecesarias que no nos ayudan. Vivir en el Ahora se siente... bueno, al principio se siente extraño. Sí, puede sentirse muy calmante y tranquilizador el permitirse confiar en la vida, en sí mismo y en la conexión con aquello que te guía, todo el tiempo. No obstante al principio puedes sentir que estás en el vacío; ni aquí ni allá.
Estamos acostumbrados a apegarnos a las cosas, a las pertenencias, a las
personas, a las situaciones, a los empleos. Si se saca al “tiempo” fuera de la ecuación, de repente un montón de cosas se vuelven irrelevantes. Simultáneamente unas pocas cosas sobresalen como verdaderamente valiosas y preciosas para ti, conduciendo a una mayor apreciación de lo que es verdaderamente importante, y a un mayor deseo de vivir tu vida de acuerdo a eso.

Vivir en el Ahora conduce a una sensación de desapego en relación con ciertas situaciones que antes te hubieran mantenido “enchufado”. Idealmente, esto es un desapego saludable de aquellas cosas que realmente no te servían, pero los desapegos de cualquier tipo pueden sentirse desconcertantes. Pueden hacerte sentir “desconectado” si es que has estado demasiado apegado a alguien o algo exterior a ti, o si previamente referías tu sentido de identidad a ese alguien o algo.
Hace poco apareció un comentario muy relevante de alguien que dijo: “Bueno, ¿vivir en el Ahora significa no preocuparse por las facturas del mes próximo?” Dejo constancia de que he aprendido a no preocuparme por las facturas de la próxima semana, ni qué decir del próximo mes; y sí, esto incluye esos momentos en que no tengo idea de dónde vendrá. He aprendido a confiar, no por fe ciega, sino por una experiencia tras otra en las que el dinero que realmente necesitamos siempre llega cuando más necesario es. Esto no significa sentarse a esperar que caigan milagros del cielo. Uno aprende a escuchar a sus instintos, a seguir los avisos y los empujoncitos internos. Son las llaves que destraban y abren las puertas de la oportunidad. Son las miguitas de Hansel y Gretel que nos conducen a sincronicidades mágicas (naturales). Son nuestro GPS interno funcionando, ofreciendo momentos de claridad en lamparitas que dicen: “¡Por aquí, por aquí!”

En un momento al azar, o no tan al azar, hace 21 años, me quité el reloj y no he vuelto a usar ninguno desde entonces. ¿No tener un reloj pegado a mi cuerpo me habrá ayudado a vivir en el “Ahora”? Por supuesto que tengo que mirar relojes, como todos, porque hay lugares a donde ir, personas con quienes encontrarse, etc. (En realidad nunca tuve reloj en mi casa tampoco – no es difícil enterarse de la hora, gracias a los teléfonos, computadoras, coches, etc.). Personalmente creo que a mí me ayudó. Sin embargo, tengo curiosidad: ¿alguien más sintió la necesidad de no usar reloj? ¿Ha sentido que esto marcó una diferencia en su vida?

© Dana Mrkich 2013 Se concede permiso para compartir libremente este artículo a condición de que se dé crédito al autor y se cite la URL www.danamrkich.com

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Difusión: El Manantial del Caduceo http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm

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