En décadas pasadas, la literatura y el cine han rescatado este símbolo. Ejemplo de ello, se observa en las novelas de Stephen King iniciando con Jerusalem’s Lot (1975). El film de Wes Craven (1984) A Nightmare on Elm Street o recientemente Dogville (2003) de Lars Von Trier. En cada uno de
ellos, la trama ocurre en un poblado habitado por personas de moral tradicional, conservadora, con desconfianza hacia los extranjeros y de prácticas religiosas cristinas un tanto ortodoxas.
Más allá de la representación o crítica que realizan de la sociedad estadounidense y por extensión a la sociedad occidental, lo interesante es que ofrecen un análisis desde un elemento en común: la calle principal del pueblo se llama Elm (Olmo en inglés). Este nervio central en cada sociedad evidencia los elementos simbólicos del árbol:
El olmo evoca longevidad, fortaleza, unión, nobleza, buen espíritu, amor fiel, devoción, honestidad y sumisión a las causas justas. El grosor de su tronco simboliza, que todo lo que lo conforma, es la base de su fuerza para mantener unido su cuerpo y ramas. Pero su densidad no permite conocer su verdadero interior, y por ende, hay algún secreto que se esconde tras este hilo conector social.
El lado oscuro de la Calle Elm es representado en la novela de King por las creencias paganas, prácticas de brujería por parte de los fundadores del pueblo y el demonio que les asecha. Craven muestra gracias al asesino Freddy Kruger, todos los errores y fallas de los padres. Pecados que los hijos deben callar, cargar a cuesta y que son la causa de su propia muerte. Von Trier narra la historia de un pueblo, que tratando de demostrar que es noble de corazón aceptando a una forastera, sobrevive a la invitada esclavizándola.
Cada historia refleja que la sociedad existe y se orienta gracias a un vínculo cultural o religioso, el cual se transforma en el juez y ejecutor en contra de quienes busquen alterar el orden. Al llevar este análisis a tiempo presente podemos preguntarnos:
¿Cuál es la Calle Elm en nuestra sociedad digital? O dicho de otra forma: ¿cuál es el norte de la sociedad hoy día? ¿Cuál es la guía moral o cultural que nos orienta? ¿Cuál es el secreto que se oculta tras nuestro vínculo social?
De entre los diversos modelos de análisis, quiero rescatar los argumentos presentados por Berger y Luckmann (1997), en su publicación: Modernidad, Pluralismo y Crisis de Sentido. La orientación del hombre moderno. Tal como el título lo expresa, la tesis central del libro se ubica en esta idea: “el pluralismo es la causa de la crisis de sentido en la modernidad”.
Dejando de fondo los análisis realizados por Max Weber sobre la secularización y Emil Durkheim sobre la anomia, Berger y Luckmann postulan que la complejidad del mundo actual radica en que lamodernidad se caracteriza por una diversidad de explicaciones o sentidos los cuales ofrecen una gama de posibilidades o caminos a seguir.
Atrás quedó la sociedad en donde la cosmovisión de la realidad quedaba en manos de las religiones y eran ellas quienes ofrecían una orientación al conjunto social. Hoy día la realidad se presenta diversa y se antepone a los sujetos con un abanico de posibilidades y posibles explicaciones, que en definitiva, no ofrecen una única visión acerca de las cosas. Como en un truco de magia, cada individuo tiene frente sí el mazo de cartas desplegado y es él quien debe decidir cuál carta tomar.
Las instituciones continúan existiendo y teniendo su función de ser los depositarios de los sentidos construidos históricamente por la dinámica intersubjetiva de los actores sociales. Dentro del marco valorativo y normativo (cultura) de la sociedad, los agregados sociales siguen dotando de sentido la realidad social, y de forma impuesta (hecho social), buscan inculcar guías/orientaciones a los miembros de la sociedad, para que así puedan articular sus acciones.
Pero la pluralidad de la sociedad moderna, afecta el desempeño de las instituciones. La multiplicidad de opciones y explicaciones de la realidad, fracturan lo dado por supuesto del tejido institucional dando pie al cuestionamiento, la duda y la reflexión individual. Esto trae como consecuencia, la reducción de espacios sociales de confianza, certeza y seguridad.
El mundo moderno implicó que los antiguos sistemas de valores y esquemas de interpretación hayan sido descanonizados. Ejemplo de ello se constata en el incremento de personas que se declaran creyentes, pero sin ser seguidores de alguna religión en particular. Como recuerda Pastorino (2014) en su artículo, vivimos en una sociedad en donde el “dogma” de creencia es la religiosidad a la carta.
Cada uno de los actores sociales compone y reconfigura su propio menú religioso. Se toman en cuenta a su vez, las creencias tradicionales, pero se selecciona lo mejor de cada una resignificando así, símbolos y contenidos según el propio parecer. Aunque perdura una cosmovisión monoteísta, la espiritualidad se fundamenta en una relación uno a uno con este Dios personal.
La personalización de contenidos, característica esencial del mundo 2.0, evidencia la adaptabilidad de los paradigmas y la deconstrucción de los parámetros generales por parte de los actores sociales en la vida cotidiana. No sólo en el ámbito religioso, sino también en el político, económico y cultural.
Es compresible la preocupación de sociólogos como Bauman, que han visto en este hecho la liquidezde nuestras relaciones sociales, y por ende, la volatilidad o fragilidad del nexo social. Pero es por esta misma razón, que es importante tener una visión de análisis integral con un marco de pensamiento que permita aceptar y comprender la pluralidad en la cual vivimos. Hoy más que nunca vuelve a tener vigencia, la antigua lección de antropólogos como Malinowski: evitar el etnocentrismo.
En tal sentido, pierde toda validez hablar de la calle Elm. Nos enfrentamos desde hace ya varias décadas, a una multiplicidad de formas institucionales que existen en función a la variedad de agregados socioculturales. Tenemos que ser críticos y discutir hacía dónde vamos como colectivos. Evaluar los pros y contras. Garantizar el mayor bienestar para el mayor número de personas, pero con la certeza de vivir en sociedades cimentadas en este valor: todos tenemos razón, pero nadie tiene la verdad.
Publicado por: Carlos Castro
FUENTES:
BERGER, Peter y Luckmann, T (1997) Modernidad, Pluralismo y Crisis de Sentido. La orientación del hombre moderno. Ediciones Paidós. Barcelona.
CRAVEN, Wes (1984) A Nightmare on Elm Street
PASTORINO, Miguel (2014) Creyentes sin religión. La tendencia que más crece en el mundo
TRIER, Lars Von (2003) Dogville
Fuente architectureis.org
BERGER, Peter y Luckmann, T (1997) Modernidad, Pluralismo y Crisis de Sentido. La orientación del hombre moderno. Ediciones Paidós. Barcelona.
CRAVEN, Wes (1984) A Nightmare on Elm Street
PASTORINO, Miguel (2014) Creyentes sin religión. La tendencia que más crece en el mundo
TRIER, Lars Von (2003) Dogville
Fuente architectureis.org
http://ssociologos.com/2014/09/10/sociedad-digital-nuestra-propia-calle-elm/
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