27 de octubre de 2013

El ego y el Ser: ¿quiénes somos realmente?


¿Por qué nos aferramos tan desesperadamente a esta falsa y siempre cambiante realidad, a cosas que son momentáneas, a cosas que están atadas y hasta condenadas a quedarse aquí en el plano terrenal cuando pasemos por el umbral de la muerte hacia otras vistas de conciencia? ¿Por qué nuestro deseo de gratificación instantánea, confort y riqueza monetaria es tan fuerte, que estamos dispuestos a gastar toda nuestra energía, nuestra vida, para algo tan poco profundo y temporal?
La respuesta será siempre la misma: debido al apego y a los deseos, debido a la idea de sentirse separado, debido a la identificación con el ego, la idea de querer ser especial, diferente, mejor que todos los demás… Imaginemos que el ego está representado por un pequeño
punto de espuma en el borde de la cresta de una ola.
Ahora bien, ese pequeño trozo de espuma continúa imaginando y expresando que no es en absoluto parte del océano, que es especial, que está desconectado y separado del resto. Esto, claro está, es ridículo, pero eso es exactamente la presión que nuestros egos constantemente ejercen sobre la conciencia frontal. El ego desaparecerá sólo cuando nosotros (conscientemente, a través del conocimiento personal) nos demos cuenta que la ola y la espuma son la misma cosa, y que el océano es la base real de todo. La ola representa al Atma, el alma individual; el océano es el eterno Dios, el Todo.
Cada uno de nosotros nace con ego y cada uno morirá en el ego. Corremos de aquí para allá, damos y quitamos, ganamos dinero y lo gastamos, decimos la verdad o vivimos en la mentira, pero siempre en el ego. Inclusive la idea de cielo e infierno, y todos los otros niveles de conciencia, no están libres del ego porque todos representan alguna forma de separación. Por eso debemos trabajar para terminar con esta falsa idea de separación. Solamente entonces seremos realmente libres y nos daremos cuenta del eterno Dios que reside en nuestro interior.
El apego es la raíz de la decepción y el deseo la causa de la confusión. El enojo aflora por el deseo frustrado y el miedo no es más ni menos que una imaginación descontrolada. No tienes más que redimensionar tu mente, frena tus pensamientos, que no se desboquen, convirtiéndose en algún futuro incierto o algún pasado incambiable. Frena el deseo. Vive cada momento. Sé aquí mismo, ahora mismo. Sé conciencia. Conócete a ti mismo mas allá del cuerpo, la mente y los sentidos. Sé amor. Somos amor. Siempre recuerda a Dios, el Creador de todo, en todo lo que hagas, porque Dios es la base verdadera de todo lo que existe en la creación. Dios es Amor y Amor es Dios. Por lo tanto, cada objeto de la Creación –sin importar lo que nuestras pequeñas y distorsionadas percepciones, abrumadas por el ego, nos puedan hacer creer de un momento a otro- tiene solamente a Dios y al Amor, como su origen y fundamento.
Con este concepto en mente, podemos aprender a detener nuestras constantes y numerosas opiniones egoístas de todo lo que nos rodea. Puesto que si es cierto que Dios (Amor) es el verdadero fundamento, entonces deberíamos percibir solamente Dios y Amor, y experimentarlo por doquier. Quiere decir que todos debemos enfocarnos en el principio fundamental de Identidad, en vez de ser engañados por las sensaciones de separación.
Toda esta multiplicidad es en realidad UNA, es decir Dios y Amor, expresándose al máximo. Esta es la primera y verdadera responsabilidad de todo ser consciente en esta vida terrestre. Todas las otras responsabilidades tales como ganarse la vida siguiendo acciones correctas, ser positivo, valiente, autosuficiente, buena persona, amigo, miembro responsable y servicial de una familia, buen vecino, buen estudiante, un ciudadano servicial o líder en la sociedad, son estrictamente secundarias. Estas responsabilidades secundarias, no carecen de importancia.
Es frecuente que a través de estas experiencias aprendamos a enfocar, para luego ir en busca del cumplimiento de la verdadera responsabilidad. Así que, ¿cómo hago para alcanzar este nivel de creencia, confianza, aceptación, fe, experiencia personal o realización?
Es cierto que todas las religiones del mundo han manifestado de alguna manera que, “En el comienzo hubo un Dios…”, pero, ¿cómo hacemos para saber si esto no es más que un anhelo fantasioso, como proclaman algunos ateos? La negación de la existencia de la figura mítica llamada Dios puede lograrse al permitir que la vanidad de un ego extremo guie estos pensamientos en nuestra conciencia, y que luego lo sostenga con innumerables teorías huecas. Sin embargo dile a alguien que niegue el hecho de que “EL” mismo existe. Una investigación demostraría que esto no es posible.
El “Yo Soy” dentro de todos nosotros no puede negar su propia existencia. Pruebalo. Cierra los ojos, tapona tus oidos y niega que existes. Encontraras que tu mera conciencia seguirá estando ahí mismo. Siempre se consciente de SER. No el pequeño “yo”, el ego que clama y siempre grita fuerte y demanda atención en tu cabeza; por ejemplo: Yo soy “yo”, Juan o Juana, tal o tal, etc. No, el callado y arraigado conocimiento que encontramos en el perfecto silencio interior, que aflora cuando todos los pensamientos están sumidos en la quietud.
Verdaderamente la mente no existe para nada. En realidad es solo un reflejo. Piensa en el “yo”, el estado de “yo soy”, como la luz que resplandece nuestro siempre radiante sol. Luego piensa en la mente como si fuera la luna. Todos sabemos que la luz que ilumina la luna es reflejada por el sol. La luna no tiene luz propia.
Del mismo modo, la mente es solo un reflejo del “yo” eterno, del alma, de Dios. Pensemos en la mente como un trozo de género de algodón tejido. Las pequeñas hebras de algodón que se entrecruzan unas con otras, crean la apariencia de un género sólido. Luego imaginemos que cada pequeña hebra o hilo de algodón es un pensamiento, es un deseo, o una cadena de pensamientos. Si tiramos y sacamos cada uno de esos hilos, el trozo de género se empezará a deshilvanar. Si continuamos sacando los hilos, el trozo de tela desaparecerá por completo.
Lo mismo ocurre en la mente. Lo puedes lograr si eliges un propósito fuerte e inflexible. Una manera fácil de hacerlo es sustituir ese pensamiento o deseo, a medida que aflora, por otro, preguntándonos: “¿Quién soy yo?”. O más bien preguntate: “¿Para qué aparecen estos pensamientos?”. El ego contestará: “¡Para mi, tonto!” Entonces pregúntate: “¿Quién es este “yo”, este “mi”?”, y aférrate al primer pensamiento. Averigua de dónde proviene. Al aferrarte fuertemente a ese pensamiento, preguntándote: “¿Quién soy yo?”, cada vez que aflore, haces que la mente trabaje buscando su origen y se disuelva en el propio “yo”. Al igual que desaparece la luna cuando la luz del sol matutino ilumina al mundo, así también dejará de existir la mente tan pronto como esté bañada de la luz brillante del “verdadero yo”, que está siempre allí, siempre lleno y brillante.
Dado que nadie puede negar su propia existencia, es imposible negar la existencia de Dios, el Yo Eterno. Ahora dense cuenta de esto, y luego practíquenlo, y antes de que haya pasado mucho tiempo experimentarán esta “Identidad” de todo, nuestra “verdadera naturaleza”, la realidad invariable del Ser, del Amor, de Dios.

Autor: Claudio María Domínguez

Fuente: Espiritualidad Diaria(http://espiritualidaddiaria.infobae.com)

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