EL FÚTBOL
La funcionalidad del fútbol y de los demás deportes profesionales para la élite globalista es clarísima. Con los deportes, cuanto mas masivo sean, mas se logra un cuádruple objetivo: por un lado lavar una buena cantidad de fondos provenientes de actividades ilegales que resultan del narcotráfico, la venta de armas, y otros negocios; por otro, desviar cualquier atisbo de nacionalismo, regionalismo o localismo que las masas y las clases medias pueden llegar a albergar íntimamente, hacia una infantil pasión por algo que sólo es una vistosa camiseta colorida; el tercer objetivo es llenar espacio en medios de comunicación, lo que ayuda a que los mismos desinformen y deformen la importancia relativa de los diferentes aspectos de la realidad, importante objetivo de la élite globalista. El cuarto, y novedoso beneficio obtenido por la élite globalista, es que mediante la actividad deportiva se puede influir para que la gente vote en las elecciones por candidatos
que de otra manera nunca podrían llegar al poder!
Veamos la interdependencia de los tres auténticos poderes del imperio anglo-norteamericano: el poder económico -claramente predominante- surte de fondos tanto al poder político (financia el costo de las campañas electorales, el modo de vida de los políticos, y muchas veces también sus negocios, legales o no), y también financia a los medios de comunicación (avisos, propaganda, solicitadas, premios, dinero “arriba” y “abajo” de la mesa, y hasta coloca a algunos de los periodistas). El poder político brinda cobertura a los designios del económico mediante decretos, leyes, sentencias judiciales y todo tipo de decisiones visibles (como guerras) e invisibles (como la generación del “terrorismo” y también la propia “lucha” contra él). A su vez da a los medios de comunicación información, desinformación, cargos y puestos dentro de la estructura de gobierno, y hasta sostiene agentes de inteligencia trasvestidos muchas veces en periodistas. Finalmente, los medios de comunicación brindan cobertura al poder económico, haciendo conocer la información que las megacorporaciones desean que se conozca, y escondiendo en lo posible la que éstas consideran inconveniente y digna de ser ocultada, y le dan cobertura y legitimidad al sistema político apoyando al gobierno de turno, o a la oposición, a republicanos o demócratas e incluso a independientes en algunas ocasiones, pero siempre cuidando de que la gente siga creyendo que en los Estados Unidos, en el Reino Unido y -en mayor o menor medida en el mundo entero- se está viviendo realmente en “democracia” y en un régimen “capitalista de libre mercado”. Ésta es la matrix imperial anglo-norteamericana bajo la cual todos los ciudadanos del mundo, en mayor o menor medida estamos sujetos merced a la globalización. Su gestación lleva nada menos que cuatro siglos.
¿Y dónde quedan en la matrix los diversos servicios de inteligencia? No son otra cosa que el brazo ejecutor del poder económico. Realizan las políticas y las acciones que el poder político no puede llevar a cabo por cuestiones obvias. Por lo tanto, no están al servicio de los países que los han conformado, ni mucho menos de los ciudadanos que -en gran parte- los financian con el pago de impuestos, sino de intereses transnacionales. Es por eso que es muy pertinente hablar de una “red” de servicios secretos que a veces “hacen ver” que se pelean y discuten entre sí, cuando en realidad, en las principales cuestiones trabajan para la misma gente. Quizá sorprenda esto, pero es necesario decir que los servicios de inteligencia y las agencias de noticias tienen un origen común. Ya desde el siglo VIII antes de Cristo, el rey Sargón I de Asiria había establecido un servicio de inteligencia especializado en recabar información de los pueblos vecinos y, a la vez, diseminar en ellos noticias falsas acerca de sus intenciones. Como puede observarse, algo muy similar a lo que hoy realizan en forma conjunta la CIA y el M16 con la colaboración casi incondicional de las mas importantes agencias internacionales y medios de comunicación de mas prestigio, en los que están infiltrados al mas alto nivel, y hasta entre muchos de sus propios periodistas y articulistas. Pero la colaboración entre servicios secretos y la prensa en la era contemporánea se perfeccionó en la mal llamada Revolución Francesa, cuando los periódicos de la época, en manos de las sociedades secretas al servicio de los intereses ingleses, manipularon a las masas populares diseminando información falsa para producir los trágicos eventos que comenzaron con la toma de la Bastilla. De allí en adelante el mecanismo se ha sublimado, por emplear un término impropio para lo dramático de la situación actual. ¿Y dónde se ubican las sociedades secretas en esta matrix triangular? Nada menos que en los tres vértices.
Pero volviendo al tema central que nos ocupa, lo cierto es que el resultado final de esta matrix triangular es cada vez mas perverso a medida que el imperio intenta, por necesidad propia, dada su escasez cada vez mayor de recursos naturales, expandirse y hacerse con los recursos de terceras naciones mucho mas débiles que el epicentro del triángulo. Sus alcances son mucho mayores de lo que el lector puede a primera vista suponer, dado que las propias relaciones interpersonales están por lo general mediadas o basadas en la “información” difundida por los medios de comunicación. Incluso la información que parece mas inocua como la deportiva o policial tiene efectos que a primera vista pueden ser desconocidos por una vasta mayoría pero son planificados para adormecer el razonamiento y el conocimiento de las masas populares y de las clases medias. Mediante el deporte y su desmedida difusión se intenta, desde el poder económico, canalizar los sentimientos nacionalistas, regionalistas y localistas que muchísimas poblaciones del mundo en mayor o menor medida poseen. De tal manera, muchas veces “la patria” y "el himno” pasan a ser símbolos que estamos dispuestos a escuchar en partidos de fútbol, campeonatos mundiales de básquetbol o copas de tenis. Ocurre que el poder económico, que financia a manos llenas la actividad deportiva, no desea ningún tipo de problemas con la globalización, para ello es necesario acabar lo antes posible con nacionalismos, regionalismos y localismos varios, y desviar la atención hacia el partido de fútbol de cada domingo.
De la misma manera, la desmedida proliferación de noticias policiales cumple una doble función para la élite globalista: por un lado, se llena espacio en diarios, televisión, radio, etc., lo que sirve para desviar la atención de otras informaciones políticas o económicas que la pondrían en apuros. Por el otro, se logra generar una auténtica campaña de desconfianza en el desconocido -en otras palabras, en el semejante-, tanto entre las masas populares como entre las clases medias, aterrorizadas a nivel mundial por las noticias. Con ello la élite globalista logra aplicar legislaciones que cada vez cercenan más los derechos individuales y va transformando aun a algunos de los países con fama de más “democráticos” en verdaderos estados policíacos. La élite globalista ha logrado, en buena medida robotizarnos y hacer que desconfiemos unos de otros para que confiemos ciegamente en ella, la verdadera autora de nuestros males, debido a que su riqueza y su poder transforma a sus integrantes en ciudadanos de un prestigio irreprochable e intachable, merced a nuestra ceguera. La élite se convierte en casi una garantía de confianza. Si eso no es estar durmiendo con el enemigo, es difícil saber qué puede serlo.
Paradójicamente, en un mundo en el que cada vez hay más y más información de todo tipo y al instante, lo que se logra es que haya un apreciable grado de confusión dado que no es fácil seleccionar lo que realmente merece ser tenido en cuenta y aquello que es sólo pasatiempo, desinformación o engaño. La élite ha logrado que a través de los principales medios de comunicación internacionales y de las propias agencias de noticias -colmadas de agentes de inteligencia disfrazados de periodistas y cronistas- se destruyan conexiones, se supriman relaciones causales y se aíslen hechos que en realidad están muy entrelazados unos con otros. Se trataría entonces nada menos que de la difusión de los simulacros y simulaciones, entronizados como la realidad, para consumo masivo, cuando la misma se mantiene incognoscible para una vastísima proporción de la población, aunque paradójicamente, las masas y las clases medias creen saber lo que ocurre en el mundo.
Es por eso -y no por el hecho de que aquí seamos una especie de “oráculo”- que la información que el lector ha leído en esta obra puede resultarle tan impactante, asombrosa y controvertida, cuando en realidad no debiera resultarle así. Lamentablemente, en el mundo moderno, estamos todos sometidos a la verdadera “droga” que resultan los medios de comunicación. La peor de todas es la televisión, en la cual el nivel general -no sólo de la información- es cada día peor, masificante y decadente, sino que por el mero hecho de estar encendida ya de por sí ejerce un nefasto efecto hipnotizante, aun cuando simplemente suene su “palabrerío de fondo”.
Fragmento del libro de Walter Graziano "Nadie vio Mátrix P. 118/119) por gentileza de Rodolfo Brieba
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