“Cuando el corazón llora por lo que ha perdido, el Profundo sonríe por lo que ha encontrado”
Proverbio Sufi
¿ Nos ha dado pena esa pérdida?, ¿ ha finalizado esa relación con la persona amada?, ¿ pasa la vida monótona ? , sin vivenciar lo que un anhela, ¿ acaso la salud nos ha dado un aviso ?, ¿ han herido nuestro ego?. Si miramos hacia atrás y observamos nuestra vida y la de quien nos rodea. sabremos que es un rosario de risas y lágrimas. Uno también intuye que toda experiencia, por dolorosa que sea trae envuelta enseñanzas insospechadas. La evolución como rueda de molino, refina y sutiliza a las personas y a las cosas.¿ ¿Por qué nos duele tanto
la pérdida?. La respuesta señala a nuestro yo que se confunde e identifica con eso que se va, generando una sensación que nos fragmenta. En realidad, somos mucho más que nuestras partes. Nuestra existencia tiene otro alcance y la capacidad de crecer internamente es ilimitada. Todos sabemos que cuando uno sufre, de poco sirve decirla que hasta la pérdida más dolorosa es una vivencia que madura el alma. Uno sabe que si acepta lo que duele, si acepta que el dolor forma parte del gran juego, sucederá que la tormenta se apacigua y uno se libera. Cuando sufrimos un desgarro nos tornamos más sensibles al tiempo que disolvemos formas ilusorias. Más tarde sentimos el corazón expandido y miramos la vida con otras gafas. ¿Acaso alguien duda que tras la noche obscura no tarda en llegar el alba? ¡ sabemos ya que tras el llanto se oye la suave alegría de las nuevas llegadas. El dolor es transitorio, siempre paso de largo, dejándonos el pecho sin coraza. En realidad, el dolor es un “cohete” hacia el Espíritu que abre nuestra sensibilidad y revela el último sentido de la existencia. El dolor prepara, silencioso, el estallido del amor escondido que uno guarda. Si hay dolor, aceptémoslo y recordemos que no hay errores, ni castigos, ni siquiera culpas, tan sólo aprendizajes y crecimientos del alma. Sabemos que, tras la película dolorosa viene algo maravilloso que sentimos merecer simplemente por darnos cuenta.
Confiemos, dejemos fluir y resbalar por las cascadas y charcas de la vida cotidiana. En realidad, mientras aceptamos, sabemos que ya llegan goces más profundos que abrazan nuestro pecho y hacen vibrar nuestra alma.
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