27 de septiembre de 2014

ERES SALVAJE AHORA


A veces vas caminando solo, y es tarde, y te pierdes una vez más en el sueño del pasado y del futuro, de los ayeres perdidos y los mañanas que aún no se han vivido; te pierdes en las decisiones que deberán o no tomarse, en las palabras que habrán de decirse o mejor callar. La iluminación de ayer se siente a un millón de kilómetros de distancia, y la claridad espiritual que creíste tener se ha desvanecido al entrar la noche. Ahora sólo se escucha el sonido de las pisadas sobre un frío pavimento, el susurro de los árboles antes de irse a dormir, el desnudo resplandor de la farolas anaranjadas, y una honda melancolía quemándonos por dentro. Estás fuera del tiempo, fuera del cuerpo, buscando tu hogar, no en la forma ni tampoco en lo que no tiene forma. Quizás tú eres el único de tu especie en el planeta. Quizás incluso jamás has existido. Quizás este es el precio que tienes que pagar por tu despertar, por haberte comprometido a abrir tu corazón a todo; por el hecho de siempre cuestionarte cualquier cosa sólida, por haber abandonado todos y cada uno de tus puntos de referencia.

Y de pronto recuerdas: ¡esto también es la vida! Por alguna razón, pones

atención a tu experiencia presente, la abrazas en la misma forma en que una madre abraza a su bebé recién nacido. Te enfocas en lo que tienes, no en lo que has perdido; en lo que ves, no en lo que posiblemente nunca volverás a ver. Tu soledad es sagrada, recuerdas, tus dudas no son nada menos que sagradas, la brisa de la tarde en tus mejillas es una caricia, un beso, no un obstáculo para tu futuro imaginario. Está bien sentirte como te sientes. Está bien sentirte un poquito maltratado por la vida. Está bien tocar las profundidades de ti mismo. Está bien olvidarte, y recordar, recordar y olvidar. Todos los momentos están acogidos en la inmensidad, como el suelo acoge a los árboles, como el cielo acoge al planeta, como una casa acoge a la familia, como la historia de tu vida es acogida en la prístina Presencia de esta noche de todas las noches. Incluso tu desconexión está jodidamente conectada. Se siente una especie de humildad al no haber nunca sido capaz de llegar a ninguna conclusión, algo que nos conmueve ante nuestra cruda vulnerabilidad en esta noche, y la forma en como todo nos importa, nuestra sensibilidad a incluso el más sutil movimiento de la consciencia, nuestro corazón que no puede ya cerrarse.

Juras jamás perder tu amor por estas tardes. Te han regalado tanto.

La presencia no es un destino, amigo, es el suelo mismo.

Eres salvaje ahora, sin nada que te ate.

- Jeff Foster

(Imagen: Bristol Fall, by Leonid Afremov)



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