El cerebro es capaz de inventar recuerdos de hechos que nunca ocurrieron.
La imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta fuerza como las experiencias reales.
Las zonas del cerebro que utilizamos para percibir o imaginar objetos se superponen de tal forma que un hecho únicamente imaginado puede dejar en nuestra memoria la misma marca que un hecho realmente ocurrido.
La imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta fuerza como las experiencias reales.
Las zonas del cerebro que utilizamos para percibir o imaginar objetos se superponen de tal forma que un hecho únicamente imaginado puede dejar en nuestra memoria la misma marca que un hecho realmente ocurrido.
Esta constatación permite que nos resulte difícil, pasado algún tiempo, determinar si nos hemos imaginado alguna situación determinada o si, por el contrario, la hemos vivido realmente.
Investigadores de la universidad estadounidense de Northwestern, en Chicago, han descubierto que la imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta verosimilitud como los hechos, hasta tal punto que es posible confundir lo imaginado con lo real dentro de nuestros recuerdos. Estos investigadores han estudiado los llamados “falsos recuerdos” para intentar conocer cómo se forman, empleando para el estudio escáneres de resonancia magnética conectados a los cerebros de un número determinado de voluntarios. El desafío consistía en descubrir en qué circunstancias la gente recuerda hechos que realmente no han ocurrido. Para ello, se midió la actividad cerebral de los voluntarios mientras éstos, o bien observaban imágenes de objetos, o bien se imaginaban objetos que los investigadores les pedían que visualizaran. Visualización vívida.
Investigadores de la universidad estadounidense de Northwestern, en Chicago, han descubierto que la imaginación puede llegar a adquirir en nuestra memoria tanta verosimilitud como los hechos, hasta tal punto que es posible confundir lo imaginado con lo real dentro de nuestros recuerdos. Estos investigadores han estudiado los llamados “falsos recuerdos” para intentar conocer cómo se forman, empleando para el estudio escáneres de resonancia magnética conectados a los cerebros de un número determinado de voluntarios. El desafío consistía en descubrir en qué circunstancias la gente recuerda hechos que realmente no han ocurrido. Para ello, se midió la actividad cerebral de los voluntarios mientras éstos, o bien observaban imágenes de objetos, o bien se imaginaban objetos que los investigadores les pedían que visualizaran. Visualización vívida.
De esta forma, los investigadores se dieron cuenta de que las partes concretas del cerebro destinadas a generar imágenes visuales se activaban con mucha fuerza cuando los voluntarios tan sólo imaginaban los objetos. Después, cuando los participantes en el estudio recordaban lo que habían imaginado, a menudo pensaban que lo habían visto, en lugar de saber que había sido producto de su imaginación. Los investigadores piensan que las zonas del cerebro que utilizamos para percibir objetos y aquéllas que usamos para imaginar objetos se superponen. De esta manera, un hecho imaginado lo suficientemente vívido puede dejar en nuestro cerebro la misma marca o similar que un hecho realmente ocurrido.
Cuando la memoria almacena lo percibido o lo imaginado, algunas de las zonas cerebrales implicadas en el esfuerzo coinciden. Según los expertos, este hecho hace que nos resulte difícil, pasado algún tiempo, determinar si ciertas cosas han pasado o no, si nos hemos imaginado alguna situación determinada o si, por el contrario, la hemos vivido realmente. Durante el estudio, publicado en la edición de octubre/04 de la revista Psychological Science, los participantes tuvieron que imaginar una imagen visual por cada objeto que les nombraban. La otra mitad de estos objetos les fueron presentados en fotografías o imágenes. Además, se les pidió que emitieran juicios acerca de la medida de cada uno de los objetos. Por ejemplo, si la palabra era “gato”, tenían que decir si el gato era mayor o menor que una televisión. Las 3 partes del cerebro implicadas, (precuneus, corteza parietal inferior derecha y giro cingulado anterior) mostraron una gran respuesta en la fase del estudio en que se decían las palabras que luego eran recordadas como fotos, a pesar de que sólo habían sido imaginadas.
Asimismo, a través del escáner se podía prever qué imágenes serían recordadas y cuáles no, dada la actividad del hipocampo izquierdo y de la corteza prefrontal izquierda activados durante la imaginación o presentación de imágenes. Estas dos zonas del cerebro están altamente relacionadas con la creación de los contenidos de la memoria.
Del estudio se deriva que las imágenes mentales dejan una marca en el cerebro que, si es lo suficientemente fuerte, puede confundirse posteriormente con la marca dejada por imágenes realmente vistas. Por todo ello, tal como explica un comunicado de la Northwestern University, puede decirse que lo que han conseguido estos investigadores es una nueva evidencia de la existencia de los falsos recuerdos y, lo que es más importante, la observación de los procesos cerebrales que permiten su formación.
Las consecuencias del estudio no pasarán inadvertidas, ya que existe una amplia polémica en el campo de la psicología acerca de lo que se conoce como falsos recuerdos, muchas terapias psicológicas, particularmente indicadas en los casos de traumas infantiles, tienden a revivir recuerdos de esas experiencias para proceder a su curación mediante la integración consciente del trauma en la psicología del sujeto. Sin embargo, ha surgido una corriente, que puede personalizarse en la False Memory Syndrome Foundation, según la cual la recuperación de un recuerdo no significa que realmente haya ocurrido, que es lo que verificaron experimentalmente los investigadores de la Northwestern University con la ayuda de imágenes cerebrales de resonancia magnética.
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