19 de octubre de 2013

Volver a observar, volver a nacer


Artículo publicado en la revista UNO MISMO del mes de Setiembre/2013
“Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino que elige la mayoría.”
~Hermann Hesse
Nuestras historias de vida están plagadas de palabras arbitrarias que son expresadas en principio por nuestros primeros cuidadores y luego por otros que continuarán
sugiriéndonos rótulos que nos indicarán lo que somos: maestros, hermanos, algunos amigos, las voces sociales que escuchamos (periodistas, intelectuales, maestros espirituales), incluidas las voces sutiles de nuestros ancestros grabadas en nuestra memoria colectiva. La gran gran dependencia que tenemos de los demás en estos primeros años hace que la protección inicial pueda transformarse fácilmente en superioridad o en autoritarismo; si no tomamos conciencia de este riesgo, todos parecerán tener la opción de opinar sobre nosotros sin nuestro permiso pero contando con nuestra aprobación. Una multitud de voces plagan nuestra existencia quitándonos la libertad porque nosotros -sin darnos cuenta- nos encomendamos a ellas. Estas voces gritan cosas acerca de lo que somos, de lo que deberíamos ser y de que deberíamos hacer o tener.
¿Pero porqué perdemos la libertad si ésta es el bien más preciado que tenemos? Visto superficialmente podríamos suponer que estamos decididamente locos por no luchar mucho más para ser libres pero lo que ocurre es que la influencia de unos sobre otros se teje sutilmente hasta que consigue separarnos eficientemente de lo que en esencia somos y necesitamos. Salvo raras excepciones, quienes quieran vivir en un acuerdo profundo consigo mismos tendrán que transitar un camino hacia la libertad que puede durar toda la vida y requerir de un esfuerzo perseverante y sostenido.
Para situarnos en una existencia que nos pertenezca, regida por reglas propias y saludables para nosotros y que no requieran de intermediarios para ser creadas y aplicadas, será preciso animarnos a nacer una y otra vez, todos los días y en cada instante. Para salir del rebaño será necesario levantar la cabeza más allá del rebaño y observar todas las cosas con una atención permanentemente renovada.
Si queremos conocer cómo es nuestra realidad interna, será necesario volver a observar, una y otra vez, cómo son los nuestros vínculos personales: quiénes nos rodean, qué nos liga a nuestra familia, a qué nos obligan nuestros los lazos sanguíneos, qué personas dejar o alejar de nuestras vidas.
Para conocernos realmente necesitaremos distinguir en profundidad cuáles son aquellos núcleos emocionales primarios que se disparan automáticamente pero son innecesarios. Ya que así como nos sentimos será el día que viviremos, necesitaremos desarrollar plenamente nuestra habilidad para reconocer nuestras viejas emociones difíciles y traumáticas para dejar de actuar en base a ellas.
Si queremos ver las cosas como son será necesario revisar la forma en la que establecemos las relaciones entre las causas y las consecuencias entre todas las cosas. Así como sabemos que para cuidar una planta hay que regarla, fertilizarla y fumigarla, es necesario comprender que no depende en todo de nosotros hacer que crezca o florezca. Esto quiere decir que podemos actuar sobre las causas de las cosas con responsabilidad, con todos los recursos que tenemos, pero que además debemos ser capaces de percibir cuál es el alcance real de nuestras acciones ya que cuando nos equivocamos en nuestras apreciaciones solemos sentirnos impotentes, culpables o inadecuados.
Volver a observarnos para ver cuánto poder pensamos que tenemos. La impotencia lleva a la depresión, a la ansiedad, al pesimismo, a la desesperación. No obstante el término “poder” no significa “manipular maliciosamente a los demás”, muchos se repliegan hasta el punto de no querer accionar sobre las cosas aún pudiendo hacerlo. Contrariamente, poder quiere decir “estoy vivo”, “soy creativo” y “tengo para ofrecer”.
Volver a observar qué clase de persona creemos que somos y cuál queremos ser. Más que sistemas concretos y fijos, somos “guiones” que a pesar de que suelen empobrecernos, seguimos representándolos automáticamente.
Contemplar la realidad sin prejuicios, saber que es necesario ventilar cada tanto nuestro sistema de creencias y sacudir hasta vaciar esas verdades que suponemos seguras pero que luego nos impiden la alegría. Tal y como lo hacen muy bien los niños, algunos científicos, los poetas y todas las personas que viven abiertas a la vida, podríamos hacer el ejercicio de volver a observar todo como si nunca lo hubiéramos visto antes, con ojos que no nos han sido ni prestados ni impuestos.
Fanny Libertun

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