21 de noviembre de 2013

La escasez occidental y la abundancia nativa: la pobreza.


"Se dice que de un tercio a la mitad de la humanidad se acuesta todos los días con hambre. En la antigua Edad de Piedra la proporción debe de haber sido mucho menor. Ésta, en la que vivimos, es la era de un hambre sin precedentes. Ahora, en la época del más grande poder tecnológico, el hambre es una institución.Invertid otra fórmula venerable: el hambre aumenta relativa y absolutamente con la evolución de la cultura"
Sahlins, antropólogo (Economía de la edad de piedra)

Cuenta la leyenda que hace unos años un grupo de misioneros se adentró en la Amazonia brasileña y se topó con un grupo de indios que hacía uso de instrumentos extremadamente primitivos para cortar leña. Los misioneros decidieron hacer un esfuerzo y regalar a aquellos indios unos cuchillos de acero inoxidable de fabricación norteamericana. Un par de años después recalaron de nuevo por aquella región y se entrevistaron con los indios. Uno de los misioneros preguntó:

—"¿Que tal los cuchillos?".


Y uno de los indios respondió inmediatamente:

—"Muy bien. Cortamos ahora la leña diez veces más rápido que antes".


El misionero replicó:

—"Estaréis entonces produciendo diez veces más leña que antes".


El indio respondió perplejo:

—" No. Cortamos la misma cantidad de leña que antes, sólo que ahora disfrutamos de diez veces más tiempo para hacer aquello que realmente nos gusta".

“El decrecimiento feliz y el desarrollo humano” Julio García Camarero.


En un pueblo de la costa mexicana. Un paisano está, medio adormecido, junto al mar. Un turista norteamericano se le acerca y entablan conversación.

El turista le pregunta:

—"Y usted, ¿a qué se dedica? ¿En qué trabaja?".

El mexicano responde:

—" Soy pescador".

—"¡Vaya, pues debe ser un trabajo muy duro! Trabajará usted muchas horas".

—"Sí, muchas horas", replica el mexicano.

—"¿Cuántas horas trabaja usted al día?".

—"Bueno, trabajo tres o cuatro horitas".

—"Pues no me parece que sean muchas. ¿Y qué hace usted el resto del tiempo?".

—"Vaya. Me levanto tarde. Trabajo tres o cuatro horitas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y luego, al atardecer, salgo con los amigos a tomar unas cervezas y a tocar la guitarra".

El turista norteamericano reacciona inmediatamente de forma airada y responde:

—"Pero hombre, ¿cómo es usted así?".

—"¿Qué quiere decir?".

—"¿Por qué no trabaja usted más horas?".

—"¿Y para qué?", responde el mexicano.

—"Porque así al cabo de un par de años podría comprar un barco más grande".

—"¿Y para qué?".

—"Porque un tiempo después podría montar una factoría en este pueblo".

—"¿Y para qué?".

—"Porque luego podría abrir una oficina en el distrito federal".

—"¿Y para qué?".

—"Porque más adelante montaría delegaciones en Estados Unidos y en Europa".

—"¿Y para qué?".

—"Porque las acciones de su empresa cotizarían en bolsa y usted se haría inmensamente rico".

—"¿Y para qué?".
—"Pues para poder jubilarse tranquilamente, venir aquí, levantarse tarde, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta con su mujer y salir al atardecer a tomarse unas cervezas y a tocar la guitarra con los amigos".

Toda nuestra subsistencia depende de la ganancia y del gasto, la producción y la distribución se rige por el comportamiento de los precios, y la insuficiencia de recursos naturales es cada vez más problemática.

El mercado pone a disposición de los consumidores un deslumbrante conjunto de productos: todas las cosas deseables al alcance del hombre, pero nunca enteramente al alcance de su mano, porque cada vez que se compra algo se deja de lado otra cosa, en general poco menos deseables...
Aunque parezca contradictorio en la economía occidental LA CARESTÍA es el juicio dictado por nuestra economía: una contradicción entre las necesidades crecientes que nos inculcan, y la de los pocos recursos o medios para satisfacerlas. O dicho de otra manera, siguiendo a Malthus (demógrafo, 1798) “la tendencia constante de toda vida a aumentar, reproduciéndose, más allá de lo que permiten los recursos disponibles para su subsistencia.” Una discrepancia entre los deseos y lo medios para realizarlos: la escasez.

"Pobreza no es una determinada cantidad de bienes, ni es tampoco la simple relación entre medios y fines; es fundamentalmente una relación entre las personas. La pobreza es una condición social […] hasta que la cultura no alcanzó la cima de sus logros materiales, no se erigió un san­tuario a lo Inalcanzable: Necesidades Infinitas" Sahlins, antropólogo (Economía de la edad de piedra)


Por el contrario, los nativos no viven con este sentimiento constante de escasez. (Si muchos de estos pueblos se describen ahora en una situación de pobreza agobiante, con recursos «escasos e inseguros», no es por un fallo en esta organización y control, sino de la compulsión colonial) En algunas regiones puede haber insuficiencia de alimentos durante estaciones especiales, pero un nativo se encuentra en situación totalmente distinta: sabe con exactitud lo que produce, conoce la época de recolección de los distintos artículos y el modo más eficaz para proporcionárselos. (Mientras nosotros no tenemos el control de ninguno de estos datos sobre nuestros productos y recursos)

En un poblado llamado Bamba, al norte de Mali, la tribu Dogo tiene prohibido pescar de un pequeño lago cercano. Pero una vez al año los Dogon de Bamba, y los de trece aldeas de alrededor, se abalanzan en masa sobre los peces que han quedado recluidos en el pequeño lago. El ritual se llama "Antogo".
En el sexto mes de la estación seca, el consejo de sabios de la tribu se reunen para concretar la fecha exacta del Antogo. Clavan 3 palos en el centro del lago que indican que la vorágine pescadora se aproxima. Así, toda la región se entera de que Antogo se acerca. Las familias se arremolinan en las orillas del lago, y se hacen rituales, hasta que un viejo sabio de los Dogon da la señal para que se pueda pescar:


Son sociedades que por simplificación o adecuación de sus necesidades con los recursos del medio no sienten la ansiedad de una “escasez continua”. Es decir, no tienen ese peso constante en su vida de unas necesidades acumulativas insatisfechas. Según Sahlins, son ellas las “sociedades de la abundancia”.



"La posesión de los utensilios necesarios es general, lo mismo que el co­nocimiento de las técnicas precisas […] Añádanse las costumbres gene­rosas de compartir, algo por lo que los cazadores gozan de merecida fama, pues todo el mundo puede participar normalmente de la prosperidad exis­tente. Pero esta prosperidad depende, claro, de un nivel de vida objetivamente bajo […] de que la cuota habitual de artículos de consumo se sitúe a un nivel modesto… si no hay deseo, no hay carencia"

Por in­sólito que parezca desde el punto de vista occidental, "hay un desprecio cons­ciente y coherente por la idea de “máximo esfuerzo del máximo número de personas", según Sahlins, y añade: "La fuerza laboral no se utiliza plena­mente, los medios tecnológicos no se emplean plenamente, los recursos natu­rales no se aprovechan por completo, la producción es baja con relación a las posibilidades existentes. La jornada laboral es corta. El número de días li­bres es superior al de días de trabajo. Bailar, pescar, jugar, dormir y celebrar ceremonias parecen ocupar la mayor parte del tiempo de un individuo"


Como no se trabaja a pleno rendimiento, se «desperdician» los recursos del entorno, lo cual impulsa a los occidentales a intentar desesperadamente ha­cerse con esos «recursos desperdiciados». El entorno inmediato de muchas comunidades de cazadores y recolectores podría sustentar holgadamente a una población tres veces mayor, pero el control deliberado del crecimiento de la población y la escasa explotación deliberada de la plena capacidad económi­ca del entorno han mantenido la proporción gente-recursos muy baja. En vez de agotar el potencial productivo del medio, las comunidades indígenas deciden dejar que algunos frutos caigan al suelo y algunos animales si­gan viviendo en paz. La gente, mientras tanto, disfruta vagando, durmiendo, bailando, galanteando, y participando en las ceremonias y relaciones que tie­nen sentido en estas sociedades.

Además, también está la riqueza del amor propio del cazador. Acumular excedentes reduciría su importancia psicológica y cultural. También reduciría la enseñanza de los jóvenes y produciría una sociedad más ociosa con menos conocimientos.

Alice Solomon de Barrow, de Alaska (Village Journey: The Report of the Alaska):

La gente es feliz […] han cazado una ballena. Están realmente emocio­nados, y hasta lo más hondo, muy profundamente. Y cuando entras en la casa de los que pescaron la ballena, ves esa felicidad, esa emoción, ese llorar de alegría, porque están contentos de haber recibido seme­jante don.


"Don", que no "recurso". Los animales y todos los seres vivos forman parte de un entramado de sistemas vivos que incluye las relaciones entre ellos mismos y entre ellos y los seres humanos. Estos métodos se transmiten entre los indígenas mediante las enseñanzas de la historia y las leyendas; se expre­san con las ceremonias religiosas; y forman parte de sus sistemas de estructuración social, de estatus y de psicología. Todo lo que da la tierra, es un don, y como don hay que protegerlo y devolverlo a la tierra.

¿Porque dónde hay mayor riqueza que lo que la tierra nos da?
Fuentes:

http://laviagaussiana.wordpress.com/2010/12/03/%C2%BFla-escasez-conduce-a-la-racionalidad-economica-sobre-los-equivocos-de-una-antropologia-liberal/

http://apuntesdeantropologia.blogspot.com/2010/04/el-concepto-de-escasez.html

http://paboni.obolog.com/lecciones-economia-edad-piedra-extracto-jerry-mander-514692
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.ar/2011/05/la-escasez-occidental-y-la-abundancia.html



Economía de la Edad de Piedra - Marshall Sahlins.

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